Charlamos con el economista Leandro Bona, docente de la UNLP e investigador de FLACSO Argentina, sobre cómo repercute la pandemia en la economía mundial y latinoamericana.
Viernes 10 de abril de 2020 15:21
Las consecuencias ya comenzaron a manifestarse, porque una recesión de esta magnitud implica una caída del comercio, el consumo y la inversión. En materia social, genera un aumento del desempleo y la pobreza, particularmente para los países de la periferia.
Con la retracción del principal productor mundial, China, el flujo de bienes está cayendo dramáticamente y eso afecta a todos los países. Recientemente en EEUU explotaron los pedidos de seguro desempleo: más de tres millones en una semana. El dato impresiona, porque la cifra más alta había sido de 700.000 pedidos en los primeros años de Ronald Reagan, es decir, cuando hubo un shock de aumento del desempleo que parecía inalcanzable. Esto marca que se transitarán tiempos muy aciagos para las mayorías. La contracción de EEUU, junto a la de China y Europa, que son los motores productivos y financieros del mundo, van a generar un sismo del cual todavía es difícil saber la profundidad
Cuando hay una gran crisis, se podría parafrasear a Nixon (ex presidente republicano y por ende, conservador de los EEUU) cuando dijo que "todos somos keynesianos". Esto quiere decir que, ante el riesgo de un colapso, los gestores de la política económica en las más altas esferas reconocen la necesidad de evitar daños mayores a través de fuertes inversiones y transferencias del Estado (la manera "keynesiana").
Más allá de esto parece que esta crisis, que es tal vez el último (o uno más) de los coletazos del ciclo iniciado en 2007/8 con la crisis subprime, está generando respuestas distintas a las de doce años atrás. En ese momento los rescates fueron a los bancos, con la idea de que eran "muy grandes para caer": si quebraban se cortaba la cadena de pagos y la economía en general se vería aún más afectada. Un economista liberal (en el sentido estadounidense del término, es decir, progresista) como Krugman alertaba a Obama en el 2009 que su paquete de estímulo era insuficiente puesto que había que gastar mucho más para salir del problema, como se hizo en los años 1930 con el New Deal en EEUU , donde los proyectos de inversiones públicas en rutas, puentes, etc. fueron colosales.
Ahora las respuestas no tienen que ver con un rescate a los bancos (que justamente ganaron como nunca después de 2008, recuperando el ciclo financiero expansivo del período 1980-2007), sino con una inyección de recursos para hogares, comercios, pequeñas empresas, etc. Esto se parece más a la lógica poskeynesiana de evitar la crisis con "más Estado".
Creo que estas medidas paliarán el impacto negativo de la crisis. Me parece que son necesarias para morigerar los fenómenos negativos que se señalaron antes. La pregunta que queda flotando es si alcanzan. Un debate ausente, por ahora, es desmercantilizar los derechos sociales convertidos en negocios, como la salud, la educación, el crédito a los hogares, entre otros. Ahí hay un tema para introducir en el debate y cuestionar la lógica neoliberal: me parece que hoy si se hace una encuesta, mayoritariamente se apoyaría que haya más inversión en salud y esto habilita el debate sobre el manejo del sistema. Hoy la medicina cubana responde mejor que la de los países centrales al problema y la isla exporta médicos y medicinas, con una gestión totalmente pública.
También se abre el debate sobre sectores productivos: ¿por qué no mostrar que el Estado podría comenzar a producir bienes sensibles como alimentos, medicamentos, insumos básicos? Hay una oportunidad de colocar estas discusiones en el centro del debate. Otra cuestión que se pone en tensión es el manejo de la información y los datos, que pueden aportar a la resolución de los problemas (como lo cuestionó Byung Chiul Han por su "violación de la privacidad".
Son momentos de transición donde creo que pueden ponerse en cuestión las lógicas neoliberales. Incluso el fenómeno ya venía haciéndose evidente en Chile, un país sin crisis financiera o social que salió a las calles a luchar contra la ideología y el modelo neoliberal, denunciando algunas de estas problemáticas.
