Militante desde joven en diversos grupos del trotskismo y desde los años 80 impulsor del PRD mexicano, estudioso de la revolución mexicana y de diversas formas de organización obrera.
Alicia Rojo @alicia_rojo25
Viernes 21 de julio de 2023 00:00
Adolfo Gilly nació en Argentina en 1928, murió en México este 4 de julio. Militó en la juventud del Partido Socialista argentino y posteriormente, junto a su amigo Guillermo Almeyra, se integraron hacia fines de los años 40 al grupo trotskista dirigido por J. Posadas, el Grupo Cuarta Internacional (GCI). Allí militó como trabajador gráfico, se destacó como enviado a América Latina desde mediados de la década siguiente y representó al Buró Latinoamericano (BLA) junto a Posadas en el Secretariado Internacional de la Cuarta Internacional dirigido por Ernest Mandel y Michel Pablo.
En una larga entrevista recuerda: “leí La revolución traicionada de Trotsky cuando tenía dieciocho años, pero lo que realmente me hizo aproximarme al trotskismo fueron dos artículos de Trotsky sobre Lázaro Cárdenas que analizaban las continuas oscilaciones del gobierno mexicano posrevolucionario entre la subordinación al imperialismo y la defensa de los intereses de los trabajadores. En opinión de Trotsky, esta variación se debía a la debilidad de la burguesía nacional y al relativo poder del proletariado. En su opinión, el cardenismo era una forma sui generis de bonapartismo, que intentaba elevarse «por encima de las clases», haciendo concesiones a los trabajadores con el fin de asegurarse cierto espacio de maniobra contra el capital extranjero. Me sentí vivamente impresionado por la fuerza de los argumentos de Trotsky.” [1]
En su labor internacional llegó a Bolivia en 1956 y permaneció 4 años trabajando con el Partido Obrero Revolucionario (POR) en el sector liderado por Hugo González Moscoso. Después viajó a Europa donde presenció los procesos de cambios en la organización de la producción a partir de los cuales reflexionó sobre la necesidad de “desarrollar formas diferentes de organización del movimiento obrero”; además asistió a “los inicios del movimiento de la autonomía y a los consejos de los trabajadores” que consideraba “similares a las comisiones internas creadas en las fábricas argentinas” y que culminaría en el otoño caliente de 1969. [2] Esta preocupación en las formas de organización de base de la clase trabajadora, la expresó en relación a la clase trabajadora argentina en que aportó la idea de “anomalía argentina”: “Este nivel de organización, posiblemente el más alto de América Latina y uno de los más altos del mundo, tiene su punto de fuerza en el seno mismo de la producción, en los delegados de sección, los cuerpos de delegados y las comisiones internas. Este poder social ejercido en el lugar de trabajo tiende a crear periódicamente en el capitalismo argentino una crisis de valorización y una crisis de acumulación, al impedirle comprimir el salario en medida suficiente para recuperar la tasa de ganancia, al cuestionar el mando mismo del capital en el lugar de producción, el control del proceso de trabajo en la fábrica.” [3]
En los años 60 Gilly recorrió Cuba, Chile y Guatemala y 1966 llegó a México donde fue detenido en una redada contra el Partido Obrero Revolucionario Trotskista (PRT) de México, antesala de la represión contra la izquierda que se desataría desde 1968 y que culminaría con la Masacre de Tlatelolco y cientos de presos políticos. En prisión permanece hasta 1972 y allí escribe su libro La Revolución Interrumpida. México, 1910-1920. Una guerra campesina por la tierra y el poder. Sobre este libro Gilly comentó: “La idea para la arquitectura del libro proviene del prólogo de Trotsky a su Historia de la Revolución rusa, donde describe la curva de la Revolución. Mi idea era intentar establecer la forma equivalente respecto a la Revolución mexicana. En mi análisis, la culminación llegó no con la firma de la Constitución de 1917 en Querétaro, como sucede en los estudios oficiales, sino con la ocupación de la ciudad de México por los ejércitos de Villa y Zapata en diciembre de 1914 (…) Pero, después de que ambos ocuparan la capital en diciembre, los dos líderes campesinos no supieron qué hacer con ella. La persona que sí sabía que había que hacer era Álvaro Obregón, que fue capaz de explotar la debilidad política del villismo y finalmente aplastarlo. Desde ese momento, la Revolución traza una larga curva descendente.” [4]
Gilly desarrolla en su obra elementos fundamentales para una interpretación marxista de la Revolución mexicana, aplicando categorías como la ley del desarrollo desigual y combinado y un análisis de la dinámica de las fuerzas sociales en pugna. Confronta además con las corrientes historiográficas oficiales y estalinistas; las primeras justificando el destino de la revolución como el único posible y la visión estalinista que la consideraba una revolución antifeudal y burguesa que debía garantizar el desarrollo capitalista como etapa previa al socialismo. Los postulados de la obra de Gilly sostienen que la dinámica anticapitalista de la revolución chocó con la ausencia de una alianza entre el proletariado y el campesinado y la inmadurez política y social de la clase obrera para jugar un rol revolucionario.
