Europa, junto a Estados Unidos, alimentó el infierno de Irak y Siria. Ahora rechaza a los que huyen de la guerra y la pobreza. “No venimos a robar vuestros beneficios. Escapamos de vuestras bombas”.

Josefina L. Martínez @josefinamar14
Viernes 18 de septiembre de 2015
La invasión a Irak y Afganistán, primero, la intervención militar en Libia y Siria, además del continuo apoyo al Estado genocida de Israel, avivaron el incendio de la región, de donde huyen millones de personas.
Europa manda armas y bombas, pero rechaza a los refugiados.
Alemania es el tercer exportador de armas del mundo. En 2014 exportó armas por un total de 3.970 millones. Entre sus “clientes” más importantes están Arabia Saudí y Emiratos Árabes. Estos integran la coalición liderada por Estados Unidos que desde hace más de un año bombardea posiciones del Estado Islámico en Irak y en Siria. Alemania proporciona armas a las milicias peshmergas contra ISIS en la región del Kurdistán iraquí.
Reino Unido y Francia venían participando en los bombardeos sobre Irak, no directamente en Siria. Aunque se supo que aviones ingleses ya participaron de las operaciones sirias, bajo mando norteamericano, Cameron buscará una nueva votación del Parlamento que lo autorice a una intervención abierta. Francia anunció que se sumará en las próximas semanas a los ataques en Siria, como respuesta a la “crisis migratoria.”
Varios países de Europa, Estados Unidos, Turquía, Arabia Saudí, Catar y Emiratos Árabes, colaboran desde hace años con el armamento y entrenamiento de milicias “opositoras” contra Al Assad, sostenido por Rusia e Irán.
Escapando del infierno
Desde que comenzó la guerra, hace cuatro años y medio, murieron más de 200.000 personas en Siria. Más de 4 millones de sirios abandonaron su país a causa de la guerra y buscaron refugio en países vecinos como Jordania, Líbano, Turquía e Irak. Huyen de la guerra y la pobreza, de la represión del ejército de Al Assad, pero también de las milicias opositoras y del Estado Islámico.
A pesar de las apocalípticas advertencias de la ultra derecha europea, la gran mayoría de los refugiados Sirios no van hacia Europa, ya que no tienen recursos para emprender ese largo viaje, por el cual hoy se paga varios miles de Euros. La mayoría sobrevive apenas en campos de refugiados, en condiciones deplorables.
Pero, los que pueden, después de vender todo o juntar los últimos ahorros, tratan de escapar del infierno.
“Puedo tolerar que mi hijo tenga que abandonar la escuela por dos años, para trabajar en el campo en apoyo a la familia… Pero, ¿por tres años? ¿Cuatro años? ¿Alguna vez se terminará esto?”. Es lo que piensan muchos de los refugiados que pasan por Líbano y Jordania y ahora buscan un camino hacia el norte de Europa.
Después de cuatro años de guerra civil, la acumulación de padecimientos generó una nueva oleada de refugiados que deciden arriesgar la vida en el largo viaje a través de los Balcanes o el Mediterráneo. Porque el infierno en Siria parece no tener fin, y en los países vecinos la situación es trágica.
Campos de refugiados, territorio de la desesperanza
Las condiciones para los refugiados en los países de Medio Oriente están tan degradadas que muchos de ellos están considerando volver a las zonas de guerra, para no seguir atrapados en una situación de pobreza y completa falta de futuro, en países como Líbano. Así lo vienen advirtiendo agencias internacionales de ayuda a los refugiados.
Líbano es el país con mayor concentración de refugiados. En ese país, una de cada cuatro personas es refugiada. Los campos de refugiados de los palestinos expulsados por el Estado de Israel hace décadas se transformaron en verdaderas ciudades precarias. En los últimos años, los que llegan son los refugiados sirios, de Irak y Afganistán.
A comienzos del 2015, el gobierno endureció las condiciones del asilo. Desde entonces, los refugiados deben conseguir una visa para trabajar y mantener la residencia. Además, deben presentar un contrato de alquiler firmado por los propietarios de la vivienda, o se exponen a ser encarcelados por varias semanas. Esto ha llevado a todo tipo de abusos, de propietarios que exigen trabajo gratuito a cambio un contrato de alquiler y todo tipo de super explotación laboral.
La inestabilidad turca
Otro factor que actúa sobre la nueva oleada migratoria es la inestabilidad política y social en Turquía. En ese país, territorio puente entre Siria y Europa, las últimas semanas recrudeció la represión del gobierno contra el PKK kurdo, junto a la acción de bandas fascistas contra los opositores al gobierno. El gobierno de Erdoğan se involucró más en la guerra de Siria, con bombardeos a posiciones de ISIS y permitiendo a Estados Unidos la utilización de la base aérea de Incirlik para el despegue de sus cazas.
Turquía se ha transformado en una plataforma privilegiada para la acción de redes de traficantes que ofrecen la ruta hacia Europa.
“No es Homs ni es Alepo, es la frontera serbio-húngara”
This is neither Homs not Alleppo. This is the Hungarian-Sebian border. (via @latzi99) pic.twitter.com/9it4CXqAjM
— Omid Nouripour (@nouripour) septiembre 17, 2015
Eludiendo toda su responsabilidad en la crisis de la región, los gobiernos europeos responden a la crisis de los refugiados cerrando las fronteras y suspendiendo tratados de “libre circulación” que hasta hace poco defendían como uno de los fundamentos de la creación de la UE.
La negativa de Alemania de recibir más refugiados y el intento fracasado de “repartirlos” entre todos los estados miembros, ha llevado a un “dominó” de restricciones en las fronteras: Alemania, Austria, Hungría, Serbia, Macedonia y Eslovaquia han “blindado” los pasos fronterizos. Las nuevas rutas, en los últimos días por Croacia y Eslovaquia, buscan sortear los obstáculos para llegar al norte de Europa.
Gases lacrimógenos, porras y vallas de alambre de espino: eso encuentran los refugiados al llegar al “paraíso” Europeo, cuando escapan del infierno de Siria o Irak.
En la manifestación de más de 100.000 personas en Londres en apoyo a los refugiados, hace una semana, se escuchaba una consigna: “No venimos a robar vuestros beneficios. Escapamos de vuestras bombas”.

Josefina L. Martínez
Nació en Buenos Aires, vive en Madrid. Es historiadora (UNR). Autora de No somos esclavas (2021). Coautora de Patriarcado y capitalismo (Akal, 2019), autora de Revolucionarias (Lengua de Trapo, 2018), coautora de Cien años de historia obrera en Argentina (Ediciones IPS). Escribe en Izquierda Diario.es, CTXT y otros medios.