El acampe en solidaridad con Palestina, por la ruptura de los convenios con universidades de Israel en la Universidad de Chile, y la toma del campus Juan Gómez Millas contra la precarización, han estado bajo asedio durante semanas por parte de las autoridades, los medios y la opinión pública. Las feministas socialistas estamos con las y los estudiantes.
Viernes 21 de junio
Niña registrando a un soldado, Banksy, 2007, en el muro oeste de Belén en Cisjordania
Los atacaron las autoridades universitarias, con calumnias, entrevistas bulladas en los medios, victimización e instrumentalización del feminismo; los atacó la prensa, levantando fake news para poner a la opinión pública en su contra; los llegó a atacar el mismísimo presidente de la república, Gabriel Boric, juzgando desde el desconocimiento y el oportunismo. A los estudiantes en lucha de la Universidad de Chile los atacaron desde todos los frentes que pudieron, en un orquestado e inusitado acto de criminalización a la organización y movilización. Buscaron ridiculizarlos, mostrarlos como verdaderos vándalos e incluso recurriendo a acusarlos de violencia machista contra la rectora por el famoso lienzo colgado afuera de la Casa Central de la institución.
Resulta de mínima curioso que, tanto el presidente como la ministra vocera de gobierno Camila Vallejo -quienes deben gran parte de su capital político al movimiento estudiantil chileno- hoy que están en el poder, se lancen contra los estudiantes movilizados.
Las autoridades universitarias y gubernamentales eligieron escandalizarse por un lienzo o por una marca en la mano, antes que por la masacre en Palestina o la pérdida de un dedo de una funcionaria de Artes. No hay sentido de la proporción. Lo cierto es que la campaña de criminalización y negativa ante las demandas estudiantiles da cuenta de un profundo temor a que el fantasma del movimiento estudiantil encarne en una nueva generación.
Porque nunca una toma del campus Juan Gómez Millas le había importado tanto a un gobierno, y nunca un lienzo había significado tanto revuelo. Pero ningún grito en el cielo ni por la educación pública, ni por el genocidio en curso.
Causa rabia e impotencia la hipocresía, porque para defender a la rectora utilizaron las autoridades el feminismo, pero la situación crítica de las trabajadoras en la Universidad no les mueve un pelo, ni les escandaliza tanto como un trozo de tela con un dibujo. Como comentamos en un artículo anterior, hay casos concretos donde trabajadoras han perdido la vida o partes de su cuerpo por la precariedad laboral que existe en el plantel universitario, una de las casas de estudio más prestigiosas del país. La perspectiva de género no alcanza para todas en la “casa de Bello”.
La ruptura de convenios con universidades sionistas es uno de los motores que mueve a los estudiantes, pero no solo eso: las movilizaciones en curso son en solidaridad con las y los funcionarios de la Universidad de Chile, y problematizan también las infraestructuras deficientes y el autoritarismo. Las autoridades han elegido la intransigencia y preservar el status quo de la institución. Hasta el momento, la rectora ha sido incluso más autoritaria que sus predecesores varones. Quiere una masa estudiantil domesticada, que se dedique a estudiar solamente, ignorando el rol transformador que ha jugado y puede jugar nuevamente un movimiento estudiantil activo y en las calles.
Pareciera ser que la memoria colectiva es a veces frágil, sin embargo, los grandes empresarios y sus políticos no han olvidado que un sector que los puso en aprietos durante la segunda mitad del siglo XX y durante este siglo ha sido el movimiento estudiantil, a nivel internacional. Ejemplos emblemáticos como el mayo francés -que generó una de las huelgas generales más grandes de la historia- o las protestas mundiales contra la guerra de Vietnam son quizás ya demasiado antiguos para las nuevas generaciones, sin embargo, la lucha por la educación gratuita del 2011 en Chile abrió un nuevo ciclo político en este territorio que tuvo como consecuencia, entre otras cosas, la aparición de movilizaciones y huelgas obreras, y la activación de un nuevo movimiento de mujeres y disidencias. Por ejemplo, posterior al 2011, las discusiones respecto a las problemáticas de género y sexualidades crecieron enormemente, conformándose secretarías de género en varias universidades y liceos que luego permitirían organizar el mayo feminista del 2018.
La clase dominante no olvida tan fácilmente que la lucha de las y los estudiantes tiene un enorme potencial. Tienen miedo de que nuevamente se forme un movimiento estudiantil que sea un actor político nacional. Que se organicen con las y los trabajadores. Que enciendan algo que no puedan controlar. Tienen miedo de que se vuelva a generar un cuestionamiento al precario orden que han reconstituido. Por eso quieren bloquear a toda costa su emergencia, llegando a tildar hasta de fascistas a los estudiantes movilizados.
Sin embargo, son esos estudiantes nuestros aliados, porque pelean en solidaridad con un pueblo oprimido y por condiciones dignas de trabajo para las funcionarias; porque el autoritarismo universitario afecta mayoritariamente a las trabajadoras; porque ir contra ese autoritarismo desafía la estructura jerárquica y patriarcal del espacio universitario, que es necesario echar abajo para construir una universidad al servicio de los intereses populares y no de una minoría. Mientras no se rompa con esas lógicas mercantiles y autoritarias al interior de la universidad, seguirá reproduciendo el patriarcado, aunque la autoridad a cargo sea mujer.
El sector educativo, un importante nicho de acumulación capitalista en nuestro país, es ampliamente feminizado: pelear por la defensa de la educación pública y por terminar con el mercado en la educación es una bandera feminista en tanto afecta las vidas de millones de mujeres, madres, trabajadoras, y estudiantes que viven precariamente producto de la deuda educativa o con la sobrecarga de la triple jornada laboral, como en el caso de las profesoras. Luchar por la defensa de la educación pública implica poner como demanda de primer orden la democracia en los espacios educativos y la educación gratuita universal y no sexista con financiamiento directo, terminando con el negocio educativo y el autoritarismo.
Conquistar una educación que sea un punto de apoyo en la erradicación de la violencia contra las mujeres y disidencias, no es una pelea fácil, porque defender la educación pública hoy implica ir contra los intereses de los grandes empresarios. Para financiar una educación pública de verdad, necesitamos nacionalizar los recursos naturales que hoy se encuentran en manos de capitales privados. Las feministas socialistas estamos con los estudiantes movilizados porque sus demandas son justas y porque confiamos que pueden ser una chispa para rearticular una fuerza capaz de poner al centro de la agenda las demandas populares y conquistar todos nuestros derechos postergados.