Nadie puede dudar que México sea uno de los países más peligrosos en todo el planeta. Esta barbarie que se ha expandido por todos los puntos cardinales del territorio está engarzada por cientos de hilos a la subordinación económica y política de nuestro país al imperialismo estadounidense.
Jueves 24 de enero de 2019
En “Su moral y la nuestra” León Trotsky observaba que “la putrefacción del capitalismo significa la putrefacción de la sociedad contemporánea, con su derecho y su moral”.
Tal análisis, escrito en el año de 1939, vísperas de la gran carnicería que representaría la Segunda Guerra Mundial, retrataba la decadencia que entonces padecía la sociedad moderna: el fascismo avanzando en Europa, dominando Alemania e Italia; campesinos y comerciantes arruinados en todo el globo, sobre todo en Estados Unidos donde, además, la clase obrera se encontraba diezmada por el desempleo masivo y la expansión de las mafias; y por su parte, el termidor estalinista consolidaba su poder sobre el proletariado ruso con el fusilamiento de toda la vieja guardia bolchevique. Sin freno, todas las potencias se encarrilaban hacia lo que Victor Serge llamaría “los años sin perdón”.
Esta putrefacción social y moral estaba íntimamente ligada a la profundización de la Gran Crisis mundial de 1929, la más grave de toda la historia de la economía burguesa. El análisis que Trotsky hacía en “Su moral…” no sólo identificaba las raíces del “caos” y del callejón sin salida en que el mundo se encontraba, sino sobre todo buscaba combatir la ideología que sembraban los teóricos y moralistas de la burguesía entre los explotados, según la cual la mejor manera de acabar con el avance de la reacción era la “regeneración moral”.
Trotsky desenmascaraba la prédica falsa de quienes “disfrazándose con una barba postiza de profeta” pregonaban la “perfección ética”. En el fondo, para el dirigente de la revolución rusa, lo que buscaban los falsos mesías era la conciliación entre las clases antagónicas. Es decir, en realidad sólo eran “apóstoles de la esclavitud y de la sumisión”.
Ochenta años después de que León Trotsky escribiera desde su casa en Coyoacán aquellas reflexiones, la situación del país que fue su último exilio padece quizá como pocos en el mundo los horrores que el imperialismo le depara a las clases oprimidas en tiempos de crisis y putrefacción capitalista, crisis signada por el avance y resurgimiento del fascismo a nivel internacional.
Como entonces, representantes “democráticos” de la burguesía distribuyen gratuitamente “cartillas morales” para arrullar a los trabajadores. Contra esto, quienes impulsamos La Izquierda Diario queremos que los trabajadores destierren la moral y la opinión pública que la burguesía, a través de sus agentes (académicos, charros sindicales) siembra en su cabeza. En ese sentido, en este artículo buscamos desentrañar la economía política que se esconde detrás de la tragedia mexicana.
Crimen organizado e imperialismo
Nadie puede dudar que México sea uno de los países más peligrosos en todo el planeta. Esta barbarie que se ha expandido por todos los puntos cardinales del territorio está engarzada por cientos de hilos a la subordinación económica y política de nuestro país al imperialismo norteamericano, cuyas políticas neoliberales recetadas desde Washington impusieron la apertura económica indiscriminada, en absoluto interés no del pueblo de México, sino de revertir la decadente curva de la tasa general de ganancia de los grandes corporativos gringos.
Con la Firma del Tratado de Libre Comercio en la década de los 90s Estados Unidos le impone a México la importación de cosechas que hasta entonces sólo el campesinado mexicano ofrecía, condenándolos a estos últimos al abandono y la inanición. Al corto y mediano plazo, esto alentó la siembra de amapola y marihuana en donde antes se sembraban alimentos, y poco a poco el control de tierras en manos del crimen organizado se fue expandiendo.
Como no querían morir de hambre, los indígenas de Chiapas se levantaron en armas la primera madrugada de 1994. El gobierno, para no escucharlos, reunió a un grupo selecto de Fuerzas Especiales del Ejército para entrenarse en las mejores escuelas militares de contrainsurgencia, como la Escuela de las Américas, donde aprendieron las más sofisticadas técnicas de tortura. En menos de diez años, una fracción de ese grupo de élite desertó del Ejército para enlistarse en las huestes del crimen organizado. Hoy se llaman “Cártel de los zetas”.
Mientras a lo largo de las últimas dos décadas los grupos del crimen organizado rivalizaban entre ellos por dominar la producción, las rutas y el mercado de drogas, y por la protección de gobiernos municipales, estatales y federales, de las policías y del ejército, sembrando cadáveres por todos lados, con su estela de miseria y pobreza el neoliberalismo convertía pueblos enteros y ciudades en campos de reclutamiento para el crimen organizado.
Poco a poco, el crimen organizado se iba apoderando de los principales puertos y aduanas del país, sobornando a las autoridades correspondientes. Teniendo sus principales bastiones en Tamaulipas, Veracruz, y Tabasco, estados cuya economía depende directamente del petróleo, pronto los cárteles iban dándose cuenta de la gran veta de oportunidad que se estaban perdiendo al mantenerse al margen del negocio del oro negro.
