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Red Internacional
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Tucumán. Ismael Lucena: tres años exigiendo justicia

Martes 11 de noviembre de 2014

Si, otra vez más la maldita policía

Un 10 de Noviembre de hace tres años dejaba este mundo Ismael Lucena a sus 25 años de edad, en la terapia intensiva del Hospital Padilla, quizás sin comprender como es que la noche anterior había estado con su amigo “Pipí” charlando y riendo en casa de una amiga en el barrio El Gráfico y ahora estaba muriendo, o quizás comprendiendo que nunca más volvería a tomar en sus manos las herramientas de carpintería que estaba aprendiendo a utilizar. Y todo por nada. O por ser lo que era.

El horroroso crimen de Ismael fue ser flaco, morocho, usar gorra, vivir en un barrio humilde y no tener plata para pagar un taxi. Y por ese crimen fue condenado a morir por el violento ataque (por los golpes, más precisamente) que soportó de dos policías, en una suerte de juicio sumarísimo de un tipo diríamos “especial”, tan especial que no figura en ningún Código Procesal Penal del mundo, pero se encuentra vigente en la consciencia y el accionar policial y consiste en: mirar, juzgar, condenar y castigar, todo en un mismo acto.

No es un policía, es toda la institución

Ismael salió de su casa el 9 de noviembre de 2011 con Marcelo, el “Pipí”, y cuando volvían caminando ya en horas de la noche por un lugar poco transitado, luego de haber intentado en vano tomar el colectivo que no les paró, dos policías de civil y sin identificarse salieron de entre los matorrales haciendo tiros y gritándoles que se detuvieran. ¿Alguien se hubiera detenido? Y fue que echaron a correr. Y fue que los alcanzaron, y los golpearon tanto que los vecinos del lugar salieron a defenderlos y llamaron… a la policía. Y aquí es donde comenzó a funcionar ese engranaje policial de impunidad harto conocido.

Entonces llegó un oficial de la policía acompañado de dos cabos de un destacamento cercano, y que en vez de llevarse detenidos a los atacantes encontrados in franganti, los dejaron ir y se llevaron a los jóvenes. Así, sangrando, golpeados o mejor dicho molidos a palos, denigrados y humillados fueron llevados al destacamento a firmar un acta. Fraudulenta, cómo no. Esta “denuncia” que les hicieron firmar decía que habían sido atacados por “asaltantes”. Todo bajo amenaza de quedar detenidos.

Pero nada de esto sorprende y mucho menos a los habitantes de los barrios humildes: así actúan las fuerzas de seguridad. Así son. Basta con ver el accionar policial en los casos más resonantes: Paulina Lebbos (adulteración de pruebas y de actas, entorpecimiento de la investigación, encubrimiento), Marita Verón (negarse a tomar la denuncia, aviso a los prostíbulos donde iban a realizar allanamientos), Luciano Arruga (tortura y persecución, encubrimiento, desaparición), y podríamos seguir. Lo particular de estos casos es que en ninguno es un solo policía el implicado: actúan como grupo, o más precisamente, como mafia. Un entramado de complicidades, favores, negociados, ligados al Poder Judicial y Político, desde donde brota su impunidad. O bastaría también con vivir en un barrio humilde o en una villa para entender de qué juega la cana. Allí lo ven a diario.

Pero la penuria de los jóvenes no terminaba allí: luego de su declaración fueron dejados por el patrullero a una distancia prudente del dispensario para que pudieran llegar caminando. Una vez allí se encontraron con que, por la gravedad de las heridas, Ismael no podía ser asistido. La ambulancia que vino a buscarlo lo llevó al Hospital Padilla, en donde terminó sus días.

Barrios sin derechos ante el aparato represivo del Estado

Ismael soportó los golpes, el abuso, la amenaza, el abandono, el dolor físico y del otro, hasta la muerte, literalmente. Pero la fractura craneal no le impidió ponerse de pie. Y es que ante las injusticias que sufre la clase trabajadora, la única opción que queda es tomar consciencia, organizarse y luchar. Ponerse de pie, como ya lo están haciendo los trabajadores, los familiares de las víctimas de gatillo fácil, los docentes, los jóvenes, los estudiantes universitarios.

Hoy, la elevación a juicio tiene fecha para Abril de 2015. Y es que gracias a la lucha que lleva adelante Isabel, cuñada de Ismael, junto a la movilización de amplios sectores de la juventud y organizaciones políticas, se logró y se logra día a día sostener la lucha y exigir justicia por el “negro”, como ella le llamaba. “Todos somos Ismael” repite Isabel. Y es porque son muchos los jóvenes que sufren las torturas, los abusos del aparato represivo del Estado. Y todos debemos serlo para decir basta de impunidad policial, basta de gatillo fácil.