¿Es posible una reforma feminista del Poder Judicial sin atacar los privilegios de esa casta aristocrática que el pueblo trabajador no puede elegir, pero decide diariamente sobre la vida de millones?
Andrea D’Atri @andreadatri
Miércoles 24 de febrero de 2021 11:17
Como dice la diputada Myriam Bregman, el Poder Judicial hace mucho mérito para ganar el desprestigio que tiene ante el pueblo trabajador. Y no es menor el repudio del movimiento de mujeres ante los atroces fallos de la Justicia en los casos de violencia de género y femicidios. Prejuicios patriarcales que revictimizan a las mujeres asesinadas y violadas o que sirven de fundamentos para amparar a los culpables en la impunidad y justificar sus conductas.
No hace falta recordar, para miles de nosotras que nos movilizamos en cada ocasión, el fallo del Tribunal Oral Nº 1 de Mar del Plata que absolvió a los tres detenidos por el abuso y asesinato de Lucía Perez, basándose en valoraciones sobre la vida sexual de la adolescente. O el del tribunal de Lomas de Zamora que redujo la pena a un femicida, alegando que asesinó de nueve balazos a su pareja porque habría quedado afectado psicológicamente al descubrirla intercambiando mensajes con un supuesto amante. No nos alcanzarían las páginas de todos los diarios para contar cada uno de los fallos que nos llevaron a las calles a repudiar a la Justicia.
Cuando el femicidio de Úrsula salpicó a todos los poderes del Estado, pero principalmente a la policía comandada por los kirchneristas Sergio Berni y el gobernador Axel Kicillof, dejando al desnudo la impotencia del flamante Ministerio de Mujeres, Género y Diversidad, las organizaciones feministas afines al gobierno repudiaron en las redes sociales pero no convocaron a movilizarse hasta una semana más tarde. Cuando lo hicieron, fue a los tribunales de todo el país, enarbolando la necesidad de hacer una Reforma Judicial Feminista.
Sin embargo, aunque el latiguillo se repite desde entonces y se prepara como la consigna más destacada para las movilizaciones del próximo 8 de marzo, nadie puede explicar muy bien en qué consistiría. Que haya más juezas, que se establezca la paridad de género en el personal del Poder Judicial, que se hagan más cursos de capacitación con perspectiva de género. Esas son las propuestas de ministras, funcionarias, sindicalistas y referentes feministas que, con justa razón consideran al Poder Judicial como un monstruo que pisa fuerte, pero con un criterio como mínimo ingenuo, pretenden combatirlo con una bombucha de agua.
Pensar que una reforma judicial que incluya más cursos como los que ya se hacen en el Estado por lo que se conoce como la Ley Micaela va a ser suficiente para transformar esa institución del régimen en feminista, parece olvidar que, cualquiera sea el signo político de los jueces, se trata de una casta cuyas decisiones están reguladas por las normas que sostienen los privilegios del capital contra la falta de privilegios de las masas trabajadoras.
Es su razón de ser en el Estado capitalista: un reducido grupo de lo más granado de la Justicia, que integra la Corte Suprema, decide el destino de millones de personas que ni siquiera los elegimos. Se rige por el precepto que plantea que el Poder Judicial debe ser "contramayoritario" ¡qué confesión de parte! Que sea independiente del voto popular y del resultado "mayoritario" que designaría a los jueces en sus cargos, con el supuesto objetivo de asegurar el derecho de las minorías, no es más que palabrerío para justificar la existencia de esta casta inamovible en sus cargos.
Estos letrados a los que solo su voluntad o la muerte puede retirarlos de los juzgados, lo único que aseguran es la perpetuación del statu quo para una minoría de parásitos que viven a expensas de la explotación y opresión de millones.
Sus anillos, sus mansiones, sus fiestas lujosas, sus departamentos alquilados para el ejercicio de la prostitución, sus partidos de polo… Peor aún, sus manejos con los servicios de inteligencia para chantajear, según convenga, a fuerza de carpetazos y operadores políticos y empresariales ¿alguien puede creer que puede cambiar solo con establecer que el 50% sean mujeres?
