En la sesión de investidura, los dirigentes de Podemos e Izquierda Unida reivindicaron la Transición española y la Constitución del 78. En el marco de una crisis histórica del régimen monárquico, el neorreformismo se prepara para ser parte de la “restauración progresista” con el PSOE y Pedro Sánchez a la cabeza.
Lucía Nistal @Lucia_Nistal
Domingo 5 de enero de 2020
La primera sesión de investidura, que ha concluido sin una mayoría absoluta para el gobierno PSOE-Podemos, ha mostrado una derecha muy a la ofensiva con el discurso reaccionario que les caracteriza llamando a recrudecer el ataque al pueblo catalán desde un nacionalismo español exacerbado, con una bancada lanzando insultos y vivas al rey.
Una polarización que ha permitido al PSOE imperialista de la reforma laboral, la represión en Catalunya y los CIEs aparecer como defensor de los derechos sociales y la concordia.
Por su parte, Unidas Podemos ha salido a reforzar por izquierda la propuesta de gobierno del PSOE sin expresar una sola crítica a los social-liberales, mostrando una enorme lealtad hacia su nuevo presidente entre aplausos -y abrazos.
Una lealtad que no solo es hacia sus socios de gobierno sino hacia la Constitución y el espíritu de la Transición que dio lugar al Régimen monárquico del 78, como ha quedado claro en la intervención de Alberto Garzón que reivindicaba la diversidad y el reconocimiento de la plurinacionalidad que se reflejan en “el espíritu y letra de la constitución del 78”.
Esta “plurinacionalidad” defendida por Garzón que está construida sobre la negación del derecho a la autodeterminación de los pueblos, basada en la indisoluble unidad de España que generales del franquismo incluyeron en la Carta Magna y en nombre de la cual se ha reprimido brutalmente al pueblo catalán por querer decidir.
Tal vez sería más digna de defensa para quien ha escrito un libro titulado Por qué soy comunista la constitución de la Unión Soviética que sí defendía a ultranza el derecho a autodeterminación de los pueblos. Pero sería mucho esperar de quien salió a criminalizar a la juventud catalana que se defendía frente a la represión policial
En su intervención, Garzón se refirió de la siguiente manera al papel del PCE en la Transición: “Yo estoy muy contento y muy satisfecho de pertenecer a un partido, además de Izquierda Unida, que es el Partido Comunista sin el cual no se entendería ni la democracia española ni la constitución de 1978”.
Las derechas beben y se alimentan del conflicto, por eso no quieren que se abra paso un gobierno de coalición que resuelva los problemas de las familias trabajadoras y del país. #SesiónDeInvestidurapic.twitter.com/5wlU9TMutL
— Alberto Garzón🔻 (@agarzon) January 4, 2020
En este sentido, nada que discutirle a Garzón, efectivamente el resultado de la Transición no hubiera sido posible sin la inestimable colaboración del PCE boicoteando huelgas, manteniendo el orden incluso tras ataques como el atentado de Atocha, abandonando el movimiento por la amnistía cuando se estaba reprimiendo con dureza a los militantes de la izquierda, oponiéndose activamente en las empresas a las manifestaciones y huelgas contra los Pactos de la Moncloa y, en definitiva, negociando con los franquistas “reciclados” a puerta cerrada.
Aún más lejos en su intervención fue Pablo Iglesias, que le quiso dar las gracias a los seis ministros franquistas que dieron origen al Partido Popular, entonces Alianza Popular: “porque nuestra democracia se construyó también con algunos ministros de la dictadura que de un día para otro cambiaron de chaqueta y se hicieron demócratas. Hay que darles las gracias a esa gente”.
El discurso de la antiEspaña es el discurso de la dictadura, el que se llevó por delante nuestra democracia y a millares de compatriotas.
Quienes no respetan el gobierno de coalición y la mayoría parlamentaria, no respetan la democracia.#unpaísparasugente pic.twitter.com/RSi2Ysy8c9
— Ione Belarra (@ionebelarra) January 4, 2020
Efectivamente, la democracia para ricos del 78 se construyó con “algunos ministros de la dictadura”, pero también con la monarquía impuesta por Franco, con el aparato judicial que hoy protagoniza golpes institucionales contra representantes electos, con policías torturadores a los que se condecora, protegiendo los privilegios de la Iglesia que hoy pide rezar por España pero que este gobierno no se propone tocar y manteniendo la riqueza en las manos de la misma oligarquía financiera y empresarios que se enriquecieron durante el franquismo. ¿De verdad es para darles las gracias?
Si hay algo que unifique a la vieja izquierda de IU-PCE y la pretendida nueva izquierda de Podemos es la visión de que la Constitución y el Régimen del 78 son el resultado inevitable de la “correlación de debilidades” que justificó una política de negociación con la institucionalidad franquista y de apaciguamiento de la movilización obrera y popular. En ese sentido las declaraciones de Iglesias y Garzón no se limitan a una reivindicación histórica, por el contrario, son toda una declaración de intenciones de una estrategia política que aspira a ser parte de la restauración “progresista” de la crisis actual del Régimen monárquico.
Como escribía Santiago Lupe en su artículo Pablo Iglesias y la Transición posfranquista, un debate de estrategias:
“La lectura de Pablo Iglesias de la Transición como el resultado de la falta de empuje de la movilización obrera y popular, y de la política del PCE como el reflejo mecánico de esta insuficiencia, constituyen la justificación de una política frente a la crisis del Régimen del 78 basada en la constante adaptación política a la baja, la rebaja permanente de expectativas y la contribución, como hiciera el partido de Santiago Carrillo, a la construcción de una correlación de fuerzas cada vez más a favor del statu quo.”
Así, Podemos pasó de hablar de cambiar la Constitución, luego de reformarla, a reivindicar la Constitución del 78 como “la mejor vacuna contra la extrema derecha”. De denunciar a la casta política del PPSOE al “mal menor” de proponerse gobernar con Pedro Sánchez. Pasar del “sí se puede” al “es lo único que podía hacer” que le dedicó a la claudicación de Syriza. La misma lógica detrás de la gestión del capitalismo que se ha hecho desde los Ayuntamientos del “cambio”.
Pero la correlación de fuerzas no es inamovible ni exógena a la política de Unidas Podemos, que de hecho ha contribuido enormemente a la desmovilización y al fortalecimiento de las instituciones del régimen monárquico, empezando por el PSOE. La brecha abierta por la crisis en Catalunya ha encontrado a esta izquierda del lado de los “constitucionalistas” españolistas y la represión policial y judicial.
Frente a la idea del ‘no se puede’, lo que hace falta es una izquierda que se proponga cambiar la correlación de fuerzas en favor de la clase trabajadora y las mayorías sociales. Una izquierda que se plante contra el régimen, contra su monarquía, en defensa a ultranza del derecho a decidir y contra la represión policial y judicial. Que no acepte las reglas del juego de la Constitución del 78 sino que pelee por procesos constituyentes para decidirlo todo. Una izquierda que defienda una salida anticapitalista a la crisis y no el programa heredado de los 30 años de neoliberalismo del PSOE, con la perspectiva de que otra sociedad, libre de explotación y opresión, es posible.