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Red Internacional
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ENERGÍA Y MEDIOAMBIENTE. Instituto Tecnológico de Massachusetts ya controla la fusión para generar energía limpia

Se trata de un proceso distinto del de fisión, que no se basa en uranio ni produce desechos radiactivos. Señalaron que en apenas unos quince años los reactores de fusión estarán disponibles a escala.

Miércoles 21 de marzo de 2018 17:06

“Dale luz al instante y que el cielo le responda al mar. Dale luz, luz, luz y es que nunca te arrepentirás. Dale luz al instante, tarde o temprano el tiempo se acabará” (Luis Alberto Spinetta).

Luego de más de dos décadas de experimentación y pruebas en el Massachusetts Institute of Technology - Plasma Science and Fusion Center (MIT - PSFC) de Estados Unidos, se oyó finalmente la noticia de que se ha logrado técnicamente controlar la fusión para generar energía limpia. “Este es un momento histórico importante. Los avances en los imanes superconductores han puesto potencialmente la energía de fusión a su alcance, ofreciendo la perspectiva de un futuro energético seguro y libre de carbono”, dijo el presidente del MIT, Rafael Reif, a través del sitio del reconocido instituto.

La fusión es la fuente de energía del sol y resulta lo opuesto de la fisión nuclear: en lugar de romper los núcleos pesados como los de los átomos de uranio, funde núcleos ligeros como el hidrógeno, deuterio o tritio, y emite en el proceso gran cantidad de energía. Esto significa que desaparece el problema de los desechos nucleares. Además, la fusión no es una reacción en cadena y por tanto es mucho más fácil de controlar. El combustible para la fusión (el deuterio) se puede obtener a partir del agua. Y es una fuente de energía que no produce emisiones de carbono y es capaz de proporcionar energía según sea la demanda.

Imagen: Visualización del propuesto experimento SPARC tokamak. Usando imanes de campo alto construidos con superconductores de alta temperatura recientemente disponibles, este experimento sería el primer plasma de fusión controlado para producir energía neta.

En el laboratorio han trabajado sobre cómo obtener la reacción de fusión de varias maneras. Las dos principales rutas exploradas han sido la fusión inercial (se calienta y comprime una pastilla de combustible mediante láseres) y la fusión por confinamiento magnético (el combustible se comprime mediante campos magnéticos mientras se calienta). El gran problema es que, como los procesos deben realizarse a presiones y temperaturas similares a las del sol, ¿adónde, en qué material confinarlo para que no se funda? La temperatura a la que se lleva a cabo este proceso es demasiado alta para materiales sólidos. Por ello se usan imanes para mantener el plasma caliente en su lugar.

Dicen los científicos del MIT que uno de los elementos clave de esta planta piloto de fusión es la “manta de inmersión líquida”: sal fundida que rodea completamente el núcleo de energía de fusión, y que sirve para convertir la energía cinética de los neutrones de fusión en calor (para producción de electricidad y para producir tritio que es un componente en el combustible de fusión) y además, para evitar que los neutrones lleguen a otras partes de la máquina y causen daños materiales al equipo.

La misión que se han puesto es hallar soluciones sin emisiones de carbono, en colaboración dinámica entre la ciencia, la industria y el gobierno. Y lo más auspicioso es que evalúan unos quince años apenas para que los reactores de fusión estén disponibles a escala.

¿Energía para qué?

Por un lado, es claro que la carrera por la producción de más y más energía acompaña un modelo de sociedad de alto consumo. Esa sociedad de alto consumo es la que con sus abusos e inequidades ha llevado al mundo a la crisis socioambiental.

Por otro lado, aún en los más progresistas planes de gobierno del mundo se evita hablar de reducción de consumo energético y de equidad. La distribución de la energía es claramente sectaria. Más allá de que se busquen alternativas más amigables con la vida, existe una unívoca relación entre pobreza y consumo de energía en las sociedades humanas capitalistas, en donde el uso de energía está íntimamente ligado al nivel de industrialización de un país. Europa utiliza treinta veces más energía que un país en vías de desarrollo, y Estados Unidos, cuarenta veces más.

Ahora, puestos sobre la mesa los usos que se le da a esa energía, es necesario hacernos algunas preguntas imprescindibles y evaluar para qué y quiénes hacen un uso descomunal de energía. Observando el caso más evidente: las empresas transnacionales que extraen oro y otros minerales valiosos necesitan que los gobiernos las provean de energía subsidiada, porque cuanto más baja es la ley (la concentración de los minerales en la roca), mayor es el consumo y el costo de la energía para extraerlos.

Veladero - Penélope y Pascua Lama requieren la cantidad de energía equivalente a la que que suministra la central nuclear Atucha I. Bajo La Alumbrera, en Catamarca, representó en su apogeo el 86 % del consumo de los grandes usuarios mayoristas de energía de esa provincia. Sólo en el año 2003 Hidroeléctrica el Chocón S.A. le vendió 482 GWh. Esa energía permite a empresas extranjeras la extracción de oro suntuario para moneda o joyería, que dejan descomunales pasivos ambientales, han hecho uso de agua en cantidades inimaginables y han sostenido conflictos sociales en las comunidades. De ahí que nos preguntemos: sí, es fantástico obtener más energía, pero ¿para quién?

Realistas al fin, en tanto el consumo de energía seguirá creciendo por algún tiempo más, es alentador para quienes venimos oponiéndonos a las centrales nucleares de potencia, observando la gran cantidad de externalidades de los combustibles fósiles y de las megarrepresas, que se esté poniendo a punto algo que parecía más bien de ciencia ficción: una energía de costo ambiental muy bajo y sin residuos radiactivos, que pueda ser un camino para los que apuestan a que la ciencia sea la que ayude a salir de la trampa nuclear en la que estamos actualmente.

* Silvana Buján es argentina, licenciada en Ciencias de la Comunicación Social y ejerce desde hace tres décadas el periodismo científico y ambiental. Es ecologista y participa, dirige o coordina organizaciones no gubernamentales y redes temáticas. Ha sido Premio Nacional de Periodismo en 2007, ha obtenido tres veces el Premio Divulgación Científica de la UBA. Ha sido 1º Premio Latinoamericano y del Caribe del Agua CATHALAC-UNESCO, posee ocho Premios Martín Fierro radio. Lleva adelante desde 1998 ECOS (www.programa-ecos.com.ar) y dirige BIOS, ONG de la Red Nacional de Acción Ecologista, IPEN y la Coalición Ciudadana Antincineración. Es miembro del Comité Consultivo de GAIA internacional. Miembro de la Red Argentina de Periodismo Científico. Vive en Mar del Plata.