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¿DESASTRES NATURALES? Inundaciones en Tabasco: la geografía de un desastre anunciado

El desastre de las inundaciones en Tabasco en plena contingencia sanitaria en México, sin embargo este problema se remonta a décadas de deforestación y cambio de uso de suelo y megaproyectos.

Axomalli Villanueva

Axomalli Villanueva @1quiahuitl

Lunes 30 de noviembre de 2020

Imagen: Captura de video de Televisión Tabasqueña

A finales de octubre y durante el mes de noviembre, Tabasco ha sido azotado por una serie de fenómenos atmosféricos que ocasionaron las inundaciones más catastróficas de las últimas décadas, que dejaron más de 100 mil afectados, además de una decena de muertos y por lo menos 25 mil hogares desechos, según informa Protección Civil en el estado.

A pesar de que oficialmente la temporada de huracanes de este año termina el 30 de noviembre, aún existe el riesgo de que la llegada de los frentes fríos ocasionen más lluvias con potencial de desbordar nuevamente el río Grijalva y el Usumacinta, dejando en incertidumbre a cientos de afectados.

Pero, ¿por qué este problema?, hay múltiples factores pero podemos destacar cuatro: las lluvias intensas de este año, la geografía del estado, el cambio de uso de suelo y la operación del sistema de presas de los ríos Usumacinta y Grijalva.

Primero: la geografía

Tabasco es en gran parte de su territorio una enorme llanura, es decir, es una gran planicie que se inunda fácilmente, pues carece de elevaciones como cerros, montañas o demás relieve que impidan que el agua se desvíe o se encause. Un 60% del territorio es llano y susceptible a los desbordamientos de los ríos. Los tabasqueños han tenido que lidiar con este problema desde la colonia.

Los primeros registros de inundaciones en Villahermosa datan del siglo XVI y el ciclo pluvial de Tabasco se identificó desde finales del siglo XIX, cuando se detectó, además, que el problema era cíclico: cada 10 años, se presentan inundaciones graves, las últimas fueron en el 2007 que dejó al menos 130 mil afectados.

El agua fluye en la región desde siempre, una planicie en la que desembocan los dos ríos más caudalosos en el país, el Grijalva y el Usumacinta, que se forman en las partes altas de Guatemala y representan una tercera parte del agua dulce que corre por México.

Segundo: climatología

Tabasco es el estado donde más ha llovido en los últimos 30 años, según la Comisión Nacional del Agua (Conagua). El 2020 rompió récords en cuanto a precipitación debido a huracanes, al menos 3 de importancia pasaron cerca del estado, y la llegada de los frentes fríos pone al territorio en una situación vulnerable.

Según las autoridades de Protección Civil, las lluvias han afectado a 123 comunidades en ocho municipios, entre los que se encuentran Cárdenas y Centro, donde se ubica la capital Villahermosa, donde se estima que hay más de 180 mil afectados.

Con la formación de la tormenta tropical Wilfred en agosto, se agotó la lista de 21 nombres para la cuenca del Atlántico que genera la Organización Meteorológica Mundial. Por ello, para nombrar a los ciclones subsecuentes ya se recurrió a siete letras del alfabeto griego (Alfa, Beta, Gamma, Delta, Épsilón, Zeta y Eta), de estas los huracanes Delta, Gamma y Eta golpearon fuertemente durante octubre y noviembre.

Cabe aún debatir si el cambio climático está directamente relacionado con este aumento de la actividad ciclónica este año. Sin embargo, es un hecho que la tendencia es a la alza en cuanto a impacto de tormentas extremas en los próximos años.

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Tercero: sistema de presas

El control de los ríos para regular avenidas y generar energía fue objeto de un importante programa que contempló la construcción de grandes presas en varios puntos de las cuencas altas en México. Durante el siglo pasado, en una primera etapa, este programa se propuso el control y la regulación del sistema del río Grijalva, pero después derivó en el aprovechamiento de esos caudales para la generación de energía eléctrica.

En la cuenca media del estado de Chiapas se han construido las plantas hidroeléctricas más importantes del país, que abastecen de energía a una buena parte del territorio nacional, pero la que afecta directamente al estado es la presa Peñitas (inaugurada en 1987), que es la más pequeña del sistema Grijalva-Mezcalapa.

Ésta puede controlar el agua que corre en el estado, es decir, a partir de ahí se pueden generar las inundaciones de la planicie tabasqueña. Para poner en contexto, en cuanto a la generación de energía, la capacidad instalada de las presas localizadas en el sistema Grijalva-Mezcalapa corresponde al 40.3 % de la capacidad hidroeléctrica nacional y al 52 % de la energía generada por las plantas hidroeléctricas del país.

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La operación de esas presas se discute en un Comité, presidido por la Comisión Nacional del Agua y también por la Comisión Federal de Electricidad, principalmente. Según el periodista Juan Carlos Valencia, existe una pugna entre estas dos dependencias, ya que la CFE la primera quiere tener las presas llenas para poder turbinar y generar más energía, mientras que la Conagua quiere tenerlas bajas para poder controlar en ellas el impacto de las lluvias intensas.

Según relata en una de sus columnas para El Sol de México, este es un asunto muy delicado, justo en el momento más crítico despidieron a los técnicos de la Conagua que conocen del manejo de ese sistema. No hubiera podido evitarse la inundación este año.

Cuarto: Cambios de usos de suelo y megaproyectos

Según la plataforma cartográfica CartoNews de Taller Sïranda, además de las condiciones naturales del estado y la problemática con las presas, otro factor importante en la situación de vulnerabilidad en el estado son los cambios de uso de suelo a lo largo de las últimas décadas.

Según su más reciente trabajo, la deforestación en el estado ha sido imparable, pues en 2015 apenas sobrevivía el 3 % de la vegetación natural que había a mediados del siglo XX, con una tasa de desmonte de hectáreas por hora desde entonces. Recordemos que las selvas y humedales son una barrera natural para prevenir inundaciones.

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Publicado por Taller Sïranda en Domingo, 29 de noviembre de 2020

Del mismo modo, el estudio advierte sobre la urbanización en zonas de alto riesgo, pues a pesar de conocer la problemática con el agua la región, empresas inmobiliarias se han encargado de construir asentamientos en vasos reguladores, es decir, en lugares altamente propensos a inundarse.

Según la investigación no basta con la atención de los miles de damnificados, pues es urgente un verdadero programa de reordenamiento territorial con el fin de evitar futuros desastres. Recordemos que quienes han sido afectados a lo largo de la historia del estado siempre son las comunidades más precarizadas.

Esto es porque existe una enorme exposición de población e infraestructura que se encuentra en zonas bajas y de riesgo que a menos de que se registre un cambio radical, continuarán sufriendo periódicamente de los efectos del agua, como se vio hace unas semanas, cuando el gobierno federal decidió inundar las comunidades indígenas para salvaguardar la capital del estado además del megaproyecto de la refinería de Dos Bocas.

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