Presentamos a continuación un debate con los sectores de la izquierda que correctamente levantan "Fuera Bolsonaro y Mourão" sobre cuál es la mejor perspectiva para preparar la lucha contra el régimen golpista. El autor es columnista de Esquerda Diario y miembro del Movimiento Revolucionario de Trabajadores de Brasil.
Miércoles 29 de abril de 2020 14:56
Además de "Fuera Bolsonaro y Mourão", consigna correcta que levanta el Partido Socialista de Trabajadores Unificado (PSTU) de Brasil y el Bloque de Izquierda del PSOL (Partido Socialismo y Libertad), la consigna preparatoria más apropiada para construir un polo de independencia de clase en Brasil debe buscar que el pueblo tome en sus propias manos los destinos del país, en contra de todo el régimen golpista: es decir imponer una Asamblea Constituyente libre y soberana. Esta es la perspectiva que impulsa el Movimiento Revolucionario de Trabajadores, grupo que impulsa Esquerda Diário en Brasil. Es de la mayor importancia defenderla juntos.
Queremos debatir con los integrantes del PSTU y el Bloque de Izquierda del PSOL cuál es la mejor perspectiva para proponer a los trabajadores y jóvenes que no quieren un gobierno del general Hamilton Mourão como subproducto de una destitución parlamentaria de Jair Bolsonaro.
Bolsonaro y los falsos amigos del pueblo
Bolsonaro no cayó del cielo. Fue una construcción de todos los golpistas que hoy se presentan como alternativas a él. Todos los partidos burgueses, todas las instituciones del régimen son responsables de la catastrófica situación en la que nos encontramos.
El papel de Bolsonaro es bien conocido. Es un ultraderechista que desprecia las vidas de millones de trabajadores y jóvenes, un negacionista alineado con el Partido Republicano estadounidense encabezado por Donald Trump, que aprovecha el salto en el desempleo y la perspectiva de una depresión económica mundial para incrementar la precariedad del trabajo y de la vida de los sectores más oprimidos de la población.
Pero los factores de poder burgués y las instituciones de este régimen político, que ahora se oponen a Bolsonaro, nos llevaron a esta catástrofe. Incontables parlamentarios y sus partidos, con bancas en el Congreso Nacional, actuaron como eje del golpe institucional contra Dilma Rousseff, especialmente los partidos del gran centro parlamentario, encabezados por el DEM de los actuales presidentes de Diputados, Rodrigo Maia, y del Senado, Davi Alcolumbre. La Corte Suprema de Justicia (STF) fue el primer violín del autoritarismo judicial, que avanzó sobre los derechos civiles más elementales de la población, avalando el golpe institucional, siendo parte del posterior arresto arbitrario de Lula da Silva, sacándolo de la contienda electoral y facilitando el triunfo de Bolsonaro en 2018.
El Congreso y la Corte Suprema, ahora bajo el mando del juez Dias Toffoli, alineados con el Partido Demócrata de Estados Unidos, son esclavistas que odian a los trabajadores. Los gobernadores, ahora encabezados por João Doria de San Pablo (del PSDB del expresidente Cardoso), en su mayoría se oponen a Bolsonaro, pero son parte del mismo grupo de esclavistas contra los intereses de la población.
Pero los responsables no se limitan a Maia y Toffoli, que sostuvieron el régimen en construcción producto del golpe institucional contra Dilma Rousseff y el arresto arbitrario de Lula. El PT, al atacar a sus propias bases sociales en el segundo mandato de Dilma, apoyándose en empresarios del agronegocio, en las iglesias evangélicas y el aparato represivo, y asumiendo la corrupción como método de gobierno, allanó el camino para que los golpistas ganaran fuerza. No organizó ninguna lucha seria contra el golpe institucional, nunca propuso resistir con la fuerza de la movilización de los sindicatos y movimientos sociales. Al contrario, utilizó su influencia en el movimiento de masas, a través de la CUT y la CTB (centrales sindicales), para fragmentar, aislar y desmoralizar a los trabajadores que querían enfrentar al golpe y al bolsonarismo.
