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Red Internacional
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Tribuna Abierta Educativa. Inteligencia artificial y educación

En los últimos años se viene debatiendo sobre la importancia de la inteligencia artificial, sus usos y las distintas visiones que existen sobre ella. Podemos encontrar visiones románticas o apocalípticas de la misma. En esta ocasión no abordaremos la inteligencia artificial y las distintas miradas, lo que sí intentaremos hacer como ejercicio es abordar los ejes que propone el trabajo de Daniel Benasayag y Ariel Pennisi, la inteligencia artificial no piensa, el cerebro tampoco y cómo esto se observa en la educación, en la escuela.

Miércoles 28 de agosto de 2024 22:07

La escuela, el saber y lo orgánico

En los últimos años existen planteos desde los popes de Silicón Valley, hasta algunos especialistas en educación que la inteligencia artificial (IA), no solo ayudará en las tareas escolares, en los saberes, sino que podrá ocupar el rol del docente.

Ahora bien, sin caer en una visión “vienen por mi trabajo” pensemos cuáles son los fundamentos pedagógicos en los cuales se sostiene esta idea. Para ello, se abordarán algunos ejes del libro de Miguel Benasayag (filósofo, epistemólogo, doctor en psicología, investigador en neurofisiología) y Ariel Pennisi (sociólogo, ensayista, profesor) titulado La inteligencia artificial no piensa, el cerebro tampoco, donde los autores cuestionan las concepciones reduccionistas que equiparan el funcionamiento de la inteligencia humana con la de las máquinas.

La inteligencia artificial (IA) y los algoritmos funcionan como una enciclopedia moderna, más compleja que la antigua Encarta, pero no es más que una conjunción de información, de datos.

La escuela durante una parte importante del Siglo XX se basó en una educación enciclopedista. Bajo la concepción de que el sujeto era una “tabula rasa”, el saber consistía en la acumulación de datos y la importancia de la memoria, algo similar a pensar, cuánta capacidad tiene tu disco rígido o cuánta capacidad tiene tu cerebro para guardar información, una información que valida el saber o no saber de una persona. La escuela normalista recibía a esos niños y niñas, con el fin de terminar con su singularidad, con sus saberes previos, con su subjetividad y al término del ciclo educativo salían niños y niñas normalizados, para estar insertos en la sociedad capitalista.

Este paradigma, que en su momento estructuró el sistema educativo, hoy tiene un nuevo impulso con el desarrollo de las IA que imprimen con fuerza la lógica y los objetivos de la educación. Se intenta asimilar el cerebro humano a la IA, lo Humano a la máquina. La escuela tiene como objetivo “cargar” información en el cerebro, como se le carga información a la IA.

En ese sentido, los autores nos provocan y nos hacen pensar sobre la máquina y lo orgánico, “los cuerpos, las vidas, están emplazados históricamente, son parte de ecosistemas, están ligados a culturas ancestrales tanto como a técnicas recientes”.

Prosiguen con una contundencia que nos invita a reflexionar sobre la relación entre el conocimiento, el saber y la construcción de conocimientos:

  • Fundamentalmente, vivimos de acuerdo con ejes intensivos que ordenan nuestra experiencia como un todo que no está en otra parte sino, justamente, en cada parte que lo compone. Pero las máquinas, la organización algorítmica, la inteligencia artificial funcionan como agregados de partes que carecen de eso que llamamos “todo”. Su ratio última no tiene que ver con existir, sino con el rendimiento y la optimización, es decir, con funcionar. [1]

Los niños y niñas no son formateables, no son disco, no son una “nube” en dónde se guarda información. Al buscar igualar la función humana de crear conocimientos con la IA, lo explican de la siguiente manera: “Incluso tienden a aplastar la singularidad de lo vivo, la densidad de la cultura y la lengua, la conflictividad inherente a lo social, las huellas de las tradiciones y, fundamentalmente, la tendencia de lo viviente a demorar en la existencia, a vivir porque sí”.

La lógica productivista y de funcionamiento en relación a la lógica de producción capitalista, lleva a la escuela y al saber a ser medidos en términos de producción, el tiempo escolar también se mide en términos productivos. El buen funcionamiento se mide en el nivel de egreso, titulación, etc. A los y las docentes, y estudiantes también se los evalúa con la lógica del funcionamiento de una máquina, somos piezas que debemos funcionar y el buen funcionamiento está dado por el tiempo productivo, esta es la lógica que cuánto más horas trabajamos, más producimos, cuántas más horas estamos en la escuela más aprendemos, la lógica del algoritmo, cuánta más información recibe la IA más “sabe”.

