La irrupción del partido de Iñigo Errejón en las elecciones generales provoca nuevos movimientos y fracturas en la izquierda. El espacio progresista en disputa entre el PSOE y los antiguos socios fundadores de Podemos.
Josefina L. Martínez @josefinamar14
Diego Lotito @diegolotito
Martes 24 de septiembre de 2019
El portavoz de Más Madrid, Íñigo Errejón, a su llegada este martes a la reunión de la Junta de Portavoces de la Asamblea de Madrid. EFE/Víctor Lerena
La convocatoria a nuevas elecciones generales es una ventana de oportunidad. Así perciben en el espacio errejonista el nuevo momento político. Especulan con poder capitalizar parte del descontento que el fracaso de las negociaciones entre el PSOE y Unidas Podemos ha generado entre los votantes progresistas. El relato: nace una alternativa progre, verde, feminista, trasversal y responsable. El objetivo: convertirse en un ariete “conciliador” y facilitar un gobierno progresista del PSOE.
El relato de Errejón se construye sobre la idea de reconstruir el bloque progresista, que la “irresponsabilidad” del PSOE y Podemos habría impedido: “Los ataques recíprocos de unos y otros; Sánchez culpando a los que habían de ser sus aliados y UP completamente a la defensiva con tal de justificar cierta pasividad y falta de flexibilidad en las negociaciones para la investidura, no hacen sino acelerar este descenso a los infiernos narrativos”, explica Albert Portillo en un artículo en La Trivial, think tank del errejonismo.
En el medio del caos, llega el orden… y ese orden se llama Errejón: “Llegados a este punto, y siendo conscientes que tal escenario genera un momentum para enunciar una equivalencia entre bloque progresista, apoliticismo partidista y el desorden más caótico posible, es importante pensar si existe alguna posibilidad de superar la primacía de los intereses particulares en la conformación de un bloque social progresista que pueda llevar a cabo, de forma creíble, un proyecto alternativo de nación”.
La irrupción de la candidatura de Mas Madrid (aún está por verse en cuántas circunscripciones electorales se presentarán) ha sacudido el avispero entre las fuerzas progresistas. En el caso de Compromís, ya se han decantado por un acuerdo con el partido de Errejón, como parte de un nuevo grupo confederal. En el mismo sentido podría inclinarse En Marea desde Galicia.
Los que también se han dividido son los de Equo. Mientras Inés Sabanés actuó como portavoz de la nueva candidatura errejonista, el número uno de la formación, Juantxo López Uralde, ha dicho que cree en “el proyecto de Iglesias” y ha llamado a crear un espacio verde dentro de Unidas Podemos.
La candidatura de Errejón fue saludada con cautela desde el PSOE. Carmen Calvo ha negado que la candidatura haya sido “orquestada” por los socialistas -como sostienen algunos opinólogos de la izquierda- y ha dicho que espera que “sumen” porque “Unidas Podemos no lo ha hecho”.
La dirección de Ferrás dice estar tranquila, pero íntimamente la movida errejoniana no ha caído muy en gracia. Si a Errejón se le ocurre presentarse por todas las circunscripciones, la dispersión del voto puede traerle no pocos dolores de cabeza a Pedro Sánchez. Al fin y al cabo, disputarle el espacio a Unidas Podemos es sólo una parte de la estrategia errejonista. La otra parte es recuperar terreno en el campo socialista.
La entrada de Errejón en el escenario electoral también se ha sentido al interior de Podemos, donde el sector que lidera Teresa Rodríguez de Anticapitalistas aprovecha el momento para presionar por un grupo propio andaluz en el Congreso. Su propuesta es presentar bajo la marca la Adelante Andalucía una única papeleta de fuerzas políticas a la izquierda del PSOE, para no dividir el voto en esa comunidad. En teoría, una lista de la panizquierda andaluza con Podemos, IU y hasta los errejonistas andaluces, sea lo que sea eso. No es un escenario que le guste a Iglesias y no pareciera que desde Madrid haya mucha capacidad de maniobra. Pero dudamos que "el líder" se deje torcer el brazo en esta batalla.
Desde Unidas Podemos acusan a los errejonistas (y en el caso andaluz, también a Rodríguez) de salir a “dividir” en vez de sumarse a la unidad de la izquierda. Pero quien hace unos años lanzó Podemos junto a Pablo Iglesias, en realidad no tiene un proyecto estratégico muy diferente. Ambos parten de una serie de preceptos comunes: la completa autonomía de la ideología y de la política de cualquier determinación de clase; la sobrevaloración del discurso como capaz de generar relaciones de fuerzas sin ninguna base en las relaciones sociales; la exaltación del líder (o los líderes) como portadores del discurso y forjadores de la identidad colectiva; un excesivo optimismo en las posibilidades de democratizar las instituciones del Estado capitalista, directamente proporcional a su pesimismo en relación al potencial transformador de la lucha de clases; y, en definitiva, el rechazo a toda perspectiva emancipatoria que vaya más allá de la democracia liberal, aunque tengan la desfachatez de hablar de “radicalización” de la democracia… de la mano de los social liberales del PSOE.
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Aunque obviamente existen diferencias, y no menores. Globalmente, en la orientación de Pablo Iglesias prima el pragmatismo político tributario de la vieja política eurocomunista, mientras que en el caso de Errejón la colonización del posmarxismo y el populismo es más profunda y esto se manifiesta en su política.
Errejón pretende “llevar hasta el final” la idea de la “centralidad política”, la “trasversalidad” y la hipótesis populista de que hay que superar la vieja dicotomía de “izquierda” y “derecha”. Hablando en plata, está dispuesto a negociar con el PSOE “sin condiciones”, lo que significa una nueva presión sobre Podemos para que acceda a darle apoyo a los social-liberales sin recibir nada a cambio.
Hay nuevos actores en el juego, pero el resultado es imprevisto. ¿Sumarán las fuerzas progresistas o perderán votos y la derecha logrará hacer números? Todavía está por verse. Errejón inclina el mapa político hacia el centro y Unidas Podemos se enfrenta ahora a una campaña electoral donde su principal argumento -presionar para formar un gobierno de coalición con el PSOE- parece cada vez más débil.
El nuevo capítulo de la larga crisis del neorreformismo reafirma la necesidad de replantear la hipótesis: cuando se avecina una nueva recesión económica y nuevos ataques a las masas, más que nunca hace falta una izquierda que hable realmente de cómo resolver “los problemas de la gente”. O, dicho de otra forma, una izquierda que levante una política independiente de los partidos del Régimen y los capitalistas, y se proponga luchar por los intereses de la clase trabajadora, las mujeres y la juventud.
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Josefina L. Martínez
Nació en Buenos Aires, vive en Madrid. Es historiadora (UNR). Autora de No somos esclavas (2021). Coautora de Patriarcado y capitalismo (Akal, 2019), autora de Revolucionarias (Lengua de Trapo, 2018), coautora de Cien años de historia obrera en Argentina (Ediciones IPS). Escribe en Izquierda Diario.es, CTXT y otros medios.