Una sequía de cinco años, la más larga e intensa que se recuerde, quebró la base agrícola y ganadera de la economía siria. La agitación social y la guerra civil serían su consecuencia. Un anticipo de lo que podría venir para el mundo si superamos los 2 °C.
Martes 15 de diciembre de 2015
Desde 2013 algunos estudios vienen revelando una estrecha relación entre el cambio climático y procesos bélicos como el que acontece actualmente en Siria. Según uno de ellos, titulado Cambio climático en el Creciente Fértil e implicancias de la reciente sequía siria, y que fuera publicado en marzo de 2013 en Actas de la Academia Natural de Ciencia de Estados Unidos, el calentamiento global fue ‘la gota que rebalsó el vaso’ en el país árabe, al agravar la sequía que este tuvo entre 2006 y 2010, convirtiéndola en la más larga registrada en la zona y que, sumada a otros factores, creó el malestar que explotó en la primavera de 2011.
La peor y más larga sequía en la historia de Siria
Esta sequía, que afectó al 60 % del territorio del país, tuvo consecuencias destructivas. La producción agrícola -un cuarto del PIB del país- cayó en un tercio, los precios de los cereales se duplicaron y las enfermedades relacionadas con la nutrición infantil registraron un gran aumento. Alrededor del 75 % del campesinado perdió sus cosechas y el 85 % del ganado murió, desapareciendo prácticamente del noreste del país, la zona más golpeada. Esto afectó a alrededor de un millón trescientas mil personas. De esta manera, la sequía fue un factor clave en el desplazamiento de población rural hacia las ciudades, éxodo calculado en ochocientas mil personas desde 2010, lo que hizo crecer las áreas empobrecidas. Estas ya se encontraban atestadas y en tensión social por la inmigración de refugiados iraquíes producto de la guerra en el vecino país. Otro factor que se incluye es que Siria en 2012 pasó de ser un país exportador de petróleo a ser uno importador, con una importante caída del consumo. Esto fortaleció la crisis económica y supuso una merma añadida a su capacidad agrícola, fuertemente dependiente del petróleo.
Según este estudio -dirigido por Collin P. Kelley y con la participación de Richard Seager y Shahrzad Mohtadi- en estos suburbios el régimen de Al Assad hizo poco para ayudar a las personas, por lo que fueron estas zonas las que tuvieron una mayor predisposición al levantamiento siguiendo el impulso de la Primavera Árabe. Desde entonces, el conflicto ha evolucionado en una compleja guerra multinacional que ha costado la vida al menos a doscientas mil personas y ha provocado millones de desplazados.
La sequía de 2006 (en marrón) afectó especialmente a Siria
"No estamos diciendo que la sequía provocó la guerra”, matiza Seager, climatólogo del Observatorio Terrestre Lamont-Doherty de la Universidad de Columbia. “Decimos que sumada a todos los otros factores de estrés, [la sequía] ayudó a lanzar las cosas por encima del umbral en un conflicto abierto. Y una sequía de esa gravedad en esa región fue mucho más probablemente inducida por el hombre".
La falta de agua no es extraña en esta región, que ya sufrió escasez en los 50, 80 y 90, pero la vivida en el siglo XXI fue la peor y más larga que se haya registrado. Kelley, climatólogo de la Universidad de California en Santa Bárbara, explica que “tres de las cuatro sequías prolongadas más graves del último siglo han ocurrido en los últimos años, lo que implica que el cambio climático está aumentando su frecuencia, y existen evidencias muy fuertes que indican que el calentamiento global hizo que la última sequía fuera la más grave de la historia de Siria”. El investigador añade que esta situación “tuvo un efecto catalítico”.
Además, el régimen sirio incentivó intensivamente entre 2002 y 2008 el cultivo de algodón y trigo en regadío, lo que agotó los acuíferos del subsuelo y las reservas en superficie. Este hecho fue complementado a su vez por la perforación ilegal de pozos de riego por parte de los productores ajenos a las simpatías políticas de Al-Assad, por lo que terminaron de agotar drásticamente las aguas subterráneas que podrían haber proporcionado reservas durante los años de sequía.
Otro factor que influyó en la crisis siria fue el estallido demográfico, pasando de cuatro millones de habitantes en 1950 a veintidós millones en los últimos años. "Los rápidos cambios demográficos fomentan la inestabilidad”, señalan los autores del informe. “Si fue un factor principal o sustancial es imposible saberlo, pero la sequía puede tener consecuencias devastadoras cuando se acompaña con preexistente vulnerabilidad aguda".
El calentamiento global golpea a Medio Oriente
El equipo de Kelley considera que el calentamiento global ha tenido dos efectos en esta zona. Primero, debilitó las corrientes de aire que traen nubes cargadas de lluvia desde el Mediterráneo, reduciendo las precipitaciones durante la estación húmeda entre noviembre y abril. Segundo, el aumento de las temperaturas potenció la evaporación de la humedad del subsuelo en verano, lo que remató la situación de un año ya de por sí seco.
