El pasado 10 de febrero más de 20 mil personas se congregaron en la “ZAD” (Zona a defender) de Notre-Dame-des-Landes, 30 kilómetros al noroeste de Nantes. Celebraron la cancelación definitiva del proyecto de construir un mega aeropuerto que iba a afectar el medio ambiente y la actividad de los agricultores locales. La génesis de esta lucha histórica. El debate surgido en Francia. Cómo un pequeño grupo logró frenar a la principal empresa constructora de occidente. La creación de una comunidad autónoma y diversa que conquistó el apoyo de millares de personas. La continuación de la lucha y los desesperados intentos del gobierno por frenar el movimiento “zadista”.
Ignacio Incardona @PanoramaNegro
Martes 13 de marzo de 2018 11:54
En la década del 70, unos terrenos de más de 200 hectáreas al noroeste de la ciudad de Nantes, fueron declarados por el gobierno local como “Zone d’Aménagement Différée” (“ZAD” o zona de desarrollo diferido o ulterior, una especie de delimitación de un territorio que el poder público puede adquirir de manera arbitraria cuando lo considere).
El gobierno quería construir allí, cerca del pueblo “Notre Dame des Landes” (NDDL) un mega aeropuerto. La idea era reemplazar al de la ciudad de Nantes, porque consideraban que estaba quedando pequeño ante el creciente tránsito aéreo de esta zona del mapa francés en franca expansión.
A los mentores del proyecto les importaba muy poco la actividad económica de los agricultores que vivían de lo que producían en esos suelos, y el ecosistema de humedales que alberga a especies en peligro de extinción como el tritón crestado. La vocación “desarrollista” de los fundamentalistas del “progreso” no se fija en estos detalles “irrelevantes”.
Desde el inicio el proyecto tuvo un fuerte rechazo de las comunidades locales, pero no pasó de las discusiones públicas. Fue en 2003 cuando el alcalde de Nantes, Jean Marc Ayrault, dio un nuevo impulso a la idea del “Gran aeropuerto de oeste”, declarándolo de “interés público” unos años más tarde. El emprendimiento implicaba una inversión millonaria, de cerca de 700 millones de euros.
A cargo de esta monumental obra quedaba el grupo Vinci, una sociedad anónima francesa que ocupa el cuarto puesto en el listado de empresas constructoras más grandes del mundo (por detrás de tres empresas chinas), con ingresos anuales cercanos a los 38 mil millones de euros en 2016, y ganancias netas por mil millones de euros en el primer semestre de 2017. Un monstruo de proporciones inimaginables.
Cuando empezaron las expropiaciones de los terrenos para “limpiarlos” y dejarlos listos para ser arrasados por las máquinas constructoras, empezó la resistencia.
“A partir del 2009 se produjo una ola y cientos de jóvenes llegaron al mismo tiempo para empezar a ocupar las tierras y construir cabañas en los bosques y en los campos, pero también para ocupar granjas abandonadas por los propietarios que se fueron de la zona como consecuencia del proyecto del aeropuerto, que fue reactivado en ese tiempo”, cuenta Christian Grisollet, copresidente de la ACIPA, (Asociación Ciudadana Intermunicipal de las Poblaciones afectadas por el proyecto del Aeropuerto), creada en el año 2000 con el objetivo de brindar información a las pobladores locales sobre los daños que implicaría la construcción del aeropuerto.
En 2004, desde ACIPA, se ocuparon de federar todos los grupos que se oponían al proyecto en la “Coordinadora de los opositores”, para empezar a articular una lucha que llevaría años.
De manera progresiva, grupos de ecologistas y personas de diversas ideologías políticas fueron tomando los terrenos. A partir de entonces, la sigla “ZAD” cambió de sentido. Esa zona natural única, con sus humedales y su fauna en peligro de extinción, sería desde ese momento la “Zona A Defender” (“Zona A Defendre”).
La violencia del Estado
El gobierno francés no iba a quedarse de brazos cruzados ante estos grupos revoltosos que ocupaban “ilegalmente” terrenos de “interés público”. En 2012 el operativo policial “César” tenía la orden de desalojar la ZAD, con la violencia típica de las fuerzas represivas del Estado burgués.
Había que sacar a esos “terroristas” que no reconocían al Estado como autoridad legítima. “Hubo por lo menos unas 15 granjas destruidas, de las cuales no quedó nada. Las palas mecánicas venían con unos trailers que se llenaban de piedras y en el lugar de la granja quedaba un terreno vacío, como si nada hubiese existido”, relata Grisollet.
