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Red Internacional
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Elecciones en Brasil. Geraldo Alckmin: el Macri brasileño que va como vicepresidente de Lula

Aburrido y sin carisma es como muchos describen a Alckmin, ferviente católico conservador, neoliberal a ultranza diríamos nosotros. Ahora, de repente, posa de defensor de los trabajadores brasileños.

Viernes 30 de septiembre de 2022 23:51

A mitad de abril se confirmó la fórmula presidencial Lula-Alckmin para las elecciones del próximo 2 de octubre en un escenario de alta polarización en el que Lula se alzaría con un 45% de los votos y hay posibilidades de que gane en primera vuelta. Jair Bolsonaro se llevaría un 30% y entre los otros 9 candidatos se repartirían el 25% restante.

Para enfrentar a la derecha y garantizar la gobernabilidad del país Lula y el PT eligieron como compañero de fórmula a Geraldo Alckmin. Dos veces gobernador del estado de São Paulo (del 2001 al 2006 y del 2011 al 2016) y fundador del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), es un fiel representante de la burguesía paulista y fue uno de los gestores del neoliberalismo brasileño. Para poder ser candidato Alckmin se fue del PSDB al Partido Socialista Brasileño. Por si eso no alcanzara, fue miembro del Opus Dei.

Geraldo José Rodrigues de Alckmin Filho nació en 1952 en Pindamonhangaba. En 1977 ganó la alcaldía de su ciudad y se convirtió en la persona más joven de Brasil en ostentar ese cargo. En 1988 fue parte de la fundación del PSDB que llevaría a la presidencia a Fernando Henrique Cardoso que encabezó un ajuste abiertamente neoliberal con el Plan Real y una profunda privatización del sector público, principalmente las telecomunicaciones y la energía.

Fue dos veces candidato presidencial. En 2006 obtuvo más de 41% de los votos y perdió en segunda vuelta con el propio Lula y su partido quedó como el tercero con más representación en ambas cámaras del Congreso con 14 senadores y 65 diputados. En 2018, luego del golpe de estado contra Dilma Rousseff y la asunción de Michel Temer, Alckmin se hundió como candidato y obtuvo solo 4% de los votos.

Esta caída fue una consecuencia más o menos directa de su apoyo a todo el proceso de impeachment contra Dilma en 2016, que tuvo a Alckmin como uno de sus actores y apoyos fuera del parlamento.

Temer, que contó con el apoyo público de Alckmin durante toda su presidencia, aplicó un (otro) plan de ajuste brutal que dejó un país donde el 5% más rico acumula tanta riqueza como el restante 95%. Fue el artífice de la reforma laboral que eliminó conquistas históricas de los trabajadores. Además impuso un techo de gasto que limitó severamente las políticas públicas que se pueden llevar adelante desde el estado.

El pasado 24 de junio Alckmin se reunió con Temer, que dejó la presidencia con menos del 10% de aprobación, para aclararle que una eventual revisión de la legislación laboral no va a afectar los “pilares” de la última contrarreforma.

La ideología política de Alckmin está bastante clara y es coherente, por más que Lula y el PT quieran pintarla de moderada. No por nada su candidatura presidencial en 2018 recibió el apoyo de los sectores más concentrados del poder brasileño. Aunque luego de su mal desempeño en primera vuelta todos esos apoyos migraron hacia Bolsonaro para enfrentar al candidato petista, Fernando Haddad, en segunda vuelta. El diario Le Monde diplomatique lo describe de esta manera.

“La prensa oligárquica se unió explícitamente al candidato Geraldo Alckmin, gobernador por el estado de São Paulo, miembro del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) y encarnación de la elite del país.”

Y prosigue diciendo: “Alckmin maquina en el entorno político desde hace décadas, recibe los favores del mundo de los negocios al que adula y no desprecia aquellos que la corrupción cotidiana orienta hacia los dirigentes políticos brasileños. Para los poderosos, resulta imposible soñar con un mejor guardián del statu quo.”

Ya con esto debería alcanzar para entender quién es Geraldo Alckmin, pero permítannos un exceso de ilustración.

