Las actrices que fueron las primeras en acusar al productor Harvey Weinsten por sus abusos sexuales, cuestionaron la gala de los Golden Globes, donde la campaña #MeToo fue el centro de la ceremonia. En Francia, 100 famosas cuestionaron también algunos aspectos de esta campaña en un manifiesto.
Andrea D’Atri @andreadatri
Miércoles 10 de enero de 2018 13:52
Rose McGowan, Asia Argento y Rosanna Arquette dijeron que la gala de los Golden Globes fue “una farsa” y que no fueron invitadas. En su cuenta de Twitter, Asia escribió sobre McGowan: “Nadie debería olvidar que fuiste la primera en romper el silencio”, a lo que la actriz de Scream respondió: “Y ninguna de esas estrellas que hoy visten de negro para honrar nuestras violaciones habrían movido un dedo de no haber sido así (haber acabado con el tabú). No tengo tiempo para la farsa de Hollywood”.
Pasados apenas unos días de la gala donde Oprah hizo un discurso que impactó en los medios y las redes sociales del mundo entero, hoy se conoce que sus palabras también impactaron en su bolsillo: las acciones de una empresa de dietas de la que es accionista (un rubro del que mucho hay para decir si enfrentamos los mandatos patriarcales), se dispararon y le permitieron embolsar 40 millones de dólares más, para su ya abultada cuenta.
#MeToo fue la voz que denunció algo que “todos sabían” que sucedía, pero nadie se atrevía a decir públicamente. La lucha de las mujeres contra la violencia y por sus derechos hizo que miles de mujeres ya no callen más ante los abusos. Tampoco las famosas.
Simultáneamente, del otro lado del Atlántico se alzaron las voces de francesas famosas que apoyaron las denuncias contra la violencia sexual de sus colegas, pero cuestionaron algunos aspectos del movimiento hollywoodense: “Desde el caso Weinstein se ha producido una toma de conciencia sobre la violencia sexual ejercida contra las mujeres, especialmente en el marco profesional, donde ciertos hombres abusan de su poder. Eso era necesario. Pero esta liberación de la palabra se transforma en lo contrario: se nos ordena hablar como es debido y callarnos lo que moleste, y quienes se niegan a plegarse ante esas órdenes son vistas como traidoras y cómplices”, sostuvieron en su manifiesto. “La violación es un crimen. Pero la seducción insistente o torpe no es un delito, ni la galantería una agresión machista”, afirman las francesas, entre las que se encuentra la legendaria estrella Catherine Deneuve.
Riesgos de puritanismo
#MeToo fue la voz que denunció algo que “todos sabían” que sucedía, pero nadie se atrevía a decir públicamente. La lucha de las mujeres contra la violencia y por sus derechos hizo que miles de mujeres ya no callen más ante los abusos. Tampoco las famosas.
Aunque las francesas reconocen la toma de conciencia sobre la violencia contra las mujeres y el abuso de poder de ciertos hombres de la industria, su manifiesto fue presentado, maliciosamente, por algunos medios, como un pronunciamiento “contra #MeToo” o como una “reacción a la revolución feminista” de Hollywood. Y hoy, muchos lo están enarbolando, en las redes sociales, para criticar al feminismo, para cuestionar la lucha de las mujeres contra la violencia y burlarse de las víctimas.
Pero más allá de las diversas ideologías y adhesiones políticas de las francesas -que acertadamente advierten a sus colegas norteamericanas del peligro de abonar a una “moral victoriana”-, las europeas ponen sobre la mesa un debate necesario que está desarrollándose en los ámbitos del activismo.
Pocos días antes de los Golden Globes, en LatFem, Mariana Marasch escribía: “La pregunta incómoda: ¿estamos promoviendo más tabues? (…). Los peligros que corremos son los de confundir la siembra de agencia y derechos con construcción de miedos. (…). Nada de eso le da derecho a un acosador, abusador o violador. Pero tampoco queremos que nuestra meta de libertad sexual se vea minada de terrores expandidos. Una crisis de pánico colectiva -miles y miles de botones de pánico sonando juntos y al mismo tiempo- puede llevarnos sin escalas a la era victoriana o a sacar una petición vía change.org”.
