Cada vez más empresas usan este medio para vigilar el comportamiento de sus empleados, registrando, bajo ojo vigilante del patrón, cada movimiento. Una experiencia que puede ser como la tuya.
Miércoles 27 de julio de 2016 09:28
Recuerdo mi primer trabajo en una fábrica metalúrgica en la zona sur del Gran Buenos Aires. Un galpón frío y sucio donde más de 40 obreros fabricábamos latas para envasar dulces y picadillo. Allí, no sólo me topé por primera vez con la prensa hidráulica y el ruido ensordecedor del balancín, sino que también con las cámaras de seguridad, que, personalmente, manipulaba el dueño. ¡Cuánta indignación! ¿Cuál era el motivo para semejante observación? La patronal no quería que fueras al baño. Tenías que comer en 20 minutos. El desayuno y la merienda no existían, pero las cámaras si... y te miraban todo el tiempo.
Para algunos compañeros que esto sucediera, era natural, porque al entrar a la fábrica por intermedio de agencias laborales, ya habían pasado por muchos establecimientos en los que, además de precarizar, también vigila "gran hermano". La mayoría nos quejábamos porque nos sentíamos intimidados, mortalmente obligados a producir sin parar. Si se te ocurría ir al baño estaba cerrado con llave, y había que pedírsela el encargado que contaba cada segundo que estabas ahí dentro. ¡Una verdadera dictadura en la fábrica!
Tiempo después entré a otra fábrica de rubro. Muy conocida por sus cerraduras, pero también conocida por su odioso jefe de personal. Nosotros lo llamábamos "el perro" en tono de enemistad. Un tipo imponente. Su bautismo de fuego sucedió cuando despidió a su propio hijo en otra empresa donde también, se desempeñaba como jefe. Con su coche de alta gama lo veía llegar a las 8 de la mañana para sentarse frente a los monitores y observar sigilosamente la mesa de armando en el depósito donde yo trabajaba con el Clark y el sector de balancines. Un vigilante hecho y derecho, puesto por la empresa para que se produzca al máximo. Los despidos eran permanentes ya que la mayoría estábamos por agencia. Si el ojo de gran hermano no te veía produciendo a full, te llamaba a confesar a la oficina del jefe, para que expliques porque no rendís.
La ficción es pura realidad
Muchos laburantes estamos todos los días bajo el rigor de la cámara, sin tener ningún derecho. Mirados constantemente para ser explotados de forma más eficaz. No podemos parar porque el patrón nos mira a través de las cámaras lo que genera mucho cansancio y dolores corporales que se expresan en problemas de espalda, tendinitis, hernias. La producción sale como pan caliente para el beneficio del dueño de la fábrica, que siempre pide más bajo su ojo vigilante desde los monitores que controla todo el tiempo. No te podes enfermar ni tener problemas personales, si faltas te echan como perro, acá también es por agencia. Somos la mayoría.
La mentira que nos muestran en la tele sobre la meritocracia contrasta con este "gran hermano" fabril que bajo formas modernas de explotación y vigilancia no duda en sacudir el látigo para que no pares de laburar. El mérito de los empresarios es que no tengamos derechos, ser material descartable con el cual ganan millonadas. Nuestro mérito, el de los obreros, deber ser unirnos de una vez por todas para pelear contra este "Gran Hermano" que hace tiempo, llegó a tu laburo, también.