La política de seguridad pública de Alckmin, siempre fue una de sus banderas en São Paulo, que dejó datos catastróficos de violencia hacia la población negra del estado. Entre 2014 y 2016 la policía militar de Alckmin fue la que más mató en Brasil. Entre sus muertos, el 99,6% eran hombres, el 48% tenían entre 18 y 29 años, y el 67% eran negros. Una tasa de muertes superior al porcentaje universal de homicidios en São Paulo, un estado compuesto por un 46% de hombres negros en el mismo período presentado anteriormente.

En mayo de 2006, cuando Alckmin estaba nominalmente fuera del cargo para presentarse a las elecciones presidenciales, pero en la práctica seguía influyendo en las acciones del gobernador Cláudio Lembo, el gobierno de São Paulo llevó a cabo una de las mayores masacres de la historia del país. En respuesta a una oleada de ataques del grupo narco Primer Comando Capital que mató a 59 policias, las fuerzas represivas mataron a 505 personas en los barrios periféricos, más que la dictadura militar en 21 años. Más de la mitad de las víctimas eran de raza negra, y el 94% de las víctimas no tenía antecedentes penales, según datos del colectivo Madres de Mayo, una organización formada con familiares y víctimas del atentado que luchan hasta hoy para que se responsabilice del mismo. Estos sucesos pasaron a la historia brasilera como Los Crímenes de Mayo.

En 2013 la policía militar de Alckmin reprimió brutalmente las protestas contra los aumentos de transporte público, esta vez en alianza con Fernando Hadadd, del PT que era intendente de la ciudad de São Paulo. Y en 2016, cuando la ciudad la manejaba João Doria del PSDB, ambos liberaban el subterráneo los días de manifestación contra Dilma Rousseff.

En 2018, coqueteando con los votantes bolsonaristas en televisión nacional, se tiró contra la “ideología de género” en la escuela. Según sus palabras: "En la cuestión de la ideología de género, es la familia la que debe ocuparse de ella. Ahora, en clase hay que enseñar biología ’’.

Católico conservador, neoliberal, manodurista, y golpista, puede ser el próximo vicepresidente de Brasil. Y no es la primera vez que el PT se alía a la derecha para combatir a la derecha.

Dilma Rousseff, que hizo campaña como la heredera de Lula, llevó a Michel Temer de vice. Sabemos cómo terminó eso. En 2002, tras ganar las elecciones por primera vez, Lula eligió como presidente del Banco Central al diputado del PSDB (mismo partido de Alckmin) a Henrique Meireles. Lo hizo con la excusa de “evitar una fuga de capitales”. Meireles, que fue el elegido de Lula para dar el mensaje a los mercados de que se respetaría una agenda de austeridad, años después terminó siendo el ministro de Economía de Michel Temer.

Otro caso es que el poder que hoy tienen los militares, fortalecido por los años de Bolsonaro en el poder, no cayeron del cielo. Esta fuerza se “empoderó” de la mano de Lula cuando los envió en 2004 en la Misión de la ONU para la Estabilización de Haití (MINUSTAH), como fuerza de ocupación a pedido de Estados Unidos. Una fuerza que fue denunciada por abusos, violaciones y asesinatos, y que cuando volvió a Brasil usó esos “conocimientos” para la represión interna.

Con todos estos antecedentes, los trabajadores brasileños no tienen razones para pensar que esta vez algo bueno pueda suceder.

Como resume André Barbieri, politólogo, editor de Esquerda Diário e Ideias de Esquerda y dirigente nacional del MRT de Brasil en una reciente entrevista para La Izquierda Diario

“La candidatura de Lula-Alckmin intenta evitar que el descontento contra Bolsonaro se manifieste de manera independiente y se vuelva contra las reformas ultraliberales, el pacto del régimen con el PT, que incluye al gran capital que en 2018 estuvo políticamente con Bolsonaro, parte de preservar los ataques económicos del actual gobierno. Alckmin fue elegido como vocero del PT ante la patronal para asegurar que un nuevo gobierno de Lula mantendrá las reformas laborales del golpista Michel Temer”