EL CÍRCULO ROJO. Guillermo Saccomanno: “Creo que la cultura es un campo de combate”

El escritor conversó con El Círculo Rojo sobre su libro Soy la peste, publicado por Planeta. Escuchá la entrevista.

Lunes 16 de noviembre de 2020 11:14

Guillermo Saccomanno es escritor, periodista y guionista.
Entre sus libros se encuentran El buen dolor, El pibe o la trilogía sobre la violencia –La lengua del malón, El amor argentino y 77. Un maestro (2011) y Cámara Gesell (2012), novela por la recibió el premio Dashiell Hammett.

Está presentando tres libros en simultáneo: Los días Trakl, Mis citas con Lao y Soy la peste, una novela escrita durante la cuarentena, con una Buenos Aires apocalíptica como escenario.

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Transcribimos algunos pasajes de la entrevista.

Cuando uno lee Soy la peste, pese a que hay situaciones o personajes que parecen “extremados”, se siente cierta familiaridad, quizás no con el presente, pero sí con lo que pasaba hace algunos meses: la desconfianza, el miedo ¿cómo operó esa realidad en tu ficción?

En este libro creo que actué por contra fobia, estaba paralizado. Los otros libros estaban por salir, pero se postergaron por la pandemia y coinciden hoy con Soy la peste. Creo que me agarró una especie de miedo: terror al bloqueo.

Soy la peste utiliza un lenguaje que no es precisamente actual, se mezcla con el lunfardo, una Buenos Aires con troley y tranvía pero también con wifi aunque escasea. ¿Cómo surge o qué busca si se quiere ese cruce temporalidades?

Un escritor nunca es el más indicado para hablar de sus obras, pero lo que yo pretendía es que si había una ucronía o algo por el estilo, funcionara a través del lenguaje. Una alternancia entre un lenguaje plebeyo lunfardo con uno alto o culto.

Creo que el lenguaje lo es todo, es la máquina que permite que vos avances en el relato. ¿Por dónde te lleva? Por escenarios de lo cotidiano que se han vuelto turbulentos, fantasmagóricos, peligrosísimos, porque los seres humanos se han degradado hasta lo más abyecto.

Las clases sociales están presentes incluso en un escenario donde nada parece importar: los signos de lucha de clases en la fábrica, las clases sociales en el tranvía de fiambres, ¿sos de los que piensan que –sin ser panfletario en el peor sentido- la literatura debe estar cargada de política?

Yo creo que la literatura siempre está cargada de política, aunque no se lo proponga. Creo que la cultura es un campo de combate, es un lugar de litigio, de confrontación, y la literatura o el arte, como yo lo entiendo, viene a operar como alarma, como alerta. Yo sí creo en la lucha de clases y no creo, descreo, de un capitalismo humano, del cual se llenan la boca hablando algunos políticos y después tenés situaciones como Guernica, con el desalojo que provocó el gobierno de la Provincia hace un tiempo. Aunque uno intente evadirse de la realidad, la política de alguna manera se mete en tu vida cotidiana, la tenés en cada gesto, en cada segundo. Esto no quiere decir que la novela tenga una intención política, yo creo que se dio naturalmente, que el pibe caminaba a través de un territorio de despojo.

En varios tramos aparecen temas que tienen que ver con la masculinidad, la valentía, el coraje, incluso la sexualidad desde el punto de vista de un varón joven pero, irónicamente, cuando está más expuesta esa masculinidad es cuando se enfrenta al amor de una forma que no esperaba, ¿por qué eso es lo que pone más en cuestión la masculinidad en la historia?

Porque creo que el amor pone en cuestión la masculinidad, te enamores de quien te enamores, esté en la situación que esté. Siempre el amor es subversivo en una sociedad donde el otro es enemigo. Si no te cuestiona el amor, ¿qué te cuestiona en la vida? Las relaciones están marcadas por la dialéctica de los procesos sociales, en la que al otro se lo consume, entonces se pierde el dar y recibir; todo pasa por mi propio deseo sin que cuente el deseo del otro. Es una especie de voracidad la que se manifiesta.

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