Según un informe del Credit Suisse, en los últimos nueve años el número de personas millonarias se ha quintuplicado en el Estado español.
Jaime Castán @JaimeCastanCRT
Martes 22 de octubre de 2019
Desde el año 2010, momento en que empezó a afectar la crisis económica internacional a la economía española, hasta la actualidad, el número de personas millonarias se ha multiplicado por cinco, hasta alcanzar las 979.000. Esto es lo que señala el informe del Credit Suisse y del que se están haciendo eco los medios de comunicación.
La gran mayoría de esas personas millonarias, un total de 899.008 cuentan con una riqueza de entre uno y cinco millones de dólares (entre 895.000 euros y 4,47 millones de euros). La estructura económica del capitalismo se asemeja a un “embudo”, cada vez se estrecha más hasta llegar a las grandes fortunas. En la cima, 685 personas disponen de entre 100 y 500 millones de dólares (89,5 y 447,7 millones de euros) y finalmente, 61 personas se sitúan en el tramo más exclusivo, con una riqueza valorada en más de 500 millones de dólares.
Una dinámica que se observa también a nivel mundial. El número de millonarios en 2010 era de 13,83 millones, mientras que nueve años más tarde esa cifra se ha multiplicado por tres, hasta alcanzar los 46,8 millones en todo el mundo.
Al mismo tiempo que el número de millonarios se dispara (Credit Suisse también estima que el número de millonarios españoles crecerá un 42% más en los próximos cinco años), la precariedad se ha convertido en algo cotidiano y endémico para miles de millones de personas en el Estado español y en el resto del mundo.
Los ataques a los derechos laborales y a las condiciones de trabajo, con situaciones de desempleo y precariedad crónicas; el aumento en el precio de bienes y servicios tan básicos como la luz, el gas o el transporte público; el incremento de las matrículas de estudios superiores y la elitización de la universidad; los recortes y empeoramiento de la sanidad pública o la asistencia social; etc. Son un indicativo claro de que la crisis la está pagando la clase trabajadora y los sectores populares.
Es el resultado de gestión neoliberal de la crisis, de la que ha sido cómplice buena parte de la izquierda que se ha plegado a la política de ajustes y recortes para garantizar las ganancias capitalistas. El caso de Grecia y Tsipras sería el más paradigmático, por las expectativas que generó, pero en el Estado español hemos vivido el rol nefasto de las burocracias sindicales de CCOO y UGT, el papel del PSOE tanto en época de Zapatero como ahora con Pedro Sánchez, así como de Unidas Podemos, inmerso hasta lo más profundo en esa dinámica que no cuestiona las ganancias capitalistas ni el pago de la deuda.
Ante esta situación tan solo caben esperar dos alternativas, que la crisis la sigan pagando los de siempre, o que la paguen los capitalistas. El rechazo a las políticas que precarizan la vida ya es una realidad tal en el mundo que se puede hablar de un auténtico retorno de la lucha de clases a nivel internacional. El movimiento democrático catalán, el movimiento de los “gilets jaunes” en Francia, la lucha contra los ajustes del FMI en Ecuador y Chile, las protestas en Argelia o el Líbano, o las luchas de Puerto Rico o Haití; expresan las contradicciones de un sistema capitalista cada vez más desigual.
Un nuevo escenario se ha abierto, ya son millones las personas que, ante los ataques y recortes sociales, ante la precariedad, se levantan y dan la pelea incluso poniendo en juego sus vidas ante las respuestas criminales de los gobiernos. Desde los grandes medios de comunicación seguirán criminalizando las protestas y la lucha de la gente en la calle, tratando de impedir el desarrollo de cualquier movilización que vaya en contra de la agenda neoliberal. Se habla desde estos medios de los costes económicos que supone cada jornada de protesta, cuando se dilapidan a diario millones y millones en beneficios empresariales, en cuerpos represivos y militares, en deuda o en corrupción.
Ante esta situación de crisis económica, ecológica y social, debemos apostar por una respuesta que esté a la altura, siguiendo el ejemplo de las luchas que hoy hacen retroceder a fuerzas policiales y a gobiernos. Apostar por la lucha unida de la juventud rebelde, del potente movimiento de mujeres y de la clase trabajadora.