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Series. Game of Thrones: nada es más poderoso que una buena historia

El final de la mejor serie de todos los tiempos desató la polémica en las redes sociales. En estas líneas, una opinión distinta a la de la mayoría de los fanáticos

Javier Nuet

Javier Nuet @javier_nuet

Lunes 20 de mayo de 2019 13:56

Si hay algo polémico para decir esta semana en las charlas de pasillo, en los encuentros con amistades y en las redes sociales, es “me gustó el final de Game Of Thrones”. Twitter lo deja muy en claro, pero como segunda prueba, quien escribe esta nota vio el sexto capítulo con 13 personas y solo una de ellas se puso de su lado alrededor del desenlace.

Por lo tanto, para ganar el odio de muchos lectores, o para dar otra mirada sobre el resultado final de la mejor serie de todos los tiempos, va esta nota.

Valar Morghulis

Todos los hombres deben morir. Todas las series deben terminar. Después de ocho temporadas con cientos de personajes muertos, traiciones, sufrimientos y jugadas políticas, darle un buen cierre parecía una tarea titánica. ¿Cómo hacer para concluir en un sólo capítulo el destino del reino, la suerte de Daenerys Targaryen, el futuro del norte y el dilema del trono de hierro?

Acá viene el primer error de quienes condenan a David Benioff y D. B. Weiss, los guionistas de la serie, por haber “perdido el rumbo”. El final de la serie estaba pensado desde el principio. Prueba de ello es la visión de Daenerys en la segunda temporada, cuando entra a la sala del trono de hierro destrozada por el fuego de Drogon seis temporadas después. O el hecho de que Bran tuviera un propósito también desde la segunda temporada, cuando empieza a escapar de Theon Greyjoy en un camino que lo llevaría al norte del muro para convertirse en el cuervo de los tres ojos, en la memoria de la humanidad.

Incluso el destino final de muchos de los personajes centrales: Sansa Stark coronada, como era su deseo desde los primeros capítulos. Jon Snow, que en la primera temporada había decidido ir voluntariamente al muro, termina condenado a ese exilio, repitiendo la historia de su antepasado, el maestre Aemon Targaryen, quien le había contado al principio de la serie cómo pasó toda su vida en la guardia de la noche después de la última vez que alguien de su linaje intentara prender fuego king´s landing.

Eso nos lleva a la madre de los dragones, que tuvo un final shakesperiano perfecto para el desarrollo meticuloso de un personaje que durante ocho temporadas fue avanzando en su locura y su ambición de poder para repetir la historia de Aerys, su padre. El rey loco tuvo una muerte parecida, asesinado en pleno asedio a la ciudadela y sorprendido por la espada que lo atravesó. La reina loca tampoco esperaba morir, y mucho menos a manos de la persona que amaba.

Tampoco se lo esperaba Drogon, su hijo, que termina protagonizando uno de los momentos más tensos del capítulo. No pudiendo asesinar al verdugo de Daenerys por ser un Targaryen, el último de los dragones derrite con su fuego el trono de hierro, resolviendo una de las mayores preguntas que atravesaron a la serie. ¿Quién quedaría ocupando ese sillón? “Si no es mi madre, entonces que no sea nadie”. Un detalle que ya nos habían adelantado en la introducción, cuando la cámara pasa por el salón y el espacio en el que figuraba el león de los lannister hasta el anterior capítulo ahora aparece vacío.

The North Remembers

Pero lo que confirma que todos los hilos de la serie desembocaban en este final, es el símbolo del lobo flameando en el barco que lleva a Arya a tierras desconocidas. Si se toma de conjunto, la historia de Game Of Thrones es la historia de la tragedia de la familia Stark, en un principio, y de la reconstrucción de esa casa para terminar llevándola al triunfo que durante 8 años esperamos.

Una familia que en el primer capítulo de la serie se separa para irse desarmando de a poco, con sus personajes fundamentales asesinados de las formas más injustas, con los sobrevivientes atravesando peligros, sufrimientos y dolor en un camino hacia el reencuentro que parecía inalcanzable.

De a poco, y a partir de la sexta temporada, eso empieza a revertirse para terminar siendo un triunfo en toda la línea. Primero, “el norte recuerda”, y la venganza por la boda roja en manos de Arya. Segundo, la recuperación de Winterfell después de la batalla de los bastardos. Tercero, la independencia del norte, para ser gobernado por Sansa. Cuarto, Jon con sus dos compañeros más fieles, Ghost y Tormund, para convertirse en el rey “más allá del muro”. Quinto, Arya sin más nombres en su lista, libre de ir a explorar tierras desconocidas hacia el oeste. Y para coronar la victoria, ¿Qué otro número que “sexto” para el rey de los seis reinos, Bran “el roto”?

Nada es más poderoso que una buena historia

Mención aparte para Tyrion que, más allá de condenarlo o no por su rol en esta temporada, vuelve a jugar el papel que lo caracteriza y convence a Jon de matar a Daenerys, para después terminar liderando la reunión de todas las casas, en la cual deciden el futuro del reino. Ahí, no solo reaparecen el loco y el idiota (Robert Arryn y Edmure Tully, respectivamente), sino que también se da la discusión sobre el régimen político a conformar. Samwell Tarly plantea una democracia representativa, pero el resto de los lores se descostillan de risa. Demasiado progresivo para el absolutismo del que veníamos. Tyrion, tomando el guante, plantea que ya no haya traspasos hereditarios, sino que todas las casas se reúnan cada vez que muera un rey para elegir uno nuevo.

¿Faltaron cosas? Si. ¿Quedaron preguntas sin contestar? También. Habrá que ver si las precuelas o una hipotética secuela nos muestran más sobre el rey de la noche, nos dan una respuesta sobre los ojos verdes de Arya, nos vuelven a mostrar a Nymeria o nos aclaran el inexplicable rol del caballo blanco. Pero, en vista de todo lo que nos dieron estas ocho temporadas, son detalles menores que no alteran el resultado.

Y ahora, nuestra guardia ha terminado.