Pero la policía se topó con las barricadas y con la defensa férrea de los ocupantes, que resistieron estoicamente. “Esto lo hemos resistido la gente que vino a instalarse y defender la tierra, y el campesinado de la zona; hubo muchas luchas, hubo barricadas, hubo enfrentamientos, choques, fricciones, una mini guerra civil en toda el área. Pero no sólo eso, estuvieron presentes también todos los que estaban comprometidos en la pelea desde hacía varios años, que se unieron a la lucha cercando a los batallones de la policía, y que hicieron prueba de una gran solidaridad trayendo ropa y comida... hubo una organización sensacional que venía de todos los departamentos de los alrededores”, destaca el copresidente de ACIPA.
Las imágenes de los brutales ataques policiales recorrieron el país y las muestras de apoyo a la ZAD no tardaron en llegar. Más de 200 comités de apoyo surgieron por toda Francia y en varios rincones del planeta, hasta en México. Movilizaciones masivas en Nantes, cortes de rutas, cadenas humanas para proteger la zona, huelgas de hambre para impedir desalojos… los ocupantes utilizaron todas las herramientas de lucha posibles para enfrentarse al gran capital… ¡Y triunfaron!.
Luego de la retirada de los gendarmes y el fallido operativo “César”, comenzó la “Operación Obélix”, el nombre del compañero de Astérix, el personaje de la historieta creada en Francia, que en su pequeña comarca resistió las invasiones romanas, justamente de César. Los ocupantes, con ayuda de más de 40 mil personas movilizadas, reconstruyeron las casas y las granjas destruidas por la policía. Desde aquella muestra de solidaridad impresionante, las fuerzas policiales casi no pisan la ZAD, y cada vez más gente se acerca a vivir allí, siendo hoy unos 200 los pobladores estables.
Un fantasma empezó a recorrer Francia. La ola se hizo irrefrenable. Empezaron a surgir otras “ZADs” en otras zonas naturales en riesgo, ya sea por la instauración de basurales radioactivos, o por la construcción de autopistas o represas. Una nueva palabra fue incorporada a los famosos diccionarios franceses “Le Petit Robert” en 2015; surgía un nuevo colectivo combativo: los “zadistas”.
El triunfo de unos, la derrota de otros
Desde la fallida y violenta intervención estatal en 2012, ningún burócrata ha querido mancharse las manos en esa zona en conflicto, con tan férrea defensa popular. Por eso el proyecto quedó congelado durante más de cinco años. Pero el flamante presidente francés, Emmanuel Macrón, no pudo evadir más el tema, ya que vencía el plazo de 10 años desde la declaración de “interés público” del proyecto. Había que decidir: se hace o no se hace al aeropuerto.
“Constatamos que las condiciones no están reunidas para llevar a cabo el proyecto de aeropuerto en Notre-Dame-des-Landes. Tal proyecto, que estructura el territorio para un siglo, no se puede hacer en un contexto de oposición tan fuerte.” El primer ministro, Édouard Philippe, fue la cara de la derrota del establishment francés el pasado 17 de enero de 2018, día que quedará en la historia.
El presidente del proyecto de aeropuerto, Philippe Grosvalet, criticó la decisión y la consideró anti democrática, apoyándose en el referéndum realizado en 2016 en la región “Loira Atlántico”, donde ganó el “Si” al aeropuerto, con un 55% de los votos. La participación fue baja, de cerca del 50%, y los “zadistas” no estuvieron de acuerdo con la forma en que se implementó el referéndum, ya que se amplió la consulta a más regiones ajenas a la lucha.
“Es un choque entre dos culturas”, explica al diario El País el periodista Hervé Kempf, redactor jefe de la publicación “Reporterre” y autor del libro “Notre-Dame-des-Landes”. “De un lado, la del crecimiento, el desarrollo, las infraestructuras: un mundo de los años 60-70-80 en el que Francia vivía con la necesidad de desarrollarse y modernizarse. Es una cultura caduca. Del otro lado, la de los que dicen ‘basta, hay que preservar la naturaleza, el campo, las zonas húmedas, y podemos imaginar otras maneras de ser y vivir juntos’. Son los modernos de hoy”.
El caso de “Reporterre” es excepcional, los medios tradicionales trataron el tema de manera reaccionaria. Calificaron a los “zadistas” como “terroristas”, los pusieron en el lugar de los “violentos” y “anti-democráticos”.
“Gracias a la cancelación del proyecto la gente va a poder mirar con ojos diferentes lo que va a pasar en Notre Dame Des Landes, y entender cómo los medios presentaban la ZAD y a los zadistas desde el peor punto de vista posible con ayuda de los ‘Pro aeropuerto’, quienes exacerbaron estas visiones negativas. Suponemos, con mucha esperanza, que va a haber un giro de posición, y la ZAD va a poder ser vista como un lugar de experimentación y otra forma de convivir juntos”, explica Grisollet, copresidente de ACIPA.
