En unos días se cumplen dos años del rechazo del Senado a la ley de aborto y cinco meses del primer discurso de Alberto Fernández en la apertura de las sesiones legislativas, donde afirmó que "en diez días" enviaría al Congreso un proyecto de legalización que nunca se envió. El poder de las iglesias evangélicas: cuánto aportan sus cúpulas para impedir el acceso a los derechos y de dónde viene ese poder.
Sol Bajar @Sol_Bajar
Lunes 3 de agosto de 2020 16:02
El 8 de agosto se cumplen dos años del rechazo de los dinosaurios del Senado y como vimos todos, todas y todes, hubo muchos actores que operaron y siguen operando para que el derecho a decidir se mantenga la clandestinidad.
Uno de esos actores, que mucho no entraba hasta ese entonces en los análisis políticos, es la jerarquía de las Iglesias evangélicas, que aunque difieren mucho en su organización con las cúpulas de las Iglesias católicas, y tienen distintas alas, fue clave para impedir que sea ley.
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Aunque está lejos del fantasma bolsonarista que agitan desde algunos sectores, ese papel que jugaron los grupos antiderechos se tradujo después en un mayor protagonismo en las listas electorales, y hoy, tanto en Cambiemos como en el Frente de Todos y el PJ, en más diputados vinculados a estas Iglesias que los que había antes.
¿"Hay 2021" para las cúpulas evangélicas?
En las últimas semanas se volvió sobre este tema porque tablero electoral se asoma en el medio de la pandemia y empezó a haber movimientos. Uno, fue lanzamiento de un nuevo partido evangélico, impulsado por pastores de 9 provincias y algunos diputados y diputadas nacionales y provinciales, concejales y dirigentes políticos.
El partido se llama Una Nueva Oportunidad (UNO) y se lanzó en reuniones virtuales con sectores “aliados”, como Patricia Bullrich, Mario Negri💚 (UCR), Rogelio Frigerio y la Coalición Cívica.
Además, participaron los diputados de Santa Fe, Walter Ghione (que ingresó a la legislatura de la mano de Amalia Granata); el diputado bonaerense Diego Villamayor; la diputada tucumana Ana Valoy (PRO); el exconcejal de Santa Rosa, La Pampa, Roberto Torres (PRO); el dirigente entrerriano de Juntos por el Cambio Leandro Jacobi; la diputada por la CABA, Dina Rozanski, que entró al Congreso de la mano de Horacio Rodríguez Larreta, y a quien se atribuye ser una de las armadoras de estas reuniones virtuales.
Habrá que ver si este es un paso hacia la conformación de un movimiento político, que es algo que muchos quieren. Pero ya hay algo interesante, que viene señalando el antropólogo Pablo Semán, y es que Cambiemos ve en el mundo evangélico “un conjunto de organizaciones que tienen un capilaridad territorial que suplementa las posibilidades de Cambiemos”. Otra cosa interesante que dice Seman es que en “la intersección” entre valores “pro-vida” y la economía actual, estas organizaciones ofrecen un “know how social”, un saber hacer social, que es el que les da el poder que tienen: un poder territorial, que “obliga a dialogar”, como advierte también el periodista Martín Rodríguez en esta nota de El Canciller.
No son sólo globos amarillos
Sin embargo, eso es algo que vimos -y vemos- no sólo con Cambiemos, sino también con el oficialismo del PJ y el Frente de Todos. Tres hechos o “diálogos” que recordaba al respecto (ustedes podrán agregar en los comentarios los suyos):
Uno, el que marcó el discurso de CFK en el debate en el Senado, el 8 de agosto, y de ahí en adelante: “no se enojen con la Iglesia”, el llamado a la "unidad de los pañuelos verdes y celestes”, el voto de la senadora Larraburu, que después fue premiada con un nuevo cargo en el Senado, el premio para el antiderechos José Mayans💩, que hoy preside el bloque oficialista en la Cámara alta.
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Dos, el diálogo “por abajo”, que vimos en ese momento con los llamados “curas villeros”, acusando a las jóvenes de promover “una cultura de la muerte”, que dio pie al surgimiento del grupo “Peronistas por la vida”, que integraron figuras como el actual diputado Eduardo Valdés, del Frente de Todos, y que abrió el canal para un vínculo más fluido con sectores de la dirigencia sindical y de los movimientos sociales (los llamados “cayetanos”).
Hace algunas semanas, en el marco de estos debates, la revista Panamá publicó una extensa e interesante entrevista al secretario general de la UTEP, la Unión de Trabajadores de la Economía Popular, y dirigente del Movimiento Evita, Esteban “Gringo” Castro, que es parte del Frente de Todos. Allí, Castro refleja que el acercamiento con las iglesias evangélicas en los barrios se profundizó durante el debate del aborto y, más aún, con la pandemia.
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“Entre el mensaje de Francisco de no quedarnos solo en las iglesias y conocer a tantos evangélicos en los barrios, yo fui adoptando otra actitud. Y ahora me animo a hablar de Dios hasta en actos”, dice Castro, que señala además que este acercamiento viene por el lado de “la desigualdad y del trabajo concreto con las iglesias barriales”.
