Columna de Gabriel Piro en Alerta Spoiler. La dura huelga de los obreros de Toledo en medio de la gran depresión.
Lunes 1ro de junio de 2020 11:57
Historia de las luchas obreras en EE.UU: la huelga de Toledo - YouTube
El año 1929 es el inicio de la “Gran Depresión”, una crisis económica que se extendió por todo el mundo capitalista con consecuencias catastróficas.
Solo entre octubre y noviembre de 1929, en Estados Unidos, los desempleados pasaron de 500 mil a cuatro millones. A su vez, muchos de los empleos que se conseguían eran inestables, a medio tiempo y mal pagos, debido a la fuerte presión a la baja de salarios que implicaban los altos índices de desocupación. En solo dos años el salario real promedio había disminuido un 16%.
En 1930 un habitante de New Jersey escribía una carta al presidente Hoover donde decía: “¿No puede encontrar una manera más rápida de ejecutarnos que matarnos de hambre?”.
Sin embargo, rápidamente también surgieron las primeras organizaciones de desocupados, que se enfrentaron a la falta de respuesta tanto de los gobiernos los líderes sindicales de la American Federation Labour (AFL), que no daban ninguna solución a sus reclamos, e incluso se negaban a reclamar un seguro de desempleo.
Hacia fines de 1932 había unas 330 organizaciones de desocupados distribuidas en 37 estados con más de 300.000 miembros. Tras el impulso de “Ligas de Desempleados” por parte del Partido Comunista, comenzaron a surgir diversas organizaciones, entre ellas, el Comité de Desempleados de Seattle, o las impulsadas por el socialista independiente y pastor evangélico, A.J. Muste: la Liga de los Desempleados que se desarrolló centralmente en Ohio, Virginia Occidental y Pensilvania.
En 1934 comenzó a producirse un punto de inflexión. Luego de tres años donde primó el temor a los despidos y la inseguridad en las fuerzas propias, la clase obrera, ante algunos iniciales signos de recuperación económica, comenzó a despertar
Este impulso abrió una etapa de importantes luchas obreras en San Francisco y Minneapolis que fue seguido por un movimiento de luchas industriales aún más fuerte en 1936-37.
En 1933 Toledo era una ciudad industrial ubicada en el estado de Ohio. Allí, la desocupación había llegado al 70% generando un fuerte descontento en la población. Ese mismo año el gobierno de Roosevelt lanzaba la Ley de Recuperación Industrial (NIRA por sus siglas en inglés), que daba enormes beneficios a los empresarios para aumentar la productividad a costa de la explotación obrera, recibiendo grandes subsidios por parte del Estado. Sin embargo, en su sección 7ma, la ley habilitaba a la formación de nuevas organizaciones sindicales, siendo la base para un movimiento que comenzó en todo el país con la formación de organizaciones locales que no respondían a la burocracia de la AFL.
En el marco de ese movimiento, los trabajadores de autopartes de Toledo, crearon en 1933 su organización federal, el “Sindicato Federal de Trabajadores 18834” (FLU 18834).
En febrero de 1934 el FLU 18834 declaró la huelga en reclamo del reconocimiento sindical que era negado por las empresas automotrices y el gobierno.
Sin embargo, ante el incumplimiento, en una de las empresas más grandes, la autopartista Electric Auto-Lite se dio un nuevo impulso a la lucha. La ayuda vino “desde afuera”, se trató de una fuerte movilización de miles de desocupados organizados por el AWP que comenzaron a rodear la fábrica y a formar piquetes de huelga resistiendo a las órdenes judiciales que los declararon ilegales. A partir de allí, la dirección del conflicto fue una fusión de los comités de desocupados con los obreros de Auto-Lite.
Ante esta acción sorpresiva la empresa decidió enviar unos 1500 rompehuelgas para reabrir la fábrica y retomar la producción. A su vez, el gobierno local colaboró con la empresa enviando a los agentes del Sheriff y guardias armados. Esta ofensiva fue resistida heroicamente una y otra vez por los piquetes y comités de autodefensa creados por los huelguistas. Entre los días 21 y 23 de mayo se realizaron actos y manifestaciones de solidaridad alrededor de la fábrica que reunieron a entre 4000 y 6000 huelguistas.
Para quebrar el cerco alrededor de la fábrica el Sheriff local inició una ofensiva represiva que implicó el arresto de varios de los líderes de la huelga, entre ellos Bidenz, y fuertes golpizas a varios ancianos que apoyaban el conflicto en los piquetes. Esto, lejos de atemorizar, encendió la bronca de los huelguistas, pero también del resto de la población de Toledo dando origen el 23 de mayo de 1934 a lo que se llamó “La Batalla de Toledo”.
Ante la provocación patronal la multitud de huelguistas respondió lanzando piedras, ladrillos y botellas a los policías que comenzaron a refugiarse al interior de la fábrica junto al personal jerárquico.
En la madrugada del 24 de mayo, ante este escenario, llegaron en auxilio de los jerárquicos y la policía, las tropas de la Guardia Nacional.
Pese a las muertes y los arrestos la línea de piquetes se mantuvo con alrededor de 5000 personas durante 5 días más. Ya la huelga era un hecho nacional. Mientras los sindicatos locales mayoritariamente apoyaban la realización de una huelga general en apoyo a Auto-Lite, la AFL buscaba postergarla y negociar. El propio presidente Roosevelt tuvo que mandar un delegado personal para que sea mediador entre los huelguistas y la empresa.
Mientras continuaban las negociaciones la noche del 1 de junio más de 20.000 personas recorrieron Toledo en una marcha de antorchas, iluminando la ciudad y dando un claro mensaje de apoyo a los huelguistas.
Ante el enorme temor de la burguesía a que estallara la huelga general, varias de las patronales tuvieron que ceder, otorgando aumentos salariales, garantizando un ingreso mínimo, mejores condiciones de trabajo y el reconocimiento sindical.
En momentos de crisis capitalista como la actual, estas experiencias de lucha son un valioso testimonio para quienes comienzan a salir a luchar. La potencialidad de la organización de los trabajadores desocupados en su exigencia de trabajo, en organizaciones de masas con democracia interna y fuertemente vinculadas al resto de las luchas del movimiento obrero, es una de las conclusiones de este proceso de lucha. También lo es la importancia de poner en pie coordinaciones e instancias propias de organización independientes, bajo la lógica del Frente Único, cuando la burocracia sindical resulta una traba para el desarrollo de las luchas. La alianza obrera y popular que se dio en Toledo, en 1934, con los métodos de lucha de la clase trabajadora, como los piquetes y los comités de autodefensa, permiten pensar en la necesidad de crear este tipo de instituciones ante una agudización de las luchas.