Ante la decisión de la CUP de apoyar a un nuevo gobierno de los partidos del procesismo, es necesario abrir un debate en la izquierda revolucionaria para construir una alternativa que se oponga decididamente a su programa y estrategia.
Domingo 21 de marzo de 2021
No se puede ser de izquierdas y dar apoyo a un Gobierno ni de ERC ni del JxCat en el pleno de investidura que se celebrará previsiblemente entre el 26 y el 28 de marzo. Es necesario construir una izquierda independiente de toda variante política patronal, que no caiga a apoyar al mal menor, lo cual le allana el camino al mal mayor y nos desarma para construir una alternativa política de clase que apueste inequívocamente por la lucha en las calles.
Una alternativa política que luche consecuentemente por el derecho a la autodeterminación sin caer en la confianza en la negociación con el Estado o en el auxilio de la comunidad internacional, ilusiones que nos han llevado hasta donde estamos.
Esta es la perspectiva que venimos proponiendo desde la CRT desde antes del 14F, cuando llamábamos a un frente político electoral con un claro programa anticapitalista y una hoja de ruta que partiera de un firme principio de la independencia de clase, a la izquierda revolucionaria como Lluita Internacionalista, Corrent Roig y a otras organizaciones y sectores que se oponían al curso tomado por la CUP. Una propuesta a la que se negaron.
Respecto a Lluita Internacionalista en particular, siendo que es la única organización de la izquierda trotskista que actúa dentro de las candidaturas de la CUP y con quiénes hemos compartido espacios de debate de la organización independentista, es necesario reabrir un debate. Como decíamos en el artículo “Los 12 puntos de “izquierda” de la CUP: un documento diplomático para disimular una hoja de ruta moderada: “Los compañeros de LI optaron más bien por una línea oportunista, de renunciar a la lucha política pública contra el “nuevo ciclo” y a proponer una alternativa política. Partieron de obviar en los hechos el resultado del debate interno, sin publicar una sola crítica pública a los documentos finales que recogían lo fundamental del rumbo moderado y gobernista que impregna hoy la precampaña electoral. A la vez, ofrecieron a la CUP un acuerdo de mínimos de 12 puntos, algo que en su momento criticamos y advertimos, como se confirma ahora, que de ser aceptados no pasaría de ser un documento diplomático para contentarles”.
Hoy la CUP tiene una definición clara, confirmada aún más en la última Conferencia con la presencia de los dirigentes del procesisme. Pero Lluita Internacionalista insiste en volver a los “12 puntos” tal como plantea en un artículo: “La CUP, com a força majoritària de la candidatura de coalició CUP-G està davant una cruïlla: entre ser el furgó d’esquerres del Govern neoliberal i autonomista d’ERC amb JxCAT o construir-se com una alternativa clara per la doble ruptura -amb l’estat i el capitalisme- l posar-se al servei de les lluites. Nosaltres lluitarem per aquest segon camí”. I considera que aquest camí “es recull en el primer dels 12 punts que les organitzacions de la coalició van acordar”.
Coincidimos con las críticas que esta organización hace a la CUP. Pero es tarde para exigir que “no entre al Gobierno de la Generalitat”, algo que, como ya ha dejado claro la CUP, era su intención antes del 14F. Y es que si finalmente la izquierda independentista no entra en el Ejecutivo catalán, no será por la falta de esfuerzos puestos en este objetivo, sino más bien porque incluso con toda la moderación programática realizada por parte de la CUP, ERC y JuntsxCat prefieren seguir haciendo tratos en solitario.
Aún así, independientemente de esta cuestión, la entrada o no en el gobierno catalán, la interpelación de la CUP a una unidad estratégica a ERC y JuntsxCat debería ser suficiente motivo para rechazar toda participación en un proyecto político que tiene como norte la conciliación de clases. Y este aspecto es mucho anterior al 14F.
Lamentablemente la política de LI continúa siendo el último furgón de cola de la política del giro a la derecha de la CUP y su estrategia de conciliación de clases. Así lo viene siendo desde la definición política y programática de la CUP antes de las elecciones, en las que L.I se negó a dar una lucha política clara y abierta y, sobre todo, manteniendo un propagandismo declamativo, sin iniciativas políticas concretas y audaces como podría haber sido un frente político que haya peleado en el terreno electoral una alternativa de izquierda anticapitalista y de clase. De haber construido un frente de este tipo, la izquierda revolucionaria estaría hoy mejor preparada para aportar a la clarificación y llevar hasta el final la experiencia que muchos jóvenes y trabajadores y trabajadoras han hecho con el procesisme y puedan hacer en adelante con el “nuevo ciclo” de la CUP.
Así lo estamos proponiendo hoy en Madrid frente a las próximas elecciones, a Anticapitalistas y otros grupos impulsar, junto activistas sindicales, juveniles y sociales, un frente anticapitalista y de clase para el 4M.
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Creemos que, ante la definición más que decidida de la CUP en dar apoyo a un nuevo gobierno de los partidos del procesisme, es más importante que nunca que la izquierda que se reivindica revolucionaria no sólo se niegue a ello en declaraciones y comunicados. Es necesario lanzar una fuerte campaña en común que plantee que “No se puede ser de izquierdas y dale apoyo a un Govern ni de ERC ni del JxCat” en el pleno de investidura que se celebrará previsiblemente entre el 26 y el 28 de marzo. No sólo de forma declamativa, sino activamente construyendo una alternativa de izquierda que se enfrente decididamente al programa y a la estrategia de la CUP y también a su hoja de ruta. No tiene sentido, continuar dedicando más esfuerzos en corregir giros derechistas de organizaciones reformistas de izquierda, tal como hoy se dispone Lluita Internacionalista dentro de la CUP.
Y así abrir el debate sobre qué izquierda necesitamos para contribuir a una superación de organizaciones reformistas de izquierda como la CUP, que actúan como verdaderos obstáculos para el desarrollo de la vanguardia obrera y juvenil que viene cuestionando tanto a los partidos del procesisme como del neorreformismo. Además de desmovilizar y desorganizar las fuerzas sociales, hoy imprescindibles para enfrentar las duras consecuencias de la crisis y la pandemia.
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