Mucho más que resistencia: la utopía se materializa
“Como en cualquier lado, hay conflictos de vivencia, peleas, problemas. Pero aquí tratamos de resolver esas cuestiones colectivamente, sin ayuda de jueces, prisiones o sicólogos. Y esta experiencia a la cual se unieron miles de personas desde hace unos 10 años, da esperanza y algo de sentido en una época en la que el capitalismo devasta lo poco que queda de respirable en este mundo”, explican los zadistas en un comunicado.
“Son jóvenes que realmente quieren hacer agricultura artesanal, porque muchos en la ZAD quieren dejar de hacer las cosas a las que están forzados en la sociedad, como tener un trabajo, subir en la escala social, comprar una casa, ser consumidor, estar dentro del sistema, etc. etc. Hay algunos a los que eso no les gusta más. Eso es muy innovador y ayudará a una mayor concientización que la ZAD y los zadistas son ‘otra cosa’, son algo diferente de lo que mostraron los medios. Eso es lo más interesante”, dice el copresidente de ACIPA.
Fue surgiendo en la última década una comunidad ecléctica y variopinta, que se plantea llevar el movimiento mucho más allá que un colectivo de “resistencia” o ecologista. La intención es crear una nueva sociedad, que viva de forma distinta, que con-viva, que trabaje la tierra de otra manera, en armonía con la naturaleza, motivada por otras cuestiones alejadas del consumismo. Están materializando lo que los defensores acérrimos del sistema denominan como “utopía”. Están demostrando que esa utopía es posible.
“Es cierto que el proyecto está a punto de quedar enterrado, pero el mundo que va con él sigue vivo y seguirá su obra depredadora. Sería una lástima dejar que se apague la increíble fuerza colectiva que se constituyó con centenares de comités locales y miles de personas involucradas en esta lucha. (…) Porque zonas a defender, existen por miles”, declaran los zadistas.
El gobierno tiene planes para evacuar la zona a como dé lugar. Esa comunidad surgida al calor de la lucha es un mal ejemplo, harán lo posible por eliminarla. Son rebeldes que desafían la autoridad del inmaculado Estado moderno (ya muy antiguo). Con sus fuerzas represivas no pudieron. Con su legalidad tampoco. El bombardeo mediático no dio sus frutos. Apelaron a todas las armas que tenían a mano pero no pudieron contra la ZAD. Habrá que ver qué carta juegan en los próximos años.
“No somos ingenuos, sabemos que cualquier cosa puede pasar de aquí al próximo verano, como que el Gobierno intente nuevamente desalojar a los ocupantes. Estamos felices de haber ganado la batalla en contra del proyecto del aeropuerto, pero no tenemos a certeza de que sea un triunfo definitivo, porque el riesgo de evacuación de personas que ‘no tienen nada que hacer aquí’ -desde el punto de vista del Estado y del poder-, todavía subsiste”, dice Grisollet, y aclara que “el Estado está muy consciente y observando lo que pasa en Notre Dame Des Landes, por lo que pueda llegar a ocurrir en otras luchas. No podemos decir que el Estado va a quedarse indiferente a lo que está pasando aquí”.
Mientras tanto, en las sombras, las negociaciones entre la principal empresa constructora del país continúa. Ellos tampoco se quedarán de brazos cruzados. Aún resta por definir si van a realizarse las obras de ampliación del aeropuerto actual de Nantes, y si dicha obra será adjudicada a Vinci, que hará todo lo posible por cobrar una indemnización por esta sorpresiva cancelación del proyecto, indemnización que según estimaciones mediáticas, podría llegar a los 350 millones de euros.
El pasado 10 de febrero fue una jornada de celebración. Más de 20 mil personas venidas de todos los rincones de Francia y de varios países del mundo, se congregaron en la ZAD. Todos los allí presentes se solidarizaron con la lucha de los “zadistas”, que ya inspiran a luchadores de todo el planeta con su experiencia triunfal.
Hubo conciertos con bandas sonando en los distintos escenarios, se quemó de un avión de madera gigante, los buffets populares ofrecieron comida orgánica, se vieron abrazos, la gente sonreía, muchos daban gritos de alegría… fue un estallido eufórico antes de volver a la lucha.
Los rebeldes de la ZAD de NDDL no están solos. Esas miles de personas los apoyarán hasta el final. Estos revoltosos se animaron a romper las cadenas y acercarse a la conquista de la libertad, poniendo un freno al gran capital. Esta lucha histórica aún tiene mucho por ofrecer a Francia y al mundo. Tras la resistencia, ahora vendrá la etapa creativa, llena de desafíos y preguntas, que ellos mismos deberán resolver, con todo lo hermoso que ello implica.