En el momento de mayor crisis en el gobierno, la gran ironía es que, desde el PT hasta el liderazgo mayoritario del PSOL, buscan canalizar el odio a Bolsonaro a través de esas mismas instituciones, verdaderos reductos de esclavistas, que han estado destruyendo el país en todos los sentidos, cargando con las muertes de miles por coronavirus en sus espaldas. Después de años de ir a la derecha, quieren que vayamos aún más a la derecha con el general Mourão. El vicepresidente ya le dijo al periódico francés Le Monde que la dictadura militar en Brasil "mató muy poco", y defendió ante el diario El País la tortura entre 1964-1985. Este es el camino "progresista" que guía la política del PT y de la mayoría del PSOL. Es como si la mejor decisión para escapar del abismo fuese dar un paso hacia él. ¿Qué decir de los que, en nombre de deshacerse de Bolsonaro, nos dejan en el regazo de los militares, que usan cada exabrupto fascistizante del presidente para justificar su mayor control autoritario sobre la política nacional?
Ante este escenario, si realmente queremos que los trabajadores decidan democráticamente sobre todos los problemas estructurales, sin intercambiar una pieza autoritaria por otra, sino cambiando las reglas del juego con una política de independencia de clase, tenemos que agitar la idea de una nueva Constituyente que genere un choque de los intereses de clase.
No se trata solo del poder del voto, sino de garantizar que el poder del voto sea soberano, de garantizar que no hayan incontables instituciones que lo limiten a diario. Es la forma más democrática en que el sufragio universal puede definir las reglas y rumbos del país.
¿Cuáles son las tareas preparatorias hacia una Asamblea Constituyente Libre y Soberana?
El PT no quiere luchar para que la mayoría del pueblo decida. No lo quiere hacer porque implica generar un choque entre los golpistas que dirigen el país y una abrumadora mayoría de la población que sufre los excesos del régimen. No quiere que la mayoría decida porque si los trabajadores y sus organizaciones asumen la defensa de la democracia, podría surgir una revuelta social como en Chile. El PT ya demostró en las manifestaciones de 2013 que no le gusta que las masas en las calles se rebelen contra los gobiernos, que solo acepta manifestaciones bien controladas que no cuestionen la institucionalidad burguesa, incluso en el régimen posterior al golpe que intentó regurgitarlo.
Somos socialistas. Nuestro objetivo es expropiar a los capitalistas instaurar una democracia muy superior a la más democrática de las repúblicas burguesas, una república organizada a través de consejos de delegados, elegidos por unidad de producción (empresa, fábrica, escuela, etc.) para que los trabajadores gobiernen en el sentido más amplio del término: definan la dirección política de la sociedad y la planificación racional de los recursos económicos sobre la base de la propiedad estatal de los medios de producción.
Pero sabemos que la gran mayoría de los trabajadores y el pueblo no comparten esta perspectiva hoy, y aún confían en los mecanismos de la democracia representativa y ciudadana. Por eso proponemos a los sindicatos y movimientos de masas que luchen para imponer la institución más democrática concebible dentro de la democracia representativa: una Asamblea Constituyente.
No queremos una farsa Constituyente como la de 1988, que fue tutelada por los militares, sino una que liquide los fundamentos estructurales de los ajustes contra los trabajadores: la eliminación de la subordinación al imperialismo y a la deuda pública, la propiedad de la tierra, la apropiación privada por parte de los grandes accionistas nacionales y la conducción del comercio exterior por un puñado de grandes conglomerados capitalistas.
Cuando decimos que la Asamblea Constituyente debe ser libre y soberana, queremos enfatizar que ninguna institución del régimen burgués sea capaz de limitar, revisar o vetar sus decisiones. En otras palabras, esta Asamblea Constituyente debe ser libre para abordar los principales problemas nacionales, demandas populares y medidas de emergencia, especialmente contra la pandemia, para que los capitalistas paguen por la crisis.
Sabemos que, para "satisfacer" todas estas cuestiones, necesariamente habría que profundizar el choque entre las clases, hasta el punto de organizar a los trabajadores para superar la resistencia de los capitalistas.
Cuanto más avance una Constituyente libre y soberana en la toma de medidas radicales, mayor será la resistencia de los capitalistas. La Asamblea Constituyente, como dijo Trotsky, es "la forma más democrática de representación parlamentaria", pero el estado capitalista se basa en un Ejército, en fuerzas represivas que tienen un carácter burgués de clase. Nadie debería esperar que la clase dominante acepte pacíficamente cualquier decisión que realmente vaya en contra de los capitalistas, por el simple hecho de que no permitirán que se cuestione su dictadura de clase y la propiedad privada de los medios de producción, cuyo fortalecimiento fue el objetivo del golpe y su continuidad con Bolsonaro y Mourão en la presidencia.
