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Red Internacional
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OPINIÓN. ¿Expresa el PRI la extinción del viejo sistema político mexicano?

El partido oficial se encuentra ante la posibilidad, no solamente de perder las elecciones, sino de pasar a ocupar un débil tercer lugar en un sistema de partidos en el cual siempre predominó. La pérdida de hegemonía priísta ¿está marcando el fin de una forma de hacer política durante décadas?.

Martes 12 de junio de 2018

Al final de la revolución mexicana y con la tarea de edificar el nuevo estado con instituciones que apuntaran a incorporar al país a los planes de la economía mundial, nace el sistema político mexicano que posibilitó -no sin algunas contradicciones políticas en el bando vencedor- un régimen estable durante 80 años.

Esta necesidad coincidía con la emergencia de los Estados Unidos, que salía triunfador en la Primera Guerra Mundial, y que se proponían hegemonizar al mundo.

Una vez que los generales triunfantes en la revolución se pusieron de acuerdo para gobernar al país bajo la continuidad del grupo dirigente, se instaló un sistema político que dominaba toda la vida nacional. Así, los militares dieron paso a los “licenciados” una vez que la paz capitalista estaba garantizada.

Las instituciones encargadas de proporcionar la asistencia y la seguridad social estatal, fueron la herramienta con la cual el sistema se aseguró una enorme base social que propició gobiernos fuertes.

Para ello fue clave la política de masas del presidente Lázaro Cárdenas, que a través de concesiones a la clase trabajadora, logró un apoyo ante la aún débil burguesía mexicana, y demostró cierta fuerza ante el gobierno estadounidense de ese entonces. La expropiación petrolera no se entendería sin este apoyo de masas que el sector de izquierda de la clase dominante fue construyendo para asegurar su hegemonía política.

Lázaro Cárdenas y la expropiación petrolera

Fue esa política de masas la que corporativizó al campesinado y al movimiento obrero que venían de resentir la política reaccionaria del “maximato” de Plutarco Elías Calles quien ignoró las demandas populares para favorecer a los latifundistas y a los empresarios extranjeros.

La expulsión de Calles del país por el gobierno de Cárdenas, permitió sentar las bases de un sistema político fuerte basado en su famoso Plan Sexenal y algunas reformas populares, a partir de las cuales el partido oficial enfrentaría con facilidad todas las siguientes elecciones presidenciales hasta finalizar el siglo pasado.

Obviamente, esto implicaba fortalecer a nivel nacional la maquinaria electoral estatal a partir de la organización territorial, dirigida por los gobernadores delegados estatales del partido, dependencias estatales y burocracias sindical y campesina regionales. Y donde los fraudes no tenían mayores consecuencias, salvo la masacre de las elecciones de 7 de julio de 1940 contra los almazanistas.

Por lo que la certidumbre en la continuidad del PRI en el gobierno nunca fue un problema para el partido-régimen, pues en los hechos no había una verdadera competencia electoral. En esta política, la “unidad” del “partido de Estado”, fue fundamental.

Los 80s, el neoliberalismo y la ruptura con las masas

Sin embargo, la derechización del PRI en la década de 1980 al aplicar los planes neoliberales restando fuerza al Estado como rector de la economía y privatizar las empresas paraestatales (Teléfonos de México, minería, siderurgia, reprivatización de la banca, terminar con el sistema ferroviario, privatizar áreas de la salud y la seguridad social, y terminó el reparto agrario), creó mucha descontento y polarización social.

Carlos Slim, Luis Donaldo Colossio, Francisco Hernández Juárez y Carlos Salinas de Gortari.

No obstante, el fuerte presidencialismo y la antidemocracia interna provocaron un considerable debilitamiento de este partido, que se profundizó con la ruptura en 1987 de la Corriente Democrática encabezada por Cuauhtémoc Cárdenas.

Aprovechando este desgaste estratégico, la participación del Frente Democrático Nacional postulando a Cárdenas a la presidencia en 1988 (elecciones que son señaladas como un fraude inédito), la hegemonía del PRI recibe un fuerte golpe del que ya no se recupera.

Resultado de eso, pierde el poder en la capital del país en 1997, a la vez que pierde la mayoría absoluta en el Congreso de la Unión. En el 2000, la pérdida la presidencia significó un gran salto en la crisis y en el poder del partido hegemónico en el país.

Al regresar a la presidencia en el 2012, todavía impuso las reformas reaccionarias realizadas con el Pacto por México, permitiendo la inversión privada en la electricidad y el petróleo. Así, y con la crisis abierta por la desaparición de los estudiantes normalistas de Ayotzinapa, el PRI le daba la estocada a esa política de masas iniciada en los años treinta.

2014: movilización por la aparición con vida de los normalistas de Ayotzinapa

Nunca se vio a un PRI tan debilitado en una elección presidencial (en un tercer lugar y con 30 puntos abajo del puntero en las preferencias). Al grado de que, -como cualquier subasta, en esos momentos se aboca abiertamente a la compra abierta de votos -con el INE mirando hacia otro lado- en el edificio nacional del PRI.

Hoy, para ascender a un segundo lugar y mantener algunas posiciones en los congresos estatales- le queda el famoso fraude tricolor. Sin embargo, a estas alturas, difícilmente podría el gobierno evitar una crisis mayor que rebase el descontento meramente electoral.

¿Hubo “transición democrática”?

Hoy el PRI es un partido en crisis. El PRD y el PAN atraviesan divisiones y procesos de vaciamiento.

Malas noticias para los politólogos (y algunos “marxistas”) que confiaban en la “transición democrática” prometida en el 2000. Una “transición” donde siguieron imperando los fraudes y la derecha clerical se funde en alianza con una centroizquierda cada vez más derechizada. Y donde un partido emergente se alimenta de los políticos de derecha, ultraderecha, centroderecha, y otros tránsfugas del PAN, del PRI y del PRD, para quedar bien con todos (“amor y paz” es su lema ahora). Un partido como el Morena, sin identidad propia.

Fracaso de un mitin electoral del PRI en Michoacán

Así, al impulsar la “transición pactada” en una etapa senil de su vida, signada también por un descontento soterrado de las masas que no termina de aflorar por la emergencia de de nuevas mediaciones (PRD, EZLN, Morena) el “nuevo” PRI, no ha tenido la fuerza para mantener el equilibrio político de un sistema que provenía del llamado “priato”.

¿Después de las elecciones del 1 de julio, los partidos del Congreso tratarán de vendernos una segunda transición democrática?

La clase trabajadora debe evitar la trampa del 2000 y proponer una salida independiente, creando organizaciones independientes e instituciones que no correspondan a los intereses de la “democracia de los ricos”.


Mario Caballero

Nació en Veracruz, en 1949. Es fundador del Movimiento de Trabajadores Socialistas de México.