La economía mundial que se ha tambaleado por la crisis sanitaria desencadenada por la covid-19, experimentará posiblemente un desigual fuerte rebote a medio plazo si, finalmente, se logra neutralizar al virus y sus variantes. Sin embargo, es claro que las desigualdades, la precarización y los niveles de pobreza a escala mundial se están profundizando. El crecimiento entre las potencias imperialistas, además, expresa ritmos diferentes y los países semicoloniales están abocados a aumentar los padecimientos de sus poblaciones, entre otras cosas, por la falta de vacunas. Este caldo de cultivo social y económico augura nuevos estallidos de la lucha de clases.
Juan Carlos Arias @as_juancarlos
Martes 25 de mayo de 2021 09:01
La economía de la UE ha entrado en recesión durante el primer trimestre de 2021, con una caída trimestral del 0,6%, lo que unido al retroceso del trimestre anterior de un 0,7%, ha llevado a un importante agravamiento de la situación económica en Europa, cuando parecía que tenía que empezar ya el despegue. En el conjunto del año 2020 la bajada del PIB ha sido de un 6,4% en la UE y un 6,8% en la Eurozona y encima se inicia el 2021 con más caídas de la economía. La gran lentitud en la inoculación de las vacunas, una gestión ineficaz frente a los intereses de las farmacéuticas y sus compromisos de suministro de viales, y las políticas fiscales y monetarias que han sido menos ambiciosas que en EEUU, han retrasado el rebote económico que se esperaba ya para al menos principios de 2021.
Ha contribuido a la nueva bajada del PIB en Europa, en gran medida, la nueva ola de contagios de invierno sufrida durante el primer trimestre (por la variante británica), que ha obligado a implementar nuevos cierres de la actividad económica, sobre todo en el sector de los servicios, muy importante en muchos países de Europa. Por otra parte, los fondos europeos contra la covid-19 han sufrido retrasos por la lentitud en la maquinaria comunitaria, de modo que todavía no se han liberado los recursos “Next Generation” y, además, aún faltan dos países que tienen que aprobar las ayudas en sus parlamentos, requisito imprescindible para que esos fondos terminen llegando. Esto ha impedido la anticipación del rebote esperado, sobre todo para las economías más debilitadas del sur de Europa, como Portugal, Italia o España, que van a recibir los mayores importes de los fondos y más dependen de ellos y en los que las caídas económicas han sido más profundas. Por lo que es posible que se retrase aún más y con ello la recuperación de conjunto pueda sufrir mayores dificultades.
Durante el último trimestre, además, también ha caído con fuerza la economía alemana, descendiendo un 1,7%, especialmente golpeada por los contagios de invierno del coronavirus y por la falta de suministros industriales, sobre todo de semiconductores, que tienen paralizada gran parte de la actividad industrial, por ejemplo, en el sector del automóvil. Además de dificultades también para aprovisionarse de materias primas que han experimentado una fuerte demanda con el incremento de la actividad económica, sobre todo en China y EEUU.
Frente a esto, el presidente norteamericano Joe Biden ha basado su estrategia de salida de la crisis sanitaria en una fuerte campaña de vacunación -aproximadamente el 58% de los adultos estadounidenses ha recibido una dosis y se espera superar el 60% durante el mes de mayo- y un incremento expansivo histórico de las políticas monetarias y fiscales de gasto público. Pese a ello, la economía norteamericana experimentó un decrecimiento en 2020 de un 3,5%, pero al menos descendió bastante menos que el desplome sufrido por la eurozona que lo hizo casi el doble, un 6,8%.
En 2021 las diferencias económicas a favor de EEUU frente a Europa, parece que irán a más, dado que habrá un 6,5% de crecimiento del PIB en EEUU, frente a un 3,9% previsto para la eurozona, según la proyección realizada por la OCDE. Esta política de Biden, por otra parte, no está exenta de amenazas: el déficit se ha disparado al 14,9%, alrededor de 3,2 billones de dólares, y la deuda ha superado ligeramente el 100% del PIB anual. Además, la inflación se ha ido al 4,2%, no se sabe si coyunturalmente o no. Los paquetes de ayuda pública de EEUU se han llegado a comparar por su magnitud con las que se produjeron en momentos históricos de crisis sistémicas y profundas encrucijadas sociales, tales como el New Deal de Roosevelt de los años 30, o la Gran Sociedad de Lyndon B Johnson de los 60, llegando a alcanzar los 6 billones de dólares. Sin embargo, la economía de EEUU al final está saliendo con fuerza de la crisis pandémica y se espera que acabe creciendo en 2021 un 6,4%. Aunque, de momento abril sumó solo 266.000 nuevos empleos-en marzo se crearon 770.000-, manteniéndose la tasa de paro en el 6,1%.