La virtud de una Asamblea Constituyente libre y soberana es precisamente ayudar a las masas a ver las conspiraciones antidemocráticas de sus enemigos o, como dijo Trotsky, obligar a la clase dominante a “poner todas sus cartas sobre la mesa, explicando el papel traidor de los conciliadores", oponiendo así los intereses de los trabajadores y la población a los intereses de la burguesía. Como dijo el revolucionario ruso en 1928, "las consignas de la democracia formal ganan o son capaces de ganar no solo a las masas pequeñoburguesas, sino también a las grandes masas de la clase trabajadora, precisamente porque les ofrecen la posibilidad (al menos aparente) de oponer su voluntad la de generales, terratenientes y capitalistas. La vanguardia proletaria educa a las masas utilizando esta experiencia y la lleva adelante” (Stalin, el gran organizador de derrotas, CEIP-IPS, p. 290).
De esta manera, cuanto más fuerte sea la resistencia de los capitalistas a las resoluciones democráticas de una Constituyente libre y soberana, más se expondrá ante las masas la mezquindad de la democracia representativa que los capitalistas están dispuestos a aceptar y mayores serán los sectores del movimiento de masas que podrán llegar a la conclusión de que es necesario construir un poder real de los trabajadores y un partido revolucionario con influencia de masas que pueda dirigir este proceso.
En la misma lucha por imponer estas medidas frente a la resistencia del orden burgués, sectores cada vez más amplios de los trabajadores harán una experiencia con la democracia representativa hasta el final y pueden llegar a la conclusión de la necesidad de organizarse a partir de empresas, fábricas. , transporte, escuelas, universidades, para desarrollar sus propios organismos de poder democrático (los Consejos de tipo soviético emergen así) y sus propias organizaciones de autodefensa.
Hay que organizar desde la izquierda una fuerte agitación por una nueva Constituyente
Desde 2016 y sin interrupción desde entonces, lo que se ha estado formando es un régimen monstruosamente autoritario y fraudulento, con el objetivo de cargar agresivamente los costos de la crisis sobre la población. Considerar que las "elecciones generales", dentro de esta estructura posterior al golpe, podrán revertir un proceso tan profundo, es creer en los milagros. Las "elecciones generales" no podrán revertir esto ni colocar la decisión sobre la dirección del país en manos del pueblo, ya que se llevarían a cabo en el marco de estas instituciones que han estado pisando el voto popular durante años, comenzando con Dilma, pasando por Temer hasta Bolsonaro.
Este régimen político merece el odio de las grandes masas. Entonces, la única salida es que el pueblo realmente decida, a través de una Asamblea Constituyente, donde se debatan las principales transformaciones necesarias para el país y las grandes mayorías puedan convencerse de la necesidad de un gobierno de trabajadores de ruptura con del capitalismo, un gobierno transición al socialismo.
La lucha por "Fuera Bolsonaro y Mourão" es un paso importante para nuestra acción común. Es una delimitación contra los errores orquestados por las figuras de la "oposición" burguesa. Pero no basta negar, hay que proponer positivamente una forma de aumentar el grado de conciencia y actividad independiente. Una gran agitación sobre la Asamblea Constituyente, que uniría al PSTU, el Bloque de Izquierda del PSOL y el MRT, podría tener un poderoso impacto en el movimiento de masas.
Dentro de los sindicatos, que hoy están siendo guiados por sus centrales (Força Sindical, UGT, CUT y CTB) para llevar a cabo un Primero de Mayo sin ningún programa de los trabajadores para la crisis, y junto con Doria, Witzel, Maia y Fernando Henrique Cardoso, violando las más elementales premisas de independencia de clase. Frente a esta postura de las burocracias conciliatorias, esta política podría amplificar el descontento de las bases sindicales. Si la consigna de la Asamblea Constituyente fuera tomada por los sindicatos, por ejemplo los liderados por CSP-Conlutas, amplificaría la denuncia de todas las colusiones y conspiraciones antidemocráticas que queden expuestas.
Este es un momento único para que intervengamos con fuerza para alentar un polo de independencia de clase en el país. Hacemos un llamado a los compañeros para actuar en común contra los enemigos del pueblo, el bonapartismo institucional y las organizaciones conciliatorias que juegan su juego.