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Red Internacional
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Básquet. Horacio Pagani, el básquet y los valores en el deporte

Al calor del éxito del seleccionado argentino de básquet, Horacio Pagani habló, twitteó y recibió ecos en múltiples programas televisivos. Más allá de sus dichos y las respuestas, el debate abierto no estuvo en el foco de la discusión: el deporte como tal ¿tiene valores? Una reflexión sobre el deporte y la vida.

Lunes 16 de septiembre de 2019 16:29

Vamos al grano, Horacio Pagani dijo: "el fútbol es el único deporte verdaderamente popular, el único fenómeno social. Los demás son todas cuestiones técnicas muy reducidas”. Quizás por lo chocante o lo carnavalesco, Andrés Nocioni, el ex Generación Dorada, le contestó: “el Fútbol entiendo que es muy popular, pero le digo una cosa, si copiaría más valores de un deporte como el Básquet ¡no se verían las cosas que hay que ver! Respete”. Pagani bajó el tono disculpándose, e hizo una finta en el intercambio de ideas. La cerró diciendo: “el tema de la popularidad mundial del fútbol, sus razones y el fenómeno social que alberga requiere una discusión mucho más profunda que la simple comparación de valores”.

Esto fue más o menos lo que se dijo. El resto fue farándula. Pero lo que no quedó saldado fue el propio debate: la cuestión de la popularidad de un deporte como fenómeno social en donde se ponen de manifiesto valores; y la cuestión técnica. Detengámonos un poco en este último punto.

Dirá Pagani que el fútbol es un fenómeno popular y que el resto de los deportes “son todas cuestiones técnicas muy reducidas”. ¿A qué se refiere con cuestiones técnicas? Lo técnico tiene dos planos: las reglas de cada deporte determinan los movimientos del cuerpo, los gestos deportivos colectivos también lo están. Para entenderlo en criollo: en tenis no podés cambiar de mano la raqueta; en básquet tenés que picar la pelota a cada paso; en hanball podés hacer 3 pasos para el lanzamiento; en salto en largo no podés pasarte de la tabla de batida, etc.

Ligado a las reglas de juego se desarrollan las distintas escuelas deportivas, muchas de ellas nacionales, ligadas a las formas autóctonas en las que se desarrolló ese deporte. Una cosa es el fútbol de los italianos, tan distinto al de los brasileros; una cosa es el básquetbol NBA y otro el europeo o argentino: con las mismas o casi calcadas reglas, se desarrollan distintas formas de jugar.

Estas dos cosas son las cuestiones “técnicas”: mejora individual ante las reglas y organización colectiva del trabajo deportivo. No por algo se habla de “técnica individual” cuando se analiza la pegada de Roberto Carlos o Riquelme en fútbol; y a la vez se habla de “cuerpo técnico” cuando Scariollo pide un minuto en la cancha para que España vuelva al tipo de juego psicológico que más le convenía contra Argentina en la reciente final del mundial de básquet.

¿A dónde queremos ir con todo esto? A que Pagani se equivoca: las variables técnicas son enormes, en cada uno de los deportes. Tanto desde lo individual como lo equipista. Por ello, lo de la popularidad no tiene relación directa con un supuesto mayor desarrollo técnico de un deporte sobre otro. A la tradición deportiva argentina “de masas” no le cabe la idea de que uno de los deportes más populares en Norteamérica sea el Béisbol. Sin embargo, para los cientos de jugadores y jugadoras de softball argentino (el plantel masculino actualmente es el campeón mundial), no le resultaría desagradable poder leer o ver algunas notas sobre dicho deporte en noticieros de horarios centrales televisivos.

Primera conclusión: la técnica no tiene nada que ver con la “popularidad”. En India, como parte de su historia colonial británica, se juegan clásicos que son de interés de millones, cuando su selección se enfrenta contra Pakistán, en un deporte que sonaría irrisorio para Pagani: Cricket.

Lo popular está determinado por fuerzas sociales históricas. El fútbol es popular en Argentina porque entró por los puertos y el ferrocarril a fines del Siglo XIX. Lo trajo la clase obrera inglesa. Por su parte, la clase pudiente prefirió aferrarse a las tradiciones deportivas inglesas de los College, como el rugby, tan abierto a múltiples variantes técnicas como poco popular en el Conurbano. Valga la nota respecto de que la última década ha cambiado algo este desarrollo, aunque lo fundamental del amateurismo de este deporte se sostiene en la fuerza social conservadora de la élite de la URBA y otras federaciones del interior.

Vayamos al otro debate: la cuestión de los “valores”. Los deportes en sí mismos no hacen más que basarse en criterios valorativos universales: “no usar drogas”; “jugar lealmente, no hacer trampa”; “el contrincante tiene derecho a revancha”; “el rival hace el mismo esfuerzo”; “nunca subestimar al supuesto débil”; “ante la adversidad, enjundia y disciplina” y así un largo etcétera. Después de esto, el deporte no tiene más nada. Los valores los llenan las y los jugadores. Distintos son los valores para jugadoras de fútbol ignoradas por el multimediático repertorio futbolero televisivo; distinto es el valor de un boxeador como Ortiz, que ante su exabrupto le pide disculpas a Mayweather mientras éste aprovecha las disculpas para “noquearlo”; distinto es Ayrton Senna cediéndole la victoria a Gerhard Berger en Japón 1991 a la disputa con Alain Prost en el mismo circuito los dos años anteriores, chocándose mutuamente como “trampa” para campeonar uno u otro.

En fin. Los deportes tienen valores que deben atenerse a un juego en el que alguien debe ganar, En el desarrollo de las sociedades humanas siempre hubo juegos y “competencias”; pero no fue solo hasta el desarrollo de la esclavitud que aparecieron los “puntajes”, los vencedores y los vencidos. Así que esos mismos criterios o valores que se pretenden universales y que son muy amplios, pueden ser modificados con la historia.

Pero lo que interesa en el debate entre Pagani y Nocioni, que ya los hemos perdido un poco en el texto, es que los valores del deporte son muy pocos y demasiado amplios. Los que los rellenan con sus experiencias vivenciales son, nuevamente lo decimos, las jugadoras y los jugadores. Y cada ejemplo concreto de desarrollos equipistas, como puede haber sido la selección holandesa de fútbol 1974/78; o este equipo argentino de básquet que saliera recientemente sub-campeón; sí son ejemplos que cualquier periodista deportivo, sea cual fuere su especialidad, podría sacar como ejemplos a seguir, por así decirlo, en cuanto a su forma de tomarse la competencia y el deporte.

En ésta sección deportiva de La Izquierda Diario hay distintas sensibilidades e intereses deportivos. Cada uno de los que escriben tamizan la variedad de análisis con un criterio valorativo fundamental: el ocio deportivo, como la vida misma, está lleno de pasiones sociales. Aquí se critican las que, como la misoginia, embotan y estancan el desarrollo de tal o cual disciplina, y enaltecemos el “buen juego”, porque como diría Marx: “nada de lo humano nos es ajeno”. Si desde el deporte se puede despertar la reflexión sobre las condiciones de explotación a las que estamos sometidos las millones de personas que vibramos con los valores de un equipo, bienvenido sea una sección deportiva en un diario de la izquierda. Nada más lejos de la práctica periodística a la que nos tiene acostumbrados Pagani.