En la región latinoamericana la derecha ha tenido un avanzada considerable. Esto no sería posible sin la ayuda de los sectores reaccionarios como los evangélicos que avalan este avance que va de la mano con políticas de odio hacia migrantes, pueblos originarios, mujeres, diversidad sexual, estudiantes, trabajadoras y trabajadores.

Ulises Núñez Trabajador industrial
Lunes 5 de noviembre de 2018
Tal como hemos visto con Bolsonaro en Brasil, y otros países de la región -como Argentina, Chile, Colombia, Honduras- el crecimiento y avance de la derecha es evidente.
Lo lamentable es ver como ese avance va de la mano con políticas de odio hacia migrantes, pueblos originarios, mujeres, diversidad sexual, estudiantes, trabajadoras y trabajadores.
Pero para que la derecha instaurara todo este lenguaje de odio, les fue necesario apegarse a los sectores de masas más conservadores dentro de la sociedad y que se identifican con esta cultura de opresión. En ese terreno, tienen gran responsabilidad los seguidores de las iglesias evangélicas.
Estos sectores se organizan en contra de derechos fundamentales que se exigen en amplias movilizaciones, que -según aquellos que adoptan la fe como solución a sus problemáticas- son cuestiones inmorales y no corresponden dentro de sus lógicas ideológicas, como el derecho al aborto libre, legal, seguro y gratuito, la identidad de género, entre otras.
La importancia que tuvo para Bolsonaro el poder conquistar a este sector -junto al manejo de las fuerzas armadas y el poder judicial- es un punto de apoyo para que los sectores reaccionarios en Chile sientan interés por conquistar a estas masas aturdidas por las religiones, aunque ya se ha visto que la relación entre Piñera y la Iglesia Evangélica ha tenido altos y bajos.
Durante su campaña de 2009 presentó “30 compromisos” para esa comunidad, la que posteriormente terminó criticándolo por impulsar el entonces proyecto de Acuerdo de Vida en Pareja. Y para su última contienda presidencial también apostó y diseñó una estrategia para conquistar a ese electorado, sobre todo porque su contendor, José Antonio Kast, desplegó su candidatura buscando ese nicho de votos.
Por su parte, las iglesias -algunas de ellas dirigidas por ex militares genocidas de la dictadura militar- avanzan en acuerdos con los gobiernos que les conceden bienios, terrenos y libertades para vociferar con su moralidad.
Además, estás instituciones morales reciben financiamiento por parte del Estado, a cambio de ser sostenedores de sus políticas represivas y opresoras, mientras se niegan a otorgar derechos tan básicos, como salud y educación de calidad, viviendas y trabajo estable y con remuneraciones que cubran el valor de una canasta familiar.
Y es que a la derecha y el fenómeno bolsonarista buscan alianzas con sectores que defienden sus políticas y los intereses de la clase dominante. Esta vez, apuntan a los evangélicos, ya que, por su parte, la iglesia católica viene sumida en una profunda crisis de credibilidad por todos los casos que han salido a la luz durante los últimos años con violaciones, abusos y encubrimiento, actos repudiados por miles y miles de personas en todo el mundo.
Por motivos como estos, es necesario decir: basta de financiar a instituciones violadoras y, también, exigir la separación de las iglesias y el Estado, para que la moral conservadora de las religiones no siga siendo la piedra de tope para los sectores que se movilizan por demandas fundamentales. Esto quedó en evidencia el 8A con la demanda por el aborto en Argentina, en donde tuvo mas peso la moral reaccionaria de la iglesia, que la voz de cientos de miles de mujeres, trabajadores y estudiantes exigiendo este derecho en las calles.
A raíz de este avance y derechización del continente, se hace urgente para la clase obrera, organizar una fuerza internacionalista, que sea capaz de hacer frente a las formas de organización que plantean los sectores reaccionarios que defienden los intereses de la clase dominante, a costa de la precarización y de oprimir al pueblo obrero, las mujeres, comunidades indígenas, diversidad sexual y a la juventud trabajadora y estudiante.
A su vez, resulta imperante impulsar una fuerza que se planteé echar abajo las reformas estructurales que quieren imponer los empresarios por medio sus partidos políticos.
Muy por el contrario, el FA ve desde su tribuna parlamentaria como pasan y pasan ataques a la clase trabajadora y siguen con la línea de “acuerdos parlamentarios” o política de los consensos vía parlamento, desviando la lucha de las calles, donde se podría mostrar la fuerza de las masas movilizadas en las calles con plan de lucha para enfrentar los ataques de la derecha y los empresarios.