El Congreso del SPD ratifica la gran coalición con Merkel en medio de fuertes críticas internas. Las importantes huelgas del metal y las huelgas estudiantiles muestran que algo está cambiando en Alemania. Sobre todos estos temas, entrevistamos a Stefan Schneider, director del periódico Klasse Gegen Klasse.
Viernes 26 de enero de 2018 18:43
El Congreso del SPD ratificó el acuerdo para una “gran coalición” con el partido conservador de Merkel. Fue un Congreso reñido, donde las juventudes rechazaban el pacto de gobierno y planteaban mantenerse en la oposición. Esto se produce en el marco de una fuerte crisis de la socialdemocracia alemana, ¿cuáles son las causas más profundas?
El gran problema que tiene la socialdemocracia alemana es que después de años y años en el gobierno con Merkel ha perdido toda su diferenciación con la Unión Cristiana. La base de la socialdemocracia ve que el proyecto del SPD no tiene futuro, si el partido quiere sobrevivir. Pero la cúpula del partido no lo ve así, porque su raíz está en los aparatos sindicales, en los grandes burócratas y en los cargos ministeriales.
La crisis del partido proviene de que no puede ofrecer un proyecto diferente a Merkel, y entonces las secciones juveniles se oponen a la nueva gran coalición, porque así es imposible una renovación del partido. Pero, a diferencia de Corbyn en Reino unido que plantea una renovación más drástica del Partido Laborista, estos sectores por ahora tampoco ofrecen un proyecto alternativo. Quieren quedarse en la oposición para volver al gobierno más adelante con un programa ligeramente diferente y un poco más de legitimidad, pero no mucho más.
A fin de cuentas, ¿qué renovación puede tener realmente la socialdemocracia alemana sin cuestionar claramente todas las reformas laborales y todas las medidas neoliberales que generaron las bases del “modelo alemán”? Todas estas medidas se aplicaron bajo el gobierno de la socialdemocracia empezando con Schroeder.
La socialdemocracia alemana está muy ligada al proyecto de la Unión Europea y es un sostén del modelo de acumulación, basado en una fuerte colaboración social de los sindicatos de las grandes industrias exportadoras. Los dirigentes de estos grandes aparatos sindicales hablaron en el Congreso del SPD, y estaban por mantener la gran coalición.
La deslegitimación de la socialdemocracia y la búsqueda de un nuevo proyecto ya tuvo su expresión temprana con la fundación del partido Die Linke, en 2007. Un “recambio” en clave reformista que hasta el día de hoy no ha tenido grandes resultados, y allí donde gobierna Die Linke hace lo mismo que la socialdemocracia.
Las perspectivas para el SPD en el gobierno son que puede seguir perdiendo electoralmente. Por ejemplo, algunas encuestas de esta semana ya mostraron una nueva caída al 18%, casi 3% por debajo de lo que sacaron en las elecciones en septiembre, que fue su resultado más bajo desde la posguerra. Al mismo tiempo, las encuestas marcan una nueva subida para la extrema derecha de Alternativa por Alemania, que llegaría al 13%.
Algunos analistas hablan del “fin de la era Merkel”, aún cuando la canciller pueda lograr su reelección. ¿Cuán profunda es la crisis del régimen alemán?
Si la base del SPD vota en contra del acuerdo (algo improbable pero que no se puede descartar), la crisis se abre nuevamente, porque entonces Merkel tendría que liderar un gobierno en minoría, y puede terminar en nuevas elecciones. Pero más allá de la persona, lo que está en crisis es el proyecto de una hegemonía alemana indiscutida en la Unión Europea. El imperialismo alemán busca fortalecer el núcleo de liderazgo de la UE junto con Francia, a la vez que fortalecer sus posiciones frente al imperialismo de Estados Unidos y Rusia, pero esto tiene muchas contradicciones. Un gran problema para el imperialismo alemán, nada menos, es que aún no tiene suficiente poder militar. En los últimos años ha aparecido un discurso más agresivo en el plano militar que sostiene que Alemania tiene que “asumir su responsabilidad en el mundo”, pero Alemania hoy no destina el 2 % de su PBI al presupuesto militar -como recomienda la OTAN-, sino que ronda el 1%. Lo que está llegando a su fin es este proyecto de un imperialismo casi puramente “económico” ligado al proyecto europeísta. La propia UE acumula varias crisis (el brexit, el aumento del euroescepticismo y la extrema derecha, el bloque conservador y antiruso de Europa del Este, la crisis migratoria), y eso afecta a Alemania directamente.
También se mantienen fuertes contradicciones internas.
Si, internamente las contradicciones van a crecer. Con la formación de la gran coalición, la extrema derecha de Alternativa por Alemania se transforma en el principal partido de oposición, lo que le otorga una gran visibilidad, financiación y posiciones para seguir capitalizando el descontento con el gobierno, y decir que son la única alternativa a los partidos tradicionales. Esto a su vez genera una presión por derecha en la CDU, los socios conservadores del partido de Merkel en Baviera. Eso no aminora, sino que puede crecer con un nuevo gobierno de gran coalición.
