Dirigentes sindicales evitaron que el mural The Making of a Fresco Showing the Building of a City (“La creación de un fresco”) que pintó Rivera en 1931 en San Francisco fuera vendido por hasta 50 millones de dólares. El Instituto de Artes de esa ciudad, con la excusa de pagar una deuda, quería ofrecerla al mejor postor.
Miércoles 13 de enero de 2021 21:18
Todo comenzó cuando el Instituto de Artes de San Francisco (SFAI por sus siglas en inglés) se encontraba en problemas financieros, por lo que vieron la venta de la pintura como una alternativa para cubrir sus deudas de rentas, sus desvíos de recursos y por “los estragos económicos de la pandemia”.
Una de las propuestas para evitar la venta del fresco era convertirlo en “objeto de valor histórico”, pues de esa forma la venta debía pasar por otras instituciones como la “comisión de preservación histórica”, la cual tiene mayor autoridad y, por consiguiente, no dejaría mercantilizar con la pintura tan fácilmente.
De inmediato, la directora del SFAI rechazó la propuesta, pues esto interviene con sus intereses económicos, lo que demuestra la crisis del arte en el mundo capitalista. Para las grandes instituciones, el arte no es más que una mercancía que presupone ganancias exorbitantes que se quedan en los bolsillos, no de los creadores, sino de los empresarios.
El mural en cuestión plasma los inicios de la gran urbe de San Francisco. El lienzo representa a toda la clase trabajadora poniendo de su parte para la creación de la ciudad. Carpinteros, obreros, arquitectos, pintores y el mismo Diego están retratados en el muro; así deja claro que la fuerza proletaria es la única que saca adelante cada nación, cada ciudad, en este caso, San Francisco.
Que la obra sea de un artista que no era blanco ni anglosajón fue un factor para que se planeara su venta, según los dirigentes sindicales del instituto. Los administradores del Instituto de Arte dejaron de alto su valor cultural, y peor aún en el contexto del cuestionamiento al racismo estructural de EEUU con el movimiento Black Lives Matters.
El arte de Diego Rivera y el capitalismo
No es la primera vez que pasa algo como esto con Diego Rivera. En 1933, los Rockefeller habían contratado al pintor mexicano para hacer uno de los murales más ambiciosos de Nueva York, en el Rockefeller Center, donde creó el antecedente de El hombre en el cruce de caminos, el cual fue destruido por llevar ideas comunistas, críticas al régimen capitalista y por plasmar a los grandes personajes revolucionarios León Trotsky, Lenin y Marx.
Rivera, uno de los fundadores del Sindicato de Obreros Técnicos, Pintores y Escultores, fue un maestro del muralismo, concebido como un arte para el pueblo, a partir de socializar obras artísticas plasmadas en los muros.
Muchos fueron los temas que abordó Rivera en su profusa obra, pero resaltaron como protagonistas la clase trabajadora, los campesinos e indígenas. Sin embargo, ahora surge la pregunta obligada ¿para quién es el arte en un mundo capitalista? No está creado para la clase obrera, pues ese público no genera ganancias. De ahí que el estado norteamericano no invierta para acercar la cultura a sus ciudadanos. Antes de eso, comercializa con el arte.
La directora de SFIA proponía dos salidas: la primera era crear un fondo para no vender la pintura, es decir, que los trabajadores, en vez del estado, pagaran por ella; la segunda alternativa fue venderla al cineasta George Lucas para su museo de arte narrativo en los ángeles.
Queda claro que el arte y la cultura no nos pertenecen. El Estado capitalista nos la ha arrebatado para que empresarios, museos privados, institutos carísimos y funcionarios corruptos lucren con nuestras creaciones. Quienes luchamos por terminar con toda explotación y opresión, por terminar con el capitalismo y construir un mundo nuevo donde cada persona aporte según su capacidad y reciba según su necesidad, sostenemos que es necesario luchar también por el derecho a la cultura.
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