Una de las leyendas de la música latinoamericana se presentó en el escenario de Tecnópolis en el Primer Festival Internacional de Percusión que terminó este lunes.
Miércoles 15 de octubre de 2014
Nunca tuve la oportunidad de ver a Hermeto Pascoal. Con sus 78 años es una de las leyendas de la música latinoamericana. Su música ha sido y sigue siendo una cantera imparable de locuras exquisitas mezclando “a la brasilera” tantas músicas juntas que es imposible de decir “esto es jazz” o “esto es bossa”... “esto” es Hermeto.
El recital gratis empezó puntual sobre el escenario de Tecnópolis. Hermeto fue armando su público a través de los décadas del siglo pasado, todos estaban representados. Pensé que vería a un Hermeto anciano. Cuando llegué ya estaba sobre el escenario. Unas 3 o 4 mil personas empezaron a ver y oír algo inusual.
Al subirse al escenario lo hace para probar cosas técnicas y los retornos, sin ninguna solemnidad Hermeto comenzaba su juego. De sonidista se fue transformando en director de una orquesta fue haciendo que empiecen a sonar los tambores, la batería, el saxo alto, la cantante. El primer tema cuyo nombre no sabría ni podría recordar encaró el ritmo que tendría todo el recital “a todo lo que da”. En medio de esta locura imparable de golpes, silencios y melodías se escabulle por detrás del pianista (que era nada menos que el multinstrumentista Hugo Fatorusso) la voz de Hermeto aullando lo que seria el “estribillo” de la canción, que luego sería repetido por la trompeta en un ida y vuelta que duro unos minutos. Hermeto ya estaba jugando. Hugo pasó a tocar unos instrumentos de percusión al lado del baterista y Hermeto se apoderó del piano eléctrico.
En inglés “tocar” se dice “to play” que en español también significa “jugar”. Así pintaba el recital de Hermeto que contagiaba su curiosidad por ver qué pasa con la música y con la gente, cada tema se iba improvisando con los fraseos que Hermeto armaba para que el público los repita. En otra intervención hablada Hermeto agradeció a todos por escucharlo y nos dijo que lo que más le importaba era lo que nosotros podiamos sentir al escuchar. EL juego siguió a toda velocidad, desde una Melódica hasta un cuerno fueron sus instrumentos, toco tantos y tan raros que me llevaría otro artículo para esto. El bajista imparable subido a un bajo de 6 cuerdas se hacia sólido y hacía vibrar el cuerpo. Hasta que Hermeto se lo sacó y se puso él a tocar el bajo, el bajista a tocar el piano, el saxofonista la pandereta, Fattoruso la melódica, el público los coros, el baterista a todo lo que da, el brujo ya había hecho su hechizo.
Para mi gusto fue corto. Podría haber estado 5 horas más embrujado. Faltaba armar el sonido para el próximo número. Había más gente que al principio. Nos sentamos en un banco a conversar. Melina trajo los Parissiene, nos conversamos un paquete y comenzamos el retorno. Los primeros minutos al salir de Tecnópolis pensé “acá viene mucha gente y disfruta un cacho de cultura, es algo...” como buscando si a esto se refieren con “los logros conseguidos”. Me quedé con la idea, para pensar en algo mientras esperaba el 21. La gran cantidad de gente que salía de Tecnópolis se encontraba con el sistema de transporte de un día feriado, los bondis no paraban ya venían llenos. Viajar iba a ser el bardo de todos los días y lo fue. El hechizo dejaba su efecto y la realidad volvía para cachetear, no hizo falta que me conteste la pregunta. Llegué a mi casa un par de horas muy tarde, pero con ganas de escribir algo sobre el recital. Creo que ese momento de juego brujo y mágico que viví con Hermeto valió la pena.