Los cambios en Alemania no solo vienen “por arriba”. La huelga metalúrgica por la jornada de 28 horas ha tenido una gran repercusión mundial. ¿Qué significado tiene?
El sindicato IG Metal representa 3.9 millones de trabajadores en industrias claves. Es el mayor sindicato alemán y uno de los más grandes del mundo.
Todo el proceso empezó en noviembre, en el marco de las negociaciones que hay cada año en el sector metalúrgico, por un nuevo convenio colectivo. Cada año demandaban cerca de un 6% de aumento, por medio de las negociaciones llegaban al 3%, y ahí quedaba todo. Pero esta vez algo cambió, las negociaciones están siendo más difíciles, porque se incorporó la cuestión de la jornada laboral.
Lo que hay que tener en cuenta es que, si bien el convenio colectivo metalúrgico actualmente estipula una jornada de 35 horas para la mayoría de los trabajadores de la rama, esto no es lo normal, porque en general trabajan por encima de las 40 horas. En general en Alemania hay un promedio de 43 horas, entre las horas de convenio y las extras.
El sindicato no está proponiendo una reducción de la jornada laboral en general. Lo que propone es aumentar un derecho que ya existe en el sector metalúrgico: los trabajadores y trabajadoras pueden, a pedido individual, reducir su jornada laboral hasta las 28 horas durante un período de dos años, con una correspondiente reducción salarial. Lo que sucede ahora, es que después de esos dos años, no tienen asegurado volver a su jornada normal.
Por ejemplo, si una trabajadora quiere cuidar a sus hijos durante dos años, y reducir su jornada laboral a 28 horas, cuando pida volver a aumentarlas, el empresario puede decir que no, y no tienen ninguna posibilidad de pelearlo.
Lo que ahora quieren conseguir desde el sindicato del metal es el derecho a volver a las horas normales después de haber estado dos años con la jornada reducida. Y además quieren introducir un nuevo derecho: en determinadas condiciones, si es para cuidar a un familiar o un niño, que se otorgue una compensación salarial. De este modo se conseguiría una reducción de la jornada laboral con una compensación parcial (se reduce el salario, pero se compensa parcialmente).
Evidentemente, se trata de una demanda altamente progresiva, que no tiene que ver con la realidad de la gran mayoría de los trabajadores, que trabajan 42 o 43 horas. Aún así, lo más interesante es que se introdujo una discusión muy buena, que se expresa en la prensa masiva: que hay que discutir nuevamente sobre la jornada laboral.
Es una lucha que abre un imaginario y un debate nuevo: es posible luchar por la reducción de la jornada laboral.
Si, y es por eso por lo que la patronal no lo quiere aceptar. Más de 900.000 trabajadores participaron de huelgas parciales desde que se abrió el conflicto. En noviembre y diciembre solo hubo negociaciones y las huelgas comenzaron en enero. Son huelgas parciales, de un par de horas, todavía no hay huelga de 24 horas, ni tampoco huelga indefinida, pero eso puede ocurrir pronto. Por primera vez se está rompiendo la rutina de las negociaciones de todos los años anteriores.
¿Y qué repercusión ha tenido en otros sectores en lucha?
Esta semana tuvimos dos jornadas de huelga en la universidad, después de una gran jornada de huelga la semana anterior. La lucha es por los estudiantes que trabajan en la universidad y quieren un aumento salarial y el reconocimiento de un convenio propio.
Nosotros estamos interviniendo junto a estudiantes independientes en la Universidad Libre de Berlín, organizando la huelga, los piquetes y las acciones, con el objetivo de ampliar el apoyo a la misma. A la vez nuestros compañeros plantean la necesidad de luchar contra la precarización laboral, concretar la solidaridad y la unidad con otras luchas como los metalúrgicos, y también discutir qué tipo de sociedad queremos los jóvenes y los trabajadores.
Esta semana fuimos una delegación desde la huelga de la universidad para solidarizarnos con la huelga del metal, y allí nos encontramos con que el dirigente sindical de la burocracia hablaba sobre las huelgas de los años ‘50 y ‘60, donde los obreros metalúrgicos lucharon durante más de 100 días para reducir la jornada laboral y para introducir nuevos derechos. Es decir, tienen un discurso bastante radical, aunque aún está por verse si esto se traduce en una verdadera huelga de masas.
Las huelgas del sindicato metalúrgico muestran algo novedoso. Los años anteriores hemos visto luchas de sectores precarios, parciales. La huelga de los metalúrgicos es una combinación. Por un lado, es una lucha contra algunos efectos de la precarización general, porque ya no hay tantas posibilidades de que los servicios sociales cuiden de los niños o los enfermos, y entonces los trabajadores necesitan poder reducir su jornada para hacerse cargo de esas tareas. En este sentido es una huelga para adaptarse a nuevas condiciones generadas por la precarización. Pero, al mismo tiempo, introduce un nuevo objetivo progresivo que no es solo defender los derechos que nos quedan, sino conquistar nuevos y discutir sobre un futuro diferente para los trabajadores. En conclusión, parece que algo se está moviendo en Alemania.
Entrevistó JM