Un nuevo movimiento encabezado por jóvenes y estudiantes bajo el nombre de #JusticiaClimática ha emergido a escala internacional. En los últimos días comenzó a desarrollarse también en el Estado español.
Clara Mallo Madrid | @ClaraMallo
Martes 26 de febrero de 2019
Foto: Contracorriente
Todo comenzó el pasado mes de diciembre cuando Greta Thunberg, una joven sueca de tan solo 15 años, intervino ante los representantes de 200 países en la última cumbre del clima organizada por las Naciones Unidas. La joven planteó la necesidad de una huelga estudiantil por el clima.
El llamamiento fue recogido por estudiantes de algunas ciudades europeas y con el inicio del curso en 2019 comenzaron las movilizaciones. En varias ciudades belgas, donde por el momento se ha desarrollado más este movimiento, ya se han convocado huelgas y manifestaciones durante varios viernes consecutivos.
Desde la primera convocatoria a la que asistieron 3.000 jóvenes solo en Bruselas, el movimiento no ha hecho más que ir en aumento. El pasado viernes, 32.000 personas se manifestaron en esa ciudad contra el cambio climático. Otras ciudades de Bélgica también se suman a las convocatorias llegando a concentrar a miles de jóvenes estudiantes. Pero no solo allí: grupos de jóvenes en Francia comenzaron a tomar el lema de “viernes verdes y sábados amarillos” (en referencia a las manifestaciones de los chalecos amarillos), mientras en EEUU y Japón también hubo algunas convocatorias. Ahora el fenómeno también llega al Estado español.
El pasado viernes ha tenido lugar en Madrid la primera asamblea de jóvenes contra en Cambio climático. En ella más de 80 jóvenes se han reunido para discutir sobre el problema del calentamiento global, así como empezar a desarrollar una estrategia que enfrente la destrucción del planeta, sus recursos y sus pueblos.
Una juventud que intuye que el capitalismo nada tiene que ofrecerle
Es innegable que existe una nueva generación que se pone a la cabeza de nuevas luchas sociales. Una juventud que empieza a vislumbrar que este sistema nada tiene que ofrecerle salvo destrucción, opresión y explotación. Como señala la analista internacional Claudia Cinatti: “En las condiciones de crisis orgánica, pos crisis de 2008, ha surgido una nueva generación a la vida política, que está en términos etarios más cerca de la crisis capitalista y del agotamiento de la hegemonía neoliberal que de la caída del muro de Berlín de 1989 y el triunfalismo capitalista que le siguió.”
Una juventud sensible a profundos problemas que afectan al mundo y que incorpora a sus demandas la problemática del ambiente, la libertad de expresión y la exigencia de ciudades más habitables. Parte de esta juventud es también protagonista de huelgas contra la precariedad laboral en las empresas de la llamada “economía colaborativa”, como los riders de Globo o de las cadenas de comida rápida. Son las más jóvenes, también, las que han estado a la cabeza de luchas por el derecho al aborto en Argentina y han sido sectores de jóvenes los que generalizaron la crítica a la Corona en el Estado español mediante la convocatoria a referéndums sobre la monarquía en 30 universidades.
La situación de precariedad e incertidumbre por el futuro que afecta hoy fuertemente a la juventud abre la posibilidad de que se combinen todas estas aspiraciones. Las demandas sociales, económicas, democráticas y políticas, para la emergencia de la juventud en la lucha de clases.
Parte de esta juventud puede empezar a comprender que el capitalismo no solo no sirve para satisfacer las necesidades de la mayoría de la población, sino que además genera una destrucción de las condiciones de vida de millones de personas y de los recursos naturales sin precedentes en la historia. Pero, para eso, es necesario desarrollar un movimiento que sea completamente independiente de todos los partidos del régimen y superar la idea de que son los políticos los que tienen “tareas pendientes” que llevar adelante para resolver esta cuestión. No hay salida a la crisis ambiental global sin afectar las ganancias de los grandes capitalistas y manteniéndose en los marcos del sistema capitalista actual, responsable de los procesos ecodestructivos que ponen en juego el futuro del planeta y de todas las especies que habitan en él.
La posibilidad de un futuro que no sea de barbarie está en manos de los trabajadores/as y oprimidos/as, y la juventud es una parte importante de ellos; tenemos la oportunidad y la responsabilidad de crear una sociedad que se desarrolle en armonía con el ambiente, sin opresión y sin miseria, poniendo el desarrollo tecnológico y científico al servicio de las mayorías.
Las reformas parciales no funcionan, son insuficientes y entran en contradicción con los propios mecanismos del sistema capitalista. Tampoco las medidas individuales son una salida ante un sistema basado en una enorme maquinaria de industria y un mercado que sirven a una única ley: conseguir el máximo beneficio para unos pocos, los capitalistas. Necesitamos tomar las calles para luchar por el fin del modelo capitalista y luchar por una sociedad donde la producción social sea sustentable y se encuentre al servicio de la amplia mayoría.