Todos los años de diciembre en adelante comienzan a producirse incendios forestales de gran magnitud y graves consecuencias en las regiones con presencia de plantaciones forestales: Maule, Bio Bio, La Araucanía, Los Lagos, Los Ríos. También afectan áreas de bosque nativo como el Parque Nacional Torres de Paine el 2012 o los frecuentes incendios en Valparaíso o Viña del Mar y alrededores, producto de la forestación en torno a las ciudades que siempre terminan perjudicando a los más pobres.
Martes 24 de febrero de 2015
En las regiones con presencia del pueblo mapuche y su territorio histórico (Bio Bio, La Araucanía, Los Ríos y Los Lagos) los incendios que abarcan áreas enormes de pinos y eucaliptus, monocultivos pertenecientes a las empresas CMPC, Arauco , Volterra, etc. que suelen asociarse y ser denunciados como incendios intencionales producto de “ataques incendiarios terroristas”, culpándose a organizaciones y comuneros mapuche de realizarlos.
Este verano particularmente empresarios, agricultores y la derecha insistió en la responsabilidad de los mapuche en estos incendios que consumen cientos de hectáreas generando pérdidas millonarias. La derecha y los empresarios además insisten en señalar que cada año aumentan los incendios y su superficie, maximizando los hechos para apelar a mayor militarización y represión a las comunidades.
Sin embargo, datos de la propia CONAF (Corporación Nacional Forestal) indican que la cantidad y superficie de hectáreas afectadas por incendios forestales ha disminuido esta temporada, a la fecha se han producido 28 por ciento menos de incendios forestales que igual periodo del año pasado, mientras que las hectáreas afectadas han disminuido un 34 por ciento respecto al año pasado (a la fecha se han visto afectadas poco más de sesenta y tres mil hectáreas)
A pesar de ello, la construcción política que los medios de comunicación, los empresarios y autoridades realizan, que señala como “culpables” de los incendios forestales en las regiones del sur en el contexto del enfrentamiento entre comunidades mapuche y forestales, oculta deliberadamente una discusión de fondo: el modelo forestal de monocultivo de pino y eucaliptus y sus consecuencias ambientales, sociales y económicas, además de políticas como hemos comentado en columnas anteriores.
La superficie de hectáreas con plantaciones de monocultivos de pino y eucaliptus actuales en Chile abarcan tres millones de hectáreas, las que representan un 22 por ciento de la superficie total entre las regiones de O’Higgins y de los Ríos. El Gobierno de Bachelet ha ratificado que impulsará la extensión del decreto de la dictadura D 701 que extenderá 20 años más el modelo de subsidios para la expansión de la industria forestal.
Estas empresas suelen presentarse como “víctimas” de incendios intencionales provocados por particulares o atentados incendiarios en el contexto del “conflicto mapuche”, y centran sus campañas en la “prevención” de conductas “irresponsables”. Así este verano el propio ministro subrogante de Agricultura, Claudio Ternecier señaló que “Es importante que la ciudadanía tome conciencia de la gravedad de estos hechos, ya que efectivamente un 99 por ciento de los incendios son provocados. Algunos de ellos son provocados y otros son por mal manejo, por negligencias y es por eso que pedimos el máximo de colaboración de la gente.” (Radio UChile 17/02/2015)
Sin embargo encubren una verdad muy distinta: las consecuencias ambientales y riesgos de la explotación forestal. Expertos como Rodrigo Donoso, investigador de la Universidad de Chile, Ingeniero Forestal e integrante de la Asociación de Ingenieros Forestales por el Bosque Nativo (AIFBN), señala que las plantaciones de monocultivo de pino y eucaliptus ha producido pérdida de suelo, disminución de la disponibilidad de la calidad de agua (sequía) y escasez para las comunidades aledañas a las plantaciones, problema que viene afectando hace años a las regiones donde existe explotación forestal.
Mientras que especialistas como Aníbal Pauchard, jefe de la carrera de Ingeniería en Conservación de Recursos Naturales de la Facultad de Ciencias Forestales de la Universidad de Concepción, señalan que “cuando tú generas una plantación estás uniendo el combustible. Por el contrario, nuestras especies nativas son menos inflamables o por lo menos no están tan adaptadas al fuego […] Estas especies que hemos traído [pino y eucaliptus] realmente les gusta el fuego, por lo tanto se queman súper rápido. Después de un incendio, el pino, desde sus conos plantan la semilla y no hay ningún problema con que crezca inmediatamente, y el eucalipto también tiene una estrategia con fuego para su crecimiento”. (Libro “Vidas de Papel, Negocio de la Madera y Conflicto Intercultural en La Araucanía, 2014)
Pauchard agrega que el impacto de los pinos sobre el régimen del fuego tiene que ver básicamente con dos características, 1) el tipo de combustible que es de mayor inflamabilidad, y 2) la cantidad de combustible que genera el pino, “que es tremenda comparada con otras especies. Entonces son esos dos elementos los que hacen que aumente el ciclo del fuego.”
Es decir, la reiteración año a año de incendios forestales, que no sólo afectan a la propia industria forestal sino a miles de familias que pierden sus casas, sus trabajos, o comunidades afectadas, es presentada por los medios de comunicación, empresarios y autoridades como un problema de “descuido” individual, “maldad” de algún pirómano o bien al “conflicto mapuche” culpando a comunidades y organizaciones.
Pero oculta una verdad muy distinta: la responsabilidad de las propias forestales, el impacto de los monocultivos forestales en el ambiente, las características de los propios cultivos que hacen más propensos la incidencia de los incendios cada temporada, y la otra cara de la moneda: la precariedad con que brigadistas forestales, en su mayoría subcontratados por las empresas ponen en riesgo su vida en pésimas condiciones laborales y salariales, como puso en evidencia varias de las huelgas de brigadistas este verano.