La deuda externa está en el centro del debate en Argentina, pero también en buena parte de la periferia. El FMI ha condonado sus acreencias con países muy pobres y eso ratifica que el mecanismo de la deuda es una forma de expresión de la dominación. Hace 70 años los teóricos de la dependencia y el imperialismo analizaron este fenómeno, ya que nuestros países tienen necesidades recurrentes de divisas (dólares) dado que su estructura productiva se organizó como apéndice de los países centrales. Por ende no hay capacidad, dentro del tablero económico capitalista, de sortear ese problema de falta de recursos sin toma de deuda. Los países centrales, a través de sus bancos y el manejo de los organismos internacionales, encontraron allí una fuente de ganancias financieras sin igual, clave dentro del esquema neoliberal. Pero esta dinámica no es sostenible de manera permanente. La financiarización de la economía, como dicen Braudel o Arrighi, muestra una "etapa otoñal" de un ciclo de acumulación. Es decir, cuando las inversiones financieras son las dominantes en el país que organiza el capitalismo (EEUU y satélites), significa que ese proceso ingresa en un proceso de declive que hará emerger un nuevo ciclo comandado por otra nación.
Para Argentina el problema de la deuda resulta recurrente bajo gobiernos que hacen "empuje de la economía vía deuda" (debt-led growth) como los de 1976-2001 o 2015-2019. Pero esta vez la situación es más la de los ’80 que heredó Alfonsín, que la de principios de los 2000 que heredó Kirchner. No se puede pagar en estas condiciones y el mundo se está cerrando y contrayendo. Un cóctel lo suficientemente explosivo como para poner en cuestión la deuda, denunciar su perversión y plantear, o bien una cesación de pagos o una quita muy grande.
El primer escenario no estaba en agenda del gobierno y el segundo se ha vuelto el más probable, aunque ahora es difícil saber qué pasará. Los acreedores están más pendientes de sus tenencias afuera y no de las que cuentan en Argentina, así que si bien no es su prioridad, tampoco se avizora una negociación rápida o positiva para Argentina.
La contracara de la deuda es la fuga de capitales. Es un fenómeno histórico de la periferia, porque aquí la competencia mundial es vía renta y la inversión en otros sectores históricamente ha sido menor. En Argentina se agrega la dolarización de facto de la economía (en compra venta de propiedades y ahorro). Los responsables de la fuga son los grupos económicos que sacan sus recursos porque no necesitan ni les es más rentable reinvertirlos.
De nuevo, esto debería abrir la oportunidad de discutir cómo se utiliza el excedente en Argentina. Frenar la fuga es una condición para avanzar en una agenda de inversiones productivas (por ejemplo en soberanía alimentaria o de medicamentos, como se dijo antes). China reinvierte su excedente en ciencia, tecnología, transporte, etc. Corea del Sur en los años ’60 penalizaba duramente a empresarios que quisieran fugar divisas e imponía obligatoriamente reinversiones de las ganancias en tecnología. Volviendo sobre lo que se dijo del manejo de datos y el control del Estado, son ejemplos de centralización de las decisiones económicas que dieron resultados interesantes.
En síntesis, creo que un control público del uso del excedente es clave para pensar estos problemas y la forma de ejecutarlo no es con "reglas de mercado", sino con uso del poder de policía del Estado.
En algún sentido deslicé que es un buen momento para colocar el debate sobre la producción pública de bienes y servicios, la desmercantilización de derechos y el atolladero al que nos lleva la lógica neoliberal. En el sistema científico y universitario hay muchos/as profesionales que tienen la capacidad para dar estos debates, promover líneas de investigación en este sentido y proponer respuestas ante la crisis.
La articulación con organizaciones sociales y populares me parece imprescindible, porque las respuestas no pueden surgir de una probeta, sino de las demandas desde abajo. Por ejemplo, cómo resolver los problemas de tercio del país que, en el marco de la informalidad, sufre como nadie los efectos de la cuarentena. Allí la opinión de estas organizaciones de trabajadores precarizados es central. Qué dicen las organizaciones de los cordones hortícolas sobre la producción alimentaria (cuánto ganan ellos y cuánto los supermercados) y cómo puede promoverse una alimentación mejor. Qué pasa con el reciclado y los carreros (¿pueden generar empleo formal y de mejor calidad en la industria del reciclaje, totalmente subaprovechada?). Qué plantean los sindicatos del sistema de salud o educación. Creo que esta síntesis entre la ciencia, el pensamiento crítico y los sectores populares puede brindar respuestas.