China, por otra parte, también ha salido antes de la situación de postración pandémica, incluso anticipándose a EEUU. Tras el batacazo del derrumbe en un 6,8% del PIB en el primer trimestre de 2020, China finalizó el año con un crecimiento del PIB del 2,3%, la cifra más baja en tres décadas. Un crecimiento muy bajo para una economía que venía creciendo por encima del 6% anual, pero fue la única de las grandes economías del mundo que creció en un año lastrado por los efectos demoledores de la pandemia mundial de la covid-19. En 2021 la economía china ha continuado con la senda del crecimiento, además con bastante fuerza, alcanzando un incremento del 18,3% en el primer trimestre, respecto al mismo período del año anterior. Es el mayor salto trimestral de su historia -hay registros desde 1992- aunque lógicamente lo abultado de la cifra es consecuencia también de la fuerte bajada que experimentó durante la pandemia. Pero aun así supera con mucho el crecimiento de EEUU, y no digamos de Europa que entró en recesión, lo que indica la fuerza de su recuperación. El impulso ha sido generado por el fuerte incremento de la actividad industrial y el incremento del consumo interno. Pese a todo, las expectativas eran más ambiciosas puesto que los expertos calculaban una subida del 22%. China ha llevado a cabo una actuación sanitaria mucho más agresiva -aislando más duramente a la población y con medidas más restrictivas de movilidad- contra el virus, por lo que la incidencia sanitaria ha sido menos aguda. Eso ha facilitado una vuelta a la senda del crecimiento más rápida en el tiempo, así como la enorme importancia del sector industrial que se ha recuperado antes y ha tirado de la economía y las importantes ayudas públicas a las empresas. El impulso, sin embargo, se ha frenado algo en el arranque del año, creciendo en el primer trimestre de 2021 un 0,6%, cuando en el cuarto trimestre de 2020 creció un 2,4%. Esto indica una cierta desaceleración de su economía consecuencia de la bajada de la producción industrial por la falta de componentes, semiconductores, un mal que también aqueja a la industria china, como pasa también en Europa, al no tener suficiente producción propia de estos elementos que en la tecnología actual resultan esenciales.
Con todo, hay que destacar que China recuperó sus niveles de PIB anteriores a la pandemia en apenas unos meses y que se espera, además, un crecimiento robusto para 2021 del 8,4%, según el FMI, aunque las autoridades chinas han fijado un objetivo de al menos el 6% .Y por otra parte, EEUU, tras caer un 3,5% en 2020, ya ha iniciado la senda del crecimiento y se espera que este año aumente un 6,4%, según el informe de previsiones del FMI, superando así durante el año 2021 los niveles prepandemia. Sin embargo, como decíamos, la economía de la eurozona se hundió un 6,6% en 2020, casi el doble que EEUU, y además este año a pesar de la fuerte caída del año anterior crecerá menos que sus competidores directos, EEUU y China, tan solo un 4,4%. Por lo que la economía europea no superará los niveles prepandemia hasta bien iniciado el año 2022. El Estado español, según todos los analistas, no recuperará su situación prepandémica antes de 2023, siendo de los que más tarde se prevé que lo hagan, al estar muy perjudicado por su dependencia del sector turístico, el más afectado y de los más problemáticos para mantener su actividad en situaciones de pandemia.
La situación desfavorable para la UE, según el FMI, respecto a sus máximos competidores se prolongará también, al menos, durante 2023, porque aunque se prevé que crezca un poco más que la economía norteamericana, sin embargo, apenas tendrá ventaja sobre ella y, en cualquier caso, insuficiente para recuperar el terreno perdido, 3,8% de crecimiento para la eurozona, frente a un 3,5% de EEUU.
En cualquier caso, el crecimiento económico mundial de conjunto no está exento de las contradicciones que venían aquejando a las economías imperialistas tras la crisis mundial de 2008, con la caída de Lehman Brothers y la decadencia del “consenso” neoliberal como paradigma: crisis climática, baja productividad y fuerte endeudamiento, fortalecimiento del nacionalismo económico, guerras comerciales, movimientos migratorios desencadenados por la miseria y la falta de perspectivas de amplias capas de la población mundial, y tendencia al “estancamiento secular” como principales rasgos. Además, habría que añadir a los fuertes nubarrones señalados que pueden lastrar gravemente la economía a medio y largo plazo, la incapacidad del sistema capitalista para vacunar a la población mundial con la rapidez necesaria para bloquear nuevas posibles variantes del virus que pueden bajar o liquidar la eficacia de las vacunas existentes, con el riesgo de nuevos confinamientos y cierres empresariales.
