Este lunes 24 la coalición gobernante israelí se anotó un triunfo que con el correr de las horas parecía cada vez más pírrico. El Likud (partido de Netanyahu), y sus socios ultra religiosos y nacionalistas votaron en el parlamento tirar abajo la “doctrina de la Razonabilidad”, por la cual el Supremo Tribunal puede rechazar decisiones del gobierno o del legislativo. Centenares de miles de israelíes volvieron a protestar, como desde hace 30 semanas.
Mirta Pacheco @mirtapacheco1
Martes 25 de julio de 2023 03:48
Los principales portales del mundo hablan de “tembladeral político”, "hundimiento de la ’democracia´israelí’" y mostraban la preocupación de potencias imperialistas como Francia, Alemania y sobre todo Estados Unidos, su principal socio estratégico desde su conformación en 1948, porque las manifestaciones y el rechazo de los israelíes seculares a la reforma judicial, iniciadas a principio de año y lideradas fundamentalmente por Yair Lapid y Benny Gantz (ex primer ministro y ex ministro de Defensa respectivamente), impulsadas también por Ceo ́s de los principales bancos y de empresas tecnológicas, sumaron por estos días a 11.000 reservistas, incluídos 550 pilotos que anunciaron que no se presentarían a los ejercicios de reserva voluntario. Esto prácticamente no tiene antecedentes en Israel, salvo en 2002/2003, cuando apenas poco más de un centenar de militares se negaron a ser convocados, pero aquella vez rechazaban reprimir en Cisjordania.
De los 120 lugares en la kneset (parlamento), fueron 64 los diputados (todos de la coalición de extrema derecha, los 56 de la oposición se retiraron en medio de gritos antes de la votación) que aprobaron esta ley de la reforma judicial que impulsa, desde que asumió el gobierno, Netanyahu y sus socios gobernantes, principalmente con el ministro de Seguridad Nacional Ben Gvir -un colono ultra religioso, líder del partido Otzmá Yehudit (Poder Judío) que agita el odio contra los palestinos- y el ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich -otro colono, líder del Partido Religioso Sionista, que propugna la supremacía judía y niega la existencia del pueblo palestino-.
Como