Por primera vez desde la guerra de 1953 un jefe de Estado norcoreano cruza la frontera y se entrevista con su par del sur. Los gestos de distensión continúan pero la ‘desnuclearización’ está muy lejos en el horizonte.
Viernes 27 de abril de 2018
El líder supremo norcoreano, Kim Jong-un, y su par de Corea del Sur, el presidente Moon Jae-in, se reunieron en territorio surcoreano cercano a la frontera con el objetivo de avanzar en mejorar las relaciones bilaterales en el marco de un proceso de distención que se viene desarrollando desde febrero cuando la hermana de Kim viajó al sur a los Juegos de Invierno y se saludó con Moon.
Ahora, Moon y Kim se dieron la mano y conversaron brevemente en la frontera intercoreana, tras lo cual pasearon escoltados por la guardia de honor tradicional coreana y asistieron a una ceremonia antes de dirigirse al interior del edificio Peace House, operado por el Servicio Nacional de Inteligencia (NIS) surcoreano, donde se celebra la cumbre.
En los primeros discursos que realizaron ambos manifestaron su intención de avanzar hacia la paz y el desarrollo de la península.
Kim destacó su voluntad de lograr "la paz y la prosperidad" a través de una mejora de las relaciones intercoreanas, y apostó por "no tener que volver a la situación anterior" de confrontación.
El líder supremo norcoreano subrayó repetidamente su voluntad de dialogar "con sinceridad y candidez" para lograr "buenas discusiones y resultados", y prometió que "la no implementación de lo acordado no volverá a suceder", en alusión a otros acuerdos o procesos de negociación finalmente fracasados.
Kim bromeó incluso sobre el menú del banquete que las delegaciones compartirán y con una hipotética visita de Moon a Pyongyang. "Se va a servir naengmyon (fideos fríos típicos norcoreanos) del famoso restaurante Okryugwan de Pyongyang y me alegra que el presidente Moon pueda disfrutarlos, aunque estaría bien que lo hiciera en el Norte aunque sea un largo viaje", dijo.
A su turno, el presidente surcoreano hizo énfasis en el momento de distensión que atraviesan las relaciones bilaterales: "Me siento muy feliz. La primavera está aquí en Corea y espero que todo el mundo esté pendiente de esta primavera".
Moon añadió que "Tenemos una responsabilidad muy grande. Creo que hay mucha expectación por parte de todo el mundo", y dirigiéndose directamente a Kim agregó: "Quiero agradecer de nuevo, estimado secretario general del Partido de los Trabajadores, el que haya aceptado reunirse conmigo. ¿Por qué no acordamos una paz que suponga un regalo para el mundo?"
La Casa Blanca saludó la cumbre
Están previstas dos rondas de conversaciones entre ambos por espacio de una hora y media cada una aproximadamente, tras las cuales firmarán un acuerdo y realizarán un anuncio, cuyo formato dependerá enteramente del "contenido de dicho texto", según explicó la oficina presidencial surcoreana.
La histórica reunión se produce a semanas del proyectado encuentro entre Kim y el presidente norteamericano Donald Trump en el que está previsto discutir el inicio de un proceso de paz y principalmente la ‘desnuclearización’ en la región. Corea del Norte, según todos los análisis de inteligencia que se dan a conocer, estaría muy cerca de poder confeccionar un misil con cabeza nuclear, capaz de alcanzar la costa oeste de los Estados Unidos.
Con esa reunión en mente, el gobierno de Estados Unidos emitió un comunicado en el que deseó que los líderes coreanos "logren un progreso" para la península con las conversaciones que celebran en estos momentos en su frontera. "Esperamos que las conversaciones logren un progreso hacia un futuro de paz y prosperidad para toda la península de Corea", dijo la Casa Blanca y agradeció a Seúl "la estrecha coordinación" en este proceso de aproximación con Pyongyang.
También aprovechó para llamar a "continuar los debates sólidos de preparación" de la histórica reunión prevista para mediados de mayo entre Kim Jong-un y el presidente estadounidense.
El contenido de una eventual ‘desnuclearización’
Pero más allá de las declaraciones conciliatorias y gestos de buena voluntad, la verdad es que difícilmente se logre avanzar en una real “desnuclearización” de la región.
En primer lugar, el propio contenido de la palabra es engañoso, pues en los hechos significaría la desarticulación del programa nuclear norcoreano, mientras Estados Unidos y sus aliados en la región conservarán su monumental poder destructivo, incluyendo el nuclear. No hay que confundir el deseo humanitario de evitar una conflagración nuclear y la catástrofe que significaría para millones de trabajadores y pobres durante décadas, con la política imperialista de mantener desarmados e indefensos a los países atrasados para preservar su dominación sobre el mundo.
El desarme de Corea del Norte, significaría un triunfo para el imperialismo yanqui que habrá logrado “poner en caja” al país díscolo que pretendía tener “la bomba”. Pero Estados Unidos no solo encabeza por varios cuerpos el selecto grupo de potencias nucleares, sino que bajo la presidencia de Trump ha decidido aumentar escandalosamente el presupuesto militar y en particular el destinado a reforzar su armamento nuclear.
La hipocresía imperialista no tiene límites, como cuando acusa de violar los derechos humanos, por ejemplo al gobierno de la burocracia en Cuba, cuando mantiene decenas de cárceles en países aliados por todo el mundo donde la tortura es moneda corriente y los presos no tienen siquiera derecho a juicio.
Los intereses en juego en las futuras negociaciones
Pero las crecientes tensiones geopolíticas difícilmente le permitan a Trump descorchar y festejar. Corea del Norte ha logrado avanzar cualitativamente en su proyecto nuclear y con eso impuso una nueva relación de fuerzas para sentarse a negociar. Difícilmente acceda a desprenderse de esa carta sin algo sustancial a cambio.
Por otro lado, el régimen de Kim cuenta con el apoyo de China y Rusia, dos potencias que hoy están en la peor relación con Estados Unidos en décadas, lo que puede apreciarse claramente en la guerra en Siria donde cada uno interviene según sus intereses para uno u otro bando.
En especial a China, le conviene que Corea del Norte siga siendo un factor de tensión porque indirectamente aporta en mantener a raya la política nacionalista/proteccionista y militarista de Trump que en Asia se dirige en primer lugar contra China (es su principal competidor). Esta estrategia de Trump implica tanto el terreno económico, como se vio en la implementación de trabas comerciales, como el militar que se expresa en la creciente presencia militar yanqui en la región.
El exceso de bravuconadas también le valió problemas con la propia Corea del Sur, uno de sus mayores aliados en la zona. Porque la estrategia de Trump de llevar la tensión al extremo, ponía en riesgo que ocurra un incidente real que no se sabría dónde terminaría y del cual Corea del Sur era la primera víctima potencial. Esta situación, coincidente con la administración de Moon, dirigente del liberal Partido Democrático de Corea que históricamente se orienta en general hacia una política más componedora, terminó en la política unilateral de distensión con el Norte que se expresó en los pasados Juegos Olímpicos de Invierno donde asistió la hermana de Kim y fue recibida por Moon.
Esa política se mantiene y se desarrolla hasta hoy con la histórica cumbre Kim – Moom, y la Casa Blanca debió acoplarse contra su voluntad.
Habrá que ver el desarrollo concreto de las negociaciones, pero probablemente solo salgan declaraciones de protocolo que estiren la cuestión sin mayores consecuencias, aunque sí es posible que se mantenga por un tiempo el clima de distensión actual que es uno de los mayores desde el armisticio del año 53.