Hay que tener en cuenta que los intereses económicos de las farmacéuticas defendidas por las grandes potencias dificultan enormemente la inmunización de rebaño mundial. No basta con la liberalización de las patentes, algo que Biden recientemente ha dicho defender aunque no otras potencias como la UE -el Gobierno español progresista se mostró en contra durante muchos meses-, sino que hay que desarrollar toda una política de conjunto farmacéutico-industrial que libere el conocimiento, las materias primas y los componentes que se utilizan en su fabricación y poner a disposición toda la infraestructura y recursos necesarios que los países pobres necesitan para llevar a cabo la vacunación masiva a escala mundial.
La pobreza extrema se expande y las grandes fortunas aumentan vertiginosamente
Las contradicciones sociales se están volviendo acuciantes y extremas en el conjunto de los países, acentuadas por el golpe de la crisis sanitaria, económica y social de la pandemia a la que el capitalismo globalmente no ha sabido dar una respuesta social, ni siquiera mínimamente redistributiva. La pobreza ha aumentado de forma exponencial, mientras los más ricos han incrementado fuertemente sus riquezas. Esto abre nuevas perspectivas para posibles estallidos sociales sobre todo en aquellos estados en los que hay más niveles de precarización y pobreza, son los elementos débiles de la cadena de valor de la economía mundial.
También en los países imperialistas se ha profundizado la brecha de ingresos, salarial o de recursos entre los sectores sociales más privilegiados y la clase trabajadora, las mujeres y los jóvenes. Las medidas de sostenimiento de las economías, en mayor o menor medida según las posibilidades de las políticas fiscales de cada Estado, se han basado en sostener el tejido empresarial y financiero, sobre todo de las grandes empresas a costa de dejar en situación aún más precaria a capas cada vez más amplias de la población. El estallido social en Colombia es el último ejemplo de lo que se puede esperar. Tras el intento del Gobierno de Duque de aplicar una reforma fiscal regresiva se ha desatado una revuelta con lucha radicalizada en las calles y huelgas por varias semanas, a la que el gobierno colombiano ha respondido con una represión criminal, pero cuya base es una situación social de grave empobrecimiento y miseria generalizadas de la mayoría de la población. La tendencia general es a que haya muchos más estallidos sociales en otros países.
El Banco Mundial ya hizo una previsión sobre la situación de la pobreza a finales de 2020, señalando que por primera vez en veinte años la pobreza extrema mundial se iba a ver incrementada como consecuencia de las perturbaciones generadas por la pandemia y agravado por la fuerza de los conflictos y el cambio climático, que ya venían desgastando los avances en la reducción de la pobreza desde años atrás. Así señalaba que entre 88 y 115 millones de personas serán arrastrados a una situación de pobreza extrema, alcanzando una cifra total de 150 millones de personas afectadas de pobreza extrema en 2021. Hay que recordar que la pobreza extrema incluye a la población que vive con menos de 1,90 dólares al día. En 2020 ya se conocía que esa situación de penuria absoluta afectaría a entre un 9,1% y un 9,4% de la población, según el “Informe sobre pobreza y prosperidad compartida”, lo que implicaba un retroceso a la situación registrada en 2017. Todo ello implica que al menos un 1% de la población mundial va a caer en la pobreza extrema durante la crisis.
La contracara de esto son los enormes beneficios que las grandes fortunas mundiales han experimentado durante todo el desarrollo de la crisis pandémica. Esas fortunas obscenas e infames en un mundo tan desigual y con padecimientos ingentes y miseria social en expansión para gran parte de la población mundial, se han disparado haciendo que las 20 personas más ricas del mundo hayan acumulado durante la pandemia 1,77 billones de dólares (1,44 millones de euros) de ganancias. Más que el PIB del Estado español, quinta economía de Europa. El crecimiento porcentual ha sido del 24% sobre lo ganado el año anterior, según el índice Bloomberg. Solo Jeff Bezos, a título de ejemplo, el hombre más acaudalado del mundo, ha visto crecer su fortuna en 2020 en 78.900 millones de dólares, un crecimiento del 66,87%. Y atesorando una fortuna total de 193.700 millones de dólares. Pero, en todo caso, el crecimiento estratosférico de las grandes fortunas ha sido generalizado, mientras la pobreza se ha extendido como un reguero de aceite para la mayoría de la población mundial.
Por todo ello, se abren nuevas posibilidades a la lucha de clases a escala mundial por lo que se hace absolutamente ineludible y urgente la necesidad de construir partidos revolucionarios y trabajar ardientemente en la perspectiva de la reconstrucción de la Cuarta Internacional.
Juan Carlos Arias
Nació en Madrid en 1960. Es trabajador público desde hace más de 30 años y delegado sindical por UGT de la Consejería de Políticas Sociales y Familia de la Comunidad de Madrid. Es columnista habitual de Izquierda Diario en las secciones de Política y Economía. milita en la Corriente Revolucionaria de Trabajadores y Trabajadoras (CRT) del Estado Español.