No está muy lejos en el tiempo, el miserable papel de la jueza Karina Zucotti que hemos repudiado en las calles y en las redes sociales: la misma jueza que dejó en libertad al comerciante acusado de drogar y abusar de la joven trabajadora venezolana que, ya tenía como antecedente cinco (¡cinco!) sobreseimientos de femicida y la negativa al pedido de la madre de Lucila Yaconis de que se realizara una contraprueba de ADN a un violador. Es que el género no alcanza, porque la Justicia es una podrida institución al servicio de los sectores dominantes. Una podredumbre que incluye y va mucho más allá del machismo y la misoginia.
"Menos consejos de notables y más ’consejo’ popular", decía nuestra compañera la diputada Myriam Bregman consultada sobre las reformas judiciales que impulsa el gobierno de Alberto Fernández.
¿Queremos reformar la Justicia?
Las feministas socialistas de Pan y Rosas tenemos una propuesta: que jueces y fiscales se elijan por voto popular, que se terminen los privilegios de esta casta que vive de una manera tan alejada de la existencia cotidiana de millones de mujeres precarizadas, superexplotadas, condenadas a garantizar la supervivencia de su familia haciendo malabares ante al aumento de precios, los tarifazos y la inflación.
Que se implementen los juicios por jurados en todo tipo de causas. Que las mujeres de los barrios populares puedan dar su punto de vista cuando se juzga al policía que disparó su arma contra los jóvenes sin trabajo a los que hostigan permanentemente las fuerzas represivas del Estado. Que las juezas y jueces que sospechan de las víctimas antes que de los acusados tengan que ver a los ojos a las madres de las chicas asesinadas por responsabilidad del Estado que desestimó sus denuncias oportunamente.
Que cobren lo mismo que el promedio de la clase trabajadora. Vamos a ver si les sigue quedando ganas de hacer carrera judicial a los ricachones o a los ambiciosos que aspiran al yate propio, las vacaciones en playas paradisíacas y los departamentos de lujo ganados a cambio de favores para "los amigos del juez". ¿Por qué quienes se ganan el salario con su propio esfuerzo y sin explotar a nadie, deben pagar "impuesto a las ganancias" si superan un monto establecido por el gobierno mientras esta casta judicial está eximida de gravámenes?
Los que aplican la figura delictiva de la asociación ilícita para perseguir arbitrariamente a quienes luchan contra este régimen social podrido. Los que sostienen la legislación "antiterrorista" votada por el gobierno kirchnerista pero dictada por el imperialismo norteamericano o la vergonzosa figura del "arrepentido" que se utiliza para el lawfare, no representan más que una casta ajena a los intereses de las mayorías populares, dispuesta a valerse de este andamiaje y todo tipo de arbitrariedades para la persecución de quienes luchamos contra este orden establecido.
Claro que una reforma de este tipo no puede imponerse sino es con una poderosa movilización del pueblo trabajador, del movimiento de mujeres y todos los sectores agraviados. El Estado capitalista no se reformará a sí mismo para defender intereses ajenos a la clase que representa.
Por eso, también el próximo 8 de marzo, Pan y Rosas te invita a marchar por Justicia para Ursula y cada una de las víctimas de femicidios. ¡Ni una menos! Junto a las trabajadoras judiciales, de la Salud, las docentes, las obreras, las que toman tierras para luchar por su derecho a la vivienda, las que denuncian el "gatillo fácil" y las que enfrentan el extractivismo y las industrias contaminantes, las jóvenes precarizadas y las estudiantes diremos "El Estado es responsable" y no nos alcanzan las reformas cosméticas. Queremos el pan, pero también las rosas.
Andrea D’Atri
Nació en Buenos Aires. Se especializó en Estudios de la Mujer, dedicándose a la docencia, la investigación y la comunicación. Es dirigente del Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS). Con una reconocida militancia en el movimiento de mujeres, en 2003 fundó la agrupación Pan y Rosas de Argentina, que también tiene presencia en Chile, Brasil, México, Bolivia, Uruguay, Perú, Costa Rica, Venezuela, EE.UU., Estado Español, Francia, Alemania e Italia. Ha dictado conferencias y seminarios en América Latina y Europa. Es autora de Pan y Rosas. Pertenencia de género y antagonismo de clase en (…)