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Red Internacional
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Opinión. Impunidad: empresarios del agronegocio buscan expandirse con la pandemia

El agronegocio está en la base del surgimiento del SARS-CoV-2 y la pandemia. En plena crisis sanitaria, económica y social, los empresarios del sector solo imaginan nuevos negocios. Que paguen los costos de la crisis.

Lunes 18 de mayo de 2020 21:23

Los agronegocios y la agroindustria tienen "oportunidades increíbles", dice uno de los participantes de la reunión por Zoom. "La Argentina podría abastecer el 10% del consumo de carne de cerdo de China. Después de la peste porcina africana, ese país perdió el 40% del rodeo y está dispuesta a internacionalizarse”, dice otro. Mientras que a nivel global la pandemia se expande y va quedando claro el papel de la producción agroindustrial de la alimentos en la generación de enfermedades (tanto que medios como el New York Times, llaman a replantear el conjunto de la producción global de alimentos), un puñado de empresarios del agrobusiness criollo, entre las personas más ricas del país, se frotan las manos imaginando nuevos negocios. La deforestación que destruye ecosistemas, el tráfico de especies silvestres y las megaindustrias avícolas y porcinas que funcionan como caldo evolutivo perfecto para los virus como el Sars-cov-2 son el lado B de sus globalizados negocios.

La reunión tuvo lugar el martes 12 de este mes y fue organizada por la Universidad Católica Argentina, el Centro Latinoamericano de Globalización y Prospectiva y el think tank imperialista The Millenium Proyect.

Quien habló de aumentar la producción industrial de cerdos no es otro que Hugo Sigman, CEO de Insud, un conglomerado centrado en la industria farmacéutica, pero con intereses en cada eslabón de la cadena pandémica: campos, cabañas vacunas, industria maderera, turismo y farmacéutica. De hecho, según consigna La Nación, también “ponderó las oportunidades que se presentan para la industria forestal y el desarrollo de proyectos de producción de celulosa”. Sigman también tiene fuertes intereses en biotecnología de semillas transgénicas: es accionista de Bioceres, empresa que produjo una semilla de soja transgénica resistente a la sequía a la que recientemente se le incorporó la resistencia al glufosinato de amonio y glifosato. Nuevos venenos para fumigar poblaciones enteras.

Hugo Sigman sobre el proyecto de producir el 10% del consumo de cerdo chino.

En la misma reunión, Luis Magliano, presidente de la Sociedad Rural de Jesús María, destacó que Córdoba es la primera provincia productora de maíz del país y la octava región a nivel mundial productora del cereal. "Del maíz se elabora etanol y burlanda como alimento del ganado para producir carne vacuna y, a su vez, con los efluentes se genera biogás", describió. "Son oportunidades para agregar valor con sustentabilidad", planteó goloso.

Quien apuntó las “oportunidades increíbles de la globalización” no es otro que el zar de la soja, Gustavo Grobocopatel. "La globalización va a seguir, con todo lo bueno y lo malo", dijo -con una certeza que suena delirante en este contexto– el presidente del grupo Los Grobo y también accionista de Bioceres. También planteó que si se mantiene el crecimiento del agro se podrían generar 100.000 puestos de trabajo y aportar un crecimiento a la economía del 3% del PBI. No obstante, planteó que "solo las actividades que tengan una plataforma tecnológica" van a poder crecer.
Fueron de la partida también Carlos Melconian, Isela Costantini, Beatriz Nofal, Eugenio Díaz-Bonilla, y José de Mendiguren, entre otros.

El agronegocio: en la base de la pandemia

El agronegocio está en el origen, es parte de los circuitos del capital que dan orígen e impulsan la pandemia. Tal como demostró el grupo de investigación en pandemias encabezado por el biólogo evolutivo Rob Wallace, la producción industrial de alimento (granjas con miles de aves y cerdos) y la destrucción de ecosistemas para el monocultivo, junto al tráfico de vida silvestre, son el caldo de cultivo ideal para la emergencia de virus como el Sars-Cov-2 responsable de la Covid-19 y otros coronavirus pandémicos como los que vimos en las últimas décadas. Y nuestro país es un centro del agronegocio globalizado, con geografías moldeadas por el capital internacionalizado para la producción de soja y maíz, entre otras commodities. Como plantea Santiago Clement, el 70% de la producción de soja y maíz a la que se refieren Grobocopatel y Magliano (79 millones de toneladas en la campaña 2018/2019), fue exportada para ser utilizada en su mayoría como alimento en la producción de carne, generalmente en confinamiento a gran escala (producción porcina, aviar, bobina) en esas mismas granjas donde donde emerger distintos patógenos pandémicos de forma cada vez más frecuente.

Desde hace décadas, en nuestro país, diferentes gobiernos sostienen un proyecto extractivista centrado en explotar y destruir un medio ambiente transformado en commodities, poniendo el aparato del Estado a disposición de los negocios de empresas nacionales y multinacionales. Un símbolo de esto fue Lino Barañao, ministro y luego secretario de ciencia bajo el kirchnerismo y el macrismo.

Mega granja de producción avícola industrial.

Como señalan Wallace y su equipo,

El contexto cuenta para la infección pandémica, y las estructuras políticas actuales que permiten a las empresas agrícolas multinacionales privatizar las ganancias al tiempo que externalizan y socializan los costos, deben estar sujetas a la "aplicación del código" que reinternaliza esos costos si se quiere evitar una pandemia verdaderamente mortal en el futuro cercano.