La investigación también comprobó que desde 1900 el área del Creciente Fértil -zona que va desde Egipto al Golfo Pérsico pasando por Palestina, el Líbano, el Kurdistán, Siria e Irak-, se ha calentado entre 1 °C y 1,2 °C, y la duración de la estación de lluvias se ha reducido en torno al 10 %. Esto concordaría con los modelos de calentamiento global cuyo origen se debe a la actividad humana, descartándolo así como un fenómeno natural. Los investigadores concluyen que un episodio de esta severidad y duración habría sido poco probable sin cambios a largo plazo, y tal período largo de sequía es dos o tres veces más probable debido al dióxido de carbono generado por el consumo de combustible fósil en la industria y que atrapa el calor en la atmósfera. Desde 1880 la temperatura media de la superficie terrestre ha subido cerca de 0,8 °C y estaría alcanzando 1 °C para finales del 2015 y 2 °C para finales del 2017. Cabe destacar que gran parte del calentamiento global se ha producido en las últimas tres década (en consonancia con el desarrollo de las políticas económicas neoliberales) y este tipo de fenómenos son justamente los que predicen los modelos manejados por el Panel Intergubernamental para el Cambio Climático (IPCC) para esta zona del Mediterráneo, organismo que ya ha predicho que Oriente Medio se secará más en las próximas décadas a medida que avanza el calentamiento global. Por su parte, la Dirección Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos ha observado una tendencia a la sequía a largo plazo en el mismo Mediterráneo. La conexión entre el cambio climático y la sequía en el este del Mediterráneo es una de las más sólidas en la ciencia, dijeron Seager y otros científicos: “Este es el caso individual más claro”.
Al mismo tiempo científicos y especialistas califican este estudio como uno de los vínculos más detallados y fuertes entre la violencia y el cambio climático. Martin Hoerling, meteorólogo de la Administración Nacional de los Océanos y la Atmósfera, y que ha producido estudios en los que descarta el papel del calentamiento global en algunas sequías de Estados Unidos, elogió las argumentaciones calificándolas de “bastante convincentes” respecto a la sequía siria y la violencia relacionada al cambio climático. Doreen Stabinsky, profesora de política ambiental en la Universidad del Atlántico, dijo que, evidentemente, la guerra en Siria es una situación compleja que no puede explicarse exclusivamente por la sequía y el colapso de los sistemas agrícolas, pero que “sin embargo, sabemos que la producción agrícola será una de las primeras víctimas de la catástrofe climática que se está desarrollando. Lo que demuestra esta investigación es que los efectos del clima sobre la agricultura están sucediendo ahora, con consecuencias devastadoras para aquellos cuyos medios de vida se basan en la agricultura. Podemos esperar, incluso en el corto plazo, más de este tipo de impactos en los sistemas agrícolas que conducirán migraciones a gran escala, dentro de los países y entre los países, con un costo humano, económico y ecológico importante”. De hecho, el cambio climático no es una amenaza lejana de consecuencias que se producirán en 2050 o 2100. Solomon Hsiang, profesor de política pública en la Universidad de California, que ha estudiado los vínculos entre el clima y el conflicto, asegura que es el primer trabajo científico que hace hincapié en que el cambio climático causado por el hombre “ya está alterando el riesgo a gran escala de disturbios sociales y violencia”. Marshall Burke, científico ambiental en la Universidad de Stanford, argumenta: “Ocurrieron muchas cosas en esta región y en el mundo durante ese periodo, como la subida de precios de los alimentos y el comienzo de la Primavera Árabe, que podrían haber aumentado también la probabilidad de un conflicto civil". Sin embargo, añade, el estudio muestra “con gran evidencia estadística que los cambios en el clima están vinculados con el conflicto”.
¿La primera “guerra climática”?
Guerra climática es un término acuñado por el psicólogo social alemán Herald Welzer para referirse a los conflictos bélicos detonados por modificaciones en el medio ambiente, particularmente provocados por el calentamiento global. Estos cambios provocan una alteración radical de las condiciones de vida ante la falta de agua y alimento, generando un aumento exacerbado de la violencia, desplazamiento de refugiados, genocidios, limpiezas étnicas y guerras permanentes.
La ciudad siria de Alepo a principios de noviembre
Kelley considera difícil determinar el efecto que pueda tener el cambio climático sobre conflictos futuros. No obstante, “si continúa su trayectoria actual hay fuertes razones para creer que será un factor cada vez más importante conforme avance el siglo XXI”. Por su parte, el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) predice una mayor violencia en el futuro a causa del clima y la consiguiente falta de recursos básicos como agua y alimentos.
Hay otra investigación que plantea que el aumento en las temperaturas o las lluvias hace que crezca la violencia a todo nivel, desde crímenes a guerras civiles y disturbios, e incluso puede provocar cambios en los gobiernos y la caída de civilizaciones enteras. Es la principal conclusión del trabajo de Edward Miguel, titulado Cuantificación de la influencia climática en el conflicto humano, publicado en septiembre de 2013 por la revista Science y que estuvo dirigido por las universidades de Princeton, Cambridge y California en Berkeley. La investigación señalaba diversas causas para este aumento del caos pero destacaba el factor económico, ya que en países con una determinante base agrícola “el calor o los diluvios pueden arruinar la cosecha y provocar desesperación que desemboque en violencia”. El mismo investigador advertía que el aumento de 2 °C en la temperatura global “podría aumentar hasta en un 50 % el número de guerras civiles, especialmente en las zonas tropicales”.
Otros estudios ya habían analizado cómo el factor climático habría generado la caída de imperios en el Creciente Fértil, como el caso de los acadios, que colapsó hace cuatro mil años debido a una severa sequía. Situación que podría repetirse de continuar el aumento del calentamiento global.
Por paradójico que parezca, fue justamente en el Creciente Fértil en donde hace doce mil años surgió la agricultura y, gracias a ello, la civilización. Doce mil años después, exactamente en el mismo lugar, es posible el comienzo del fin de la civilización, justamente por el fin de la agricultura. Esta sola idea hace replantearnos que la lucha contra el calentamiento global, hoy más que nunca, debe montarse bajo la consigna que hace cien años la revolucionaria polaca Rosa Luxemburg lanzara a los trabajadores del mundo ante la, por entonces, inminente posibilidad de que el capitalismo ya no sea capaz de prolongar su propia y decadente existencia: “Socialismo o barbarie”.