La escalada a la que hacía referencia la periodista, ya tiene su expresión en el terreno del arte, donde las insólitas consecuencias de la “corrección política” van desde el pedido de que retiren una pintura de Balthus del Museo Metropolitano de Nueva York por resultar perturbadora, hasta el estreno de una nueva versión de la clásica ópera Carmen de Bizet, donde la protagonista no muere, porque en esta época “es inconcebible aplaudir el asesinato de una mujer”.
Certezas de hipocresía
Pero las denuncias seriales de las famosas, al tiempo que dan notoriedad al tema de la violencia contra las mujeres, también corren el riesgo de banalizarla. Cuando un comportamiento machista de un productor o director de cine famoso, frenado a tiempo por una actriz millonaria adquieren mayor dimensión que un femicidio, una violación o un abuso sexual, las que pierden –una vez más- son las mujeres anónimas, especialmente las víctimas de las formas más crueles en que se manifiesta la violencia machista. Perdemos cuando eso permite, a instituciones como Hollywood, lavarse la cara y posar escandalizados cuando toda su estructura se apoya en la discriminación de las mujeres y los abusos de poder son moneda corriente.
En una sociedad como la que vivimos –donde 8 hombres poseen una riqueza equivalente a lo que tienen para sobrevivir 3500 millones de personas-, hay algunas denuncias contra la violencia patriarcal que permiten que suban tus acciones en la Bolsa y otras denuncias que nunca serán escuchadas.
Perdemos cuando las luces apuntan a Hollywood y dejan en penumbras la batalla contra la violencia, ésa de la que somos víctimas persistente y cotidianamente en el ámbito del hogar, en el trabajo, en las calles, en manos de las relaciones más íntimas, de desconocidos, de las patronales que viven a expensas de nuestra explotación, de las instituciones del régimen político, del Estado.
En una sociedad como la que vivimos –donde 8 hombres poseen una riqueza equivalente a lo que tienen para sobrevivir 3500 millones de personas-, hay algunas denuncias contra la violencia patriarcal que permiten que suban tus acciones en la Bolsa y otras denuncias que nunca serán escuchadas.
No tendrán eco porque ni siquiera pueden ser pronunciadas por esas mujeres que tienen trabajo precarizado, que cobran menos que sus pares varones, que son despedidas cuando señalan los abusos del supervisor o el jefe, que mueren silenciosamente en abortos clandestinos o en partos complicados sin la más mínima atención médica. Mujeres cuyas espaldas han sido dobladas por las agresiones físicas de sus parejas, pero también por los ritmos de producción a destajo, por las pesadas tareas domésticas impagas y por las condiciones insalubres en las que transcurren sus vidas cotidianamente.
Ese padecimiento de millones de mujeres no es redituable para Hollywood, ni para la industria francesa ni para los medios que hoy se hacen eco de estas denuncias, pero mañana volverán a mercantilizar el cuerpo de las mujeres, a vender productos de limpieza con amas de casa estereotipadas y a generar millones de dólares con fantasiosos romances. Nuestra batalla contra la violencia hacia las mujeres, también los tiene en la vereda de enfrente.
Andrea D’Atri
Nació en Buenos Aires. Se especializó en Estudios de la Mujer, dedicándose a la docencia, la investigación y la comunicación. Es dirigente del Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS). Con una reconocida militancia en el movimiento de mujeres, en 2003 fundó la agrupación Pan y Rosas de Argentina, que también tiene presencia en Chile, Brasil, México, Bolivia, Uruguay, Perú, Costa Rica, Venezuela, EE.UU., Estado Español, Francia, Alemania e Italia. Ha dictado conferencias y seminarios en América Latina y Europa. Es autora de Pan y Rosas. Pertenencia de género y antagonismo de clase en (…)