Otra sería la historia si los empresarios del agronegocio (y de otros sectores extractivistas, como la megaminería) tuvieran que hacerse cargo del desastre ecológico, sanitario, económico y social que promueven, que en Argentina ya conocemos bien a partir de la fumigación de pueblos enteros con glifosato, los desmontes y el arrasamiento que genera la expansión del monocultivo sojero y forestal. Un enfoque epidemiológico tal, que tuviera en cuenta las causas estructurales de la pandemia “para que el remedio no sea peor que la enfermedad”, incluiría, en lo inmediato, instalar un impuesto a las grandes fortunas, bancos y propietarios de la tierra. Un impuesto a estos empresarios que se reúnen a imaginar cómo profundizar el problema y sus negocios, sería esencial para garantizar la subsistencia económica a los trabajadores, insumos sanitarios y solucionar el problema de la vivienda para millones que viven hacinados y deben ser aislados en la pandemia. De momento la única fuerza política que presentó un proyecto en este sentido es el FIT, junto con el planteo de no pago de la deuda externa ilegítima e ilegal. Más allá, queda cada vez más clara la necesidad urgente de terminar con el agronegocio capitalista, hacia un sistema productivo agroecológico.

Volviendo a la reunión, tanto Sigman como Grobocopatel, lejos de preocuparse por un impuesto a las grandes fortunas, fueron incluso en el sentido contrario. Sigman pidió más financiamiento estatal para sus negocios: apuntó que el país "apenas destina el 0,4% del PBI en investigación y desarrollo cuando la media mundial es de 2,2%". La desfinanciación del sistema científico es una realidad innegable, pero Sigman no parece preocupado por una ciencia comprometida con los problemas de la sociedad. Por el contrario, llamó a mejorar la vinculación entre ciencia y empresas: "En la Cámara Argentina de Biotecnología generamos un fondo de inversión con 21 proyectos, alguno de los cuales ya se transformaron en startups que recibieron inversiones de aceleradoras de Estados Unidos, Hong Kong e Irlanda", dijo. Grobocopatel, por su parte, también pidió mejores condiciones económicas para su negocio: “mejorar el financiamiento y recrear las condiciones de confianza de los inversores.”

Volver a la “normalidad”... extractivista

A estos empresarios no parecen preocuparles los amagues de un gobierno que, como el tero, agita un supuesto impuesto a las grandes fortunas desde hace más de un mes sin siquiera presentar un proyecto de ley, al tiempo que se mueve para mantener esa misma matriz extractivista que los enriquece. Hace unos días, P12 entrevistó al ministro de Agricultura, Ganadería y Pesca Luis Basterra que con la misma lógica hizo alguna referencia a la agricultura familiar, para después festejar en términos agroindustriales: “En esta situación de crisis y debacle de la demanda mundial, al país se le abre una ventana de oportunidades, porque alimentos no se van a dejar de demandar, y Argentina no dejó de producir”. Como señaló el biólogo Guillermo Folguera, “Ni una mención acerca de cómo los modos de producción son fundamentales para la creación y expansión de este tipo de pandemia. Ni una mención acerca del paradigma químico que sacrifica cuerpos. Ni una mención acerca de cómo el proyecto agroindustrial fue clave en el hacinamiento de las grandes ciudades. Eso sí, contento porque China va a seguir comprándonos lo que exportemos.”

Luis Basterra. Foto: Bernardino Ávila.

La misma matriz de negocio privado con recursos públicos puede verse en ciencia y salud. En el anuncio del “neokit Covid19” del viernes casi a coro, el presidente, González García y Salvarezza (ministro de Ciencia) festejaron la articulación del Estado y las empresas. Tanto, que el mismo Ginés dijo suelto de cuerpo que había que ver con el laboratorio privado –Pablo Cassará– cuánto iba a costar y cuánto se iba a producir. En 2009, en pleno brote de otro virus pandémico, justamente de origen porcino, el H1N1, y la gripe A, el mismo Sigman selló un acuerdo con el gobierno de Cristina Kirchner y Juan Manzur para que el Estado financie una planta industrial en Garín, el gigante Novartis ponga la tecnología a cambio del negocio de proveer al estado 3 años, y luego Sinergium Biotech se quede con la planta, la tecnología y el mercado. Desde entonces (2010), la compañía es el principal proveedor de antigripales del Estado. Negocio redondo... para Sigman. Parte de la explicación de su patrimonio actual, que asciende a 2400 millones de dólares. ¿Por qué no directamente producirla estatalmente?

Hugo Sigman, Alberto Fernandez y Axel Kicillof en la inauguración de mAbxienxe, del grupo Insud. (20/02/20)

El Frente de Izquierda levanta un programa de emergencia frente a la pandemia coherente con un modelo epidemiológico que incorpora las causas estructurales de la pandemia, inherentemente opuesto a las ensoñaciones diurnas de estos empresarios y la matriz que propone el gobierno. Pelear por el impuesto a las grandes fortunas para que la crisis la paguen los Sigmans y Grobocopatels del país es un primer paso para cuestionar de fondo sus agronegocios.


Juan Duarte

Psicólogo y docente universitario en la UBA. Militante del Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS). Editó y prologó Genes, células y cerebros (Hilary y Steven Rose), La biología en cuestión (Richard Lewontin y Richard Levins), La ecología de Marx (John Bellamy Foster), El significado histórico de la crisis de la psicología y Lecciones de paidología (Lev Vigotski), La naturaleza contra el capital (Kohei Saito) y León Trotsky y el arte de la insurrección (1905-1917), de Harold Nelson (2017), en Ediciones IPS.

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