Veamos otra forma en la cual se busca relacionar la IA con el pensar, que nos plantea Benasayag:

  • ¿Qué pasa cuando un chico de 12 años aparece como hipercompatible con la máquina? ¿Qué empieza a pasar con el proceso de crecimiento y, en particular, con el cerebro de los niños hibridados de entrada con las tecnologías digitales? La falta de estructuración no permite el desarrollo de la alteridad, la relación con los dispositivos digitales es cada vez más de captura y, en ese sentido, el funcionamiento carcome terreno a la existencia. La realidad se vuelve optimizable en permanencia y todo lo que queda por fuera de ese hiperrealismo se vuelve un malestar ciego, una angustia intratable. Pero si, además, los métodos de diagnóstico en salud mental (los DSM, entre otros) formando parte del mismo paradigma recetan fármacos para restablecer el funcionamiento, la productividad, la estimulación; el círculo vicioso impide regular, limitar o apropiarnos de tecnologías que permanentemente desbordan lo vital. [2]

Los autores aclaran que no pretenden ofrecer una visión catastrofista sobre el desarrollo de las nuevas tecnologías, sino que enfatizan la importancia de entender, comprender sus implicancias. Sin embargo, es brutal el final de este párrafo y pensar la cantidad de niños y niñas que habitan las aulas medicados, como también docentes con el objetivo de un buen “funcionamiento” regulado, productivo y felíz, una idea en la cual esa felicidad no cuestiona y produce. La IA es felíz o más bien carece de todo tipo de sentimiento, historicidad, es presente continuo y productiva.

Nada de esto es casual que se refuerce en las escuelas las matemáticas y la lengua, dos áreas comunicacionales, el lenguaje como eje, dejando cada vez más fuera del espacio escolar la dimensión social, el área de las Ciencias Sociales que nos permite cuestionar el lenguaje, que nos permite cuestionar el todo y sus partes, la dimensión social nos recrea, nos reproduce en nuestra esencia emocional, afectiva.

El profundo cuestionamiento de lo social es lo que no puede y no podrá alcanzar la IA, es la que busca terminar la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) y sus evaluaciones PISA que no evalúan la dimensión de las Cs. Sociales, una de las que habilita la posibilidad de producir las preguntas que cuestionen al sistema capitalista.

La construcción de conocimientos

Trabajos como el de Miguel Benasayag y Ariel Pennisi nos interpela a pensar la tarea del docente en el aula, la tarea de la familia, la tarea humana.

El desafío está en poder cuestionar el mundo que nos rodea, cuestionar quién dirige el desarrollo de las nuevas tecnologías y con qué objetivos, un cuestionamiento que nos permita apropiarnos del saber, de herramientas, porque el saber se construye cuando un concepto, una idea se vincula a una experiencia vivida, a una emoción, esa experiencia práctica unido al concepto es la que genera saber, un saber apropiado y aplicado.

Ninguna variante política actual que defiende al sistema capitalista, está realmente interesado en desarrollar el saber y la apropiación del saber por las grandes mayorías.

En nuestro país ni la Libertad Avanza, ni el Pro, la UCR y hasta todas las variantes del Peronismo tienen este objetivo, más bien tienen un objetivo de custodia de este sistema y parafraseando a Nancy Fraser, "estamos ante un capitalismo caníbal” en dónde las políticas del RIGI buscan destruir el medio ambiente, “la destrucción supera a lo que se construye” [3] y buscan convertir a la educación y la escuela en un apéndice del mercado y sus necesidades.

Los tiempos humanos están relacionados a las experiencias previas, al mundo que lo rodea, a la realidad material que posee, a una multiplicidad de factores, lo singular está en eso, en los tiempos, en las realidades, en lo aplicable.

Significa que aprendemos, sacamos balances de las derrotas, aprendemos de cada guerra, de cada crisis, de cada revolución.

Nos apropiamos del pasado, de la historia, la fundimos con nuestro presente, sin que pierda la singularidad de pasado y presente.

Esto nos diferencia de la máquina, esto evita los proyectos educativos funcionalistas, normalista, porque el conocimiento está ahí, el problema está en cómo uno se apropia del mismo, cómo las grandes mayorías se apropian del conocimiento, la construcción del conocimiento es singular, es orgánico, es humano cooperativo, colectivo. [4]

Pennisi y Benasayag en el capítulo final ¿Happy end?, nos invitan nuevamente a pensar que “tenemos la tarea de aportar fundamentos a quienes están descontentos con el sistema. Tenemos que legitimar ese descontento y todas nuestras prácticas contestatarias y deslegitimar el avance de la topadora”.

El objetivo es cambiar este mundo y hacer de este mundo, uno que merezca ser vivido en plenitud para todos y todas sin explotadores, ni explotados.


[2Benasayag, M., y Pennisi, A. (2023). La inteligencia artificial no piensa (el cerebro tampoco) (3ª ed.). Prometeo, pp. 131-132.

[3Benasayag, M., y Pennisi, A. (2023). La inteligencia artificial no piensa (el cerebro tampoco) (3ª ed.). Prometeo. p. 126