Las reediciones corregidas de libros de Agatha Christie y Roal Dahl reabren viejos y nuevos debates. ¿Censura, corrección política o negocios? Columna de Cultura en El Círculo Rojo (jueves a las 22 a 24 en Radio Con Vos FM 89.9).
Celeste Murillo @rompe_teclas
Viernes 14 de abril de 2023 01:29
· Hace unas semanas circulan noticias sobre la necesidad de modificar textos que fueron escritos en otra época porque nuevos lectores y lectoras se verían afectados por esos textos.
· Hubo dos casos que tuvieron mucha repercusión:
· La reedición con cambios de los libros del autor Roald Dahl (que murió en 1990). Dahl es un creador de mega éxitos de literatura infantil como Charlie y la fábrica de chocolates o Matilda. La decisión de los editores de la Roald Dahl Story Company (la empresa dueña de los derechos) fue “actualizar” el lenguaje para no dañar la sensibilidad de sus lectores y lectoras.
· La reedición que prepara la editorial Harper Collins de algunas novelas de Agatha Christie, una de las plumas maestras del crimen y el misterio . El motivo que aduce la editorial es eliminar el “lenguaje potencialmente ofensivo”, sobre todo referencias étnicas o insultos.
· Realizar cambios en los libros no es algo extraño en la industria editorial. Pero en ninguno de los dos casos es el autor o la autora quien toma la decisión sino las empresas que tienen los derechos.
· El propio Dahl editó en 1973 la descripción de los Oompa Loompa (personajes de Charlie y la fábrica de chocolate) que era bastante racista (pigmeos africanos). Cuando se adaptó el libro para cine en Estados Unidos hubo varias polémicas y el autor decidió cambiarlo.
· En el caso de Christie, una de sus novelas más vendidas, conocida como Diez indiecitos (en Argentina) o Diez negritos o soldaditos en España cambió su título a mediados de los años 1980. Vale una aclaración: el nombre de esa novela surgió de una canción popular, que incluía la palabra nigger (en inglés, de claro contenido racista para referirse a las personas negras). La edición estadounidense de 1940 nunca incluyó la palabra nigger por ese motivo. En diciembre de 2022, la editorial decidió renombrarla como “Y no quedó ninguno”.
¿Por qué tanta polémica?
· Muchas palabras y expresiones hoy son cuestionadas. Es algo que pasó a lo largo de la historia, la lengua está viva y cambia todo el tiempo. La política y los debates sociales siempre influyeron en la forma en la que hablamos y es algo bienvenido e interesante. Pero es interesante preguntarnos si es lo que está sucediendo con estas decisiones.
· En los casos actuales hay cuestiones comerciales muy grandes en juego. Sobre todo en el de Dahl, cuyos derechos fueron adquiridos por Netflix en 2021 (una de las operaciones más grandes de la historia). La motivación principal es de la plataforma, que quiere cuidar sus negocios.
· En ambos casos se menciona a los “lectores de sensibilidad”, focus group muy comunes en editoriales de Estados Unidos y Europa.
· Estos nuevos protagonistas son muy conocidos en muchos países. La serie de Netflix Amor y Anarquía, que transcurre en una editorial sueca, muestra una parte de estas nuevas polémicas.
· En su segunda temporada, aparecen los lectores de sensibilidad que llegan como “aire fresco” para expresar las preocupaciones de lectores y lectoras jóvenes, pero todo termina siendo parte de una reconversión financiera para adaptar los libros en películas para una plataforma de streaming. La experiencia de edición termina siendo delirante y hace estallar un conflicto con escritoras y escritores. Están todos los ingredientes: corrección política, censura, quién decide qué se publica y qué no.
Muchas ideas en debate
· Una de las primeras cosas para pensar es que leer ficción es una forma de conocer y descubrir mundos diferentes al nuestro. Mientrás leemos, si algo no nos gusta, nos molesta o nos parece criticable, existen muchas opciones. Podemos dejar de leer ese libro, elegir otro y discutirlo.
· Todas las opciones son válidas, salvo las que incluyen un recorte de lo que está disponible para leer. Sobre todo, teniendo siempre en mente que las que deciden son empresas, no son ONG de buenas intenciones.
· Cuando se anunció la reedición de los libros de Dahl otro escritor inglés (Philip Pullman, autor de La materia oscura) dijo en una entrevista: “Si Dahl nos ofende, que se agote. Leamos autores maravillosos que escriben hoy, que no reciben tanta atención debido al enorme peso comercial de autores como Dahl” (y, podría agregarse, que crece con operaciones como la de Netflix). En la entrevista proponía que se desvanezcan los autores que ya no nos interesa leer.
· Algo parecido podría decirse sobre Agatha Christie. Si sigue vendiendo libros casi 50 años después de su muerte, sería importante pensar por qué y qué perdemos si se adapta una obra escrita hace casi un siglo. Fernando Fagnani, crítico y editor de Edhasa, explica por qué no le parece bien aplicar criterios contemporáneos a libros escritos en 1920. Dice que retocar una obra como la de Agatha Christie con un sesgo contemporáneo “nos aleja de saber cómo se pensaba en esa época y de conocer la sensibilidad de la sociedad sobre la que ella escribía. No podemos cambiar cuestiones sociales del pasado reescribiendo las obras de autores de la época”.
· En estos debates hay algo llamativo que vale la pena subrayar. La escritora estadounidense Joyce Carol Oates dijo en su cuenta de twitter: “Es irónico que, en algunos escritores, ‘sin censura’ solo significa un discurso cliché que refleja el sexismo, el racismo y la supremacía colonialista blanca”.
· Es cierto que muchos sectores conservadores se adueñan de la “bandera” de la incorrección para sus propios objetivos. Y responsabilizan a las nuevas generaciones, al feminismo, al movimiento LGBT por las discusiones, debates y cambios que suceden en la sociedad.
· Hace algunos años, el escritor Mario Vargas Llosa llamó “nueva inquisición” al feminismo y lo señaló como un gran peligro para la literatura y la creatividad. Sin embargo, posturas como esta no pueden inhabilitar discusiones. Reconocer la complejidad de la literatura no borra que las obras, las autoras y autores estén cruzadas por contradicciones sociales y políticas.
¿Guardianes de la sensibilidad?
· Hay muchas posturas en estos debates. Para algunas personas es censura, otras hablan de cultura de la cancelación o corrección política y algunas apuntan a los intereses de las editoriales. Me inclino por el tercer grupo.
· No creo que lectores y lectoras necesitemos que un censor o una empresa cuiden nuestra sensibilidad, ya sea porque nos ofenden o nos interpelan. Las editoriales, las plataformas o las productoras de cine en su búsqueda de audiencias (lectores) cada vez más grandes, parecen estar más preocupadas por evitar cualquier debate o polémica.
· Si no aceptamos que un gobierno o un ministerio nos digan qué ver o leer, ¿por qué aceptaríamos una empresa sea la guardiana de nuestra sensibilidad?
Celeste Murillo
Columnista de cultura y géneros en el programa de radio El Círculo Rojo.