Tres, la relación “por arriba” con los gobernadores, senadores y otros funcionarios políticos, que permitió que las cúpulas de las Iglesias evangélicas avancen en su integración e institucionalización en el Estado. No es algo nuevo, pero desde el rechazo del Senado a esta parte, ese vínculo se profundizó.
Juan Manzur, gobernador de Tucumán, en una de las marchas convocadas contra el derecho al aborto
Pensemos en el papel destacado de figuras como Juan Manzur en Tucumán (que declaró “pro-vida” la provincia); o de Sergio Uñac en San Juan (que financió las movilizaciones durante el debate del aborto); o Jorge Capitanich en Chaco, donde hoy hay 4 jóvenes judicializadas por Interrupción Legal del Embarazo, es decir, por casos que según el Código Penal de 1921, no son punibles.
Junto pastores evangélicos, legisladores e intendentes del área metropolitana participé de la conferencia de prensa favor de la vida.https://t.co/Ys4mKl7bvh pic.twitter.com/FINUmdZLDX
— Jorge Capitanich (@jmcapitanich) July 31, 2018
O en las propias reuniones de Alberto Fernández en Olivos, con dirigentes de la Alianza Cristiana de Iglesias Evangélicas (Aciera), que es la congregación más grande del país. Con unos 9 millones de fieles y más de 15 mil iglesias en el país, la alianza que preside el pastor de la Iglesia Bautista Rubén Proietti, se presentó en abril ante el presidente para solicitarle financiamiento económico para "la ayuda alimentaria".
Alberto Fernández junto a pastores evangélicos en abril, en la quinta de Olivos.
En lugar de un impuesto a las grandes fortunas, para ampliar a 30 mil pesos la asistencia a los sectores más golpeados por la crisis, Fernández resolvió dar un nuevo financiamiento a las cúpulas evangélicas para el asistencialismo que desarrolla. Por ahora, de esas partidas anunciadas, se conoce que hay 10 millones de pesos que fueron a parar a estas instituciones en la provincia de Córdoba, provenientes desde el ministerio de Desarrollo Social, a cargo de Daniel Arroyo. En la secretaría de Culto de la Nación, de acuerdo a lo que se informó en ese encuentro, recayó resolver el financiamiento de otras instituciones evangélicas en otros lugares del país.
Seguramente, el caso más emblemático de integración de las jerarquías de las iglesias evangélicas al Estado es, sin embargo, el de La Matanza, donde la ex intendenta Verónica Magario, actual vicegobernadora de la Provincia de Buenos Aires, creó en 2019, en el marco de su campaña electoral y ¡un día antes de la octava presentación del proyecto de la Campaña por el derecho al Aborto!, la Subsecretaría de Culto de este partido, que puso a cargo nada menos que de un alto directivo de Aciera, Gabriel Ciulla: un pastor evangélico que, además, preside la Junta de Consejos Pastorales del partido. Por si faltaban gestos, antes de asumir como vicegobernadora, Magario también dictó una ordenanza municipal para crear el “Día de las Iglesias Evangélicas”.
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"Las iglesias llegan donde los gobiernos no. Estamos con la gente, estamos en la calle, estamos en todas partes. Acá en La Matanza no podés doblar una esquina sin ver una iglesia evangélica", argumentaba en ese entonces Ciulla, el flamante subsecretario de Culto de este distrito, retomando sin saber el análisis de Semán.
¿Dónde se asienta tanto poder para las Iglesias pentecostales?
América Latina es una de las regiones más católicas del mundo. Se estiman que 420 millones, el 40% de todos los católicos del mundo, viven aquí. Según un estudio del Conicet, el 19% de los latinoamericanos son evangélicos y un 15,3% viven en Argentina. "En diez años, si se mantiene el mismo ritmo de crecimiento, se alcanzaría el 21,6% en Argentina. En la provincia de Buenos Aires existen más de 6.000 iglesias evangélicas. Cuando explotó la crisis en el último gobierno de Mauricio Macri, estas iglesias, a través del gobierno de Vidal, distribuyeron en el conurbano 90 mil toneladas de alimentos", cuenta Rodríguez en su nota de El Canciller.
¿Explica eso la reiterada postergación de la legalización del aborto, la negativa a modificar la ley de Educación Sexual Integral en el Congreso, la renuencia hasta para sacar los símbolos religiosos de las instituciones públicas, y ni hablar el cese del financiamiento a las jerarquías evangélicas? No del todo, pero tampoco nada. Y el archivo, de ayer y de hoy, impide ocultarlo.
En unos días, se cumplen dos años del rechazo del Senado a la ley de aborto y 5 meses del primer discurso de Alberto Fernández en el Congreso Nacional diciendo que promovería la legalización del del aborto. La separación de las iglesias del Estado y el cese de su financiamiento, romper con los lazos que permiten su injerencia en el Estado, sigue siendo una tarea fundamental.