La Revolución iniciada en 1910 fue “interrumpida” “en la medida que no hubo un aplastamiento contrarrevolucionario de las masas y el nuevo poder tuvo que retomar, a su modo y parcialmente, algunas de las demandas motoras de la insurgencia, quitándoles todo filo revolucionario.” [5] Sin embargo, esta definición de Gilly no solo hace referencia a este aspecto que refiere a la falta de la intervención dirigente del proletariado ya que para el historiador la revolución dio lugar al fortalecimiento de “un ala pequeñoburguesa radical y socializante, nacionalista y antiimperialista” que fue “expresión política de la continuidad de la Revolución”, aludiendo aquí al sector liderado por Lázaro Cárdenas, Francisco Múgica y otros oficiales, es decir, la izquierda del bando triunfador de la Revolución. [6]
Como plantea Pablo Oprinari: “Tras el correcto adjetivo de “interrumpida” se encontraba entonces la idea de una continuidad entre la dinámica del proceso revolucionario y el sector “socializante” que finalmente llegaría al gobierno en 1934 con Lázaro Cárdenas. En síntesis, podemos decir que, aunque interrumpida, para el autor la Revolución continuó y pervivió en un ala de la facción triunfante. (…) En ese sentido, Gilly, aunque le da a La Revolución Interrumpida una estructura muy similar a la Historia de la Revolución Rusa de León Trotsky y pretende abrevar en las ideas de la Revolución Permanente, en realidad contradice algunos de sus postulados, cuando le adjudica a una fracción burguesa la potencialidad de realizar lo que no pudieron hacer los obreros y los campesinos: retomar, continuar y culminar la Revolución.”
En los años siguientes Gilly profundizó estas posiciones y escribió gran cantidad de trabajos reivindicando obra y el legado de Lázaro Cárdenas: “Veo a Cárdenas como la continuación y conclusión de la Revolución. Lo que había sido interrumpido (…) se concluyó aquí.” [7] Su abandono del trotskismo se hizo abierto con su ruptura con el PRT y su adhesión política al movimiento dirigido por el hijo del presidente mexicano, Cuauhtémoc Cárdenas, convirtiéndose en miembro fundador del PRD a fines de los años 80, para distanciarse después y apoyar a la dirección del ejército zapatista, el EZLN.
[1] Adolfo Gilly (entrevista), “Lo que existe no puede ser verdad”, en New Left Review nº 64, Madrid, 2010 https://newleftreview.es/issues/64/articles/adolfo-gilly-lo-que-existe-no-puede-ser-verdad.pdf
[2] Idem.
[3] Gilly, Adolfo, “La anomalía argentina (Estado, corporaciones y trabajadores)”, en Cuadernos del Sur Nº 4, 1986, citado en Ruth Werner y Facundo Aguirre, Insurgencia obrera en la Argentina 1969-1976. Clasismo, coordinadoras interfabriles y estrategias de la izquierda, Ediciones IPS. https://edicionesips.com.ar/producto/insurgencia-obrera-la-argentina-1969-1976/
[4] Adolfo Gilly, entrevista, op. Cit.
[5] Pablo Oprinari, Revolución Mexicana. Contrapuntos sobre la Revolución Mexicana. Debate con las interpretaciones de Enrique Semo, José Revueltas y Adolfo Gilly en torno a la revolución iniciada en 1910. https://www.laizquierdadiario.mx/Contrapuntos-sobre-la-Revolucion-Mexicana
[6] Idem.
[7] Adolfo Gilly, entrevista, op. Cit.
Alicia Rojo
Historiadora, docente en la Universidad de Buenos Aires. Autora de diversos trabajos sobre los orígenes del trotskismo argentino, de numerosos artículos de historia argentina en La Izquierda Diario y coautora del libro Cien años de historia obrera, de 1870 a 1969. De los orígenes a la Resistencia, de Ediciones IPS-CEIP.