Cárteles, propiedad privada y Pemex
Gracias a la corrupción que impera en las altas esferas de Pemex y en el sindicato petrolero, controlado por la dinástica familia Deschamps, así como en los partidos del PRI y el PAN que gobernaban esas entidades, el crimen organizado pudo penetrar en la paraestatal mexicana hasta punto tal de construir todo un “emporio” a la sombra de Petróleos Mexicanos.
La periodista Ana Lilia Pérez, una de las plumas más destacadas para abordar el tema de la relación entre narcotráfico y Petróleos Mexicanos, ha hecho una exhaustiva y basta investigación sobre el crecimiento de los cárteles. En su libro El Cártel Negro documenta que el trasiego ilegal de hidrocarburo mexicano se convirtió para los cárteles mexicanos en la principal fuente de ingresos por encima de la droga y la extorsión.
El libro demuestra que la gran fortuna que han amasado las organizaciones delictivas y la burocracia sindical vía el ordeñamiento de Pemex no hubiese existido sin el auspicio del capital privado nacional y (sobre todo) el capital internacional.
Vicente Fox, quien ahora, con descaro, se lava las manos ladrando que en su gobierno ni si quiera la palabra huachicol se pronunciaba (con la acepción actual), era invitado de honor en los banquetes que realizaba la Cámara Nacional del Autotransporte de Carga (Canacar), asociación de hombres de negocios a la que pertenecía una empresa de su hermano, Transportes Flensa.
El presidente de la Canacar en el sexenio de Foz era Manuel Gómez García, propietario de Intertransports y ex gerente del grupo Gor. Sus empresas comercializaban a Estados Unidos con total libertad hidrocarburo robado, según había reportado ya la propia área de inteligencia de Pemex. En el 2008 Manuel Gómez García fue ejecutado.
Más adelante, Ana Lilia comprueba cómo Continental Combustibles Inc., empresa estadounidense trasnacional dedicada a la compra y venta de combustibles tuvo un crecimiento acelerado y ganancias lucrativas importantísimas gracias al combustible barato que le compraba a los cárteles del golfo y los zetas. Este “proveedor estratégico” le permitía “ventas de 20 mil barriles de condensado que semanalmente el consorcio distribuía a sus clientes vía marítima”.
Continental, por su parte, le vendía a Grupo Transammonia, empresa instalada en Nueva York. Esta a su vez le revendía hidrocarburo a la alemana BASF, la empresa química más importante del mundo. Cuenta Ana Lilia que cuando BASF fue citada ante tribunales norteamericanos por esta relación con el crimen organizado, los representes de la compañía dijeron que “desconocían el origen del producto”; sin embargo, Ana Lilia sostiene que “en la industria petrolera mundial es sabido que Pemex no vende su condensado a particulares”.
Es decir, la consolidación y expansión de los cárteles mexicanos, su imperio de sangre y terror, no se puede explicar sin las millonarias compras que las grandes transnacionales hacían a los huachicoleros. Como se demuestra, detrás del horror está la propiedad privada. La decadencia de la economía mundial, dinamizada por la crisis económica del 2008 (que no ha cerrado), impulsó a las empresas a reducir sus riesgos a partir de abaratar sus “costos de producción” ampliando red de relaciones con “socios estratégicos”.
La alta demanda que imponía el mercado internacional de combustible llevaba al crimen organizado a incrementar su red de operaciones, reclutando, a veces bajo la ley de “plata o plomo” más mano de obra para darse abasto, incluso a reclutar comunidades enteras empobrecidas donde las oportunidades laborales y de estudio son menos que una posibilidad y lo único que tienen son cosechas que les compran a precio basura y un "tubote" por donde pasa combustible.
Marx una vez dijo que en las altas esferas de la sociedad burguesa “el oro, el lodo y la sangre se mezclan con toda naturalidad”. El desarrollo del capitalismo comprobó con una exactitud siniestra las palabras del teórico y revolucionario alemán. La historia demostró y demuestra que la corrupción, la vida del hampa y del crimen son parte del ADN de la burguesía, de su instinto de preservación como clase y no sólo consecuencia de la miseria que engendra. La teoría liberal de la mano invisible que regulará la economía es sólo parcialmente aceptable si se explica que esa mano es la del diablo.
Como Trotsky entrevió, “la decadencia del capitalismo promete ser todavía más turbulenta, dramática y sangrienta que su ascenso”. Si no se emprende una lucha por aniquilar al capitalismo, la barbarie capitalista seguirá apilando más y más cadáveres. “Socialismo o barbarie” se vuelve
Hoy más que nunca la única estrategia de sobrevivencia posible. La mafia Deschamps debe ser desterrada para siempre por los trabajadores petroleros. Éstos deben inspirarse en la teoría de Marx y Trotsky y en la mejor tradición de su gremio, aquella que en 1938 impuso con la lucha la expropiación del petróleo.
Bibliografía
Pérez, A. L. (2011). El Cártel Negro. Cómo el crimen organizado se ha apoderado de Pemex. Ciudad de México: Grijalbo.
Trotsky, L. (1939). "Su moral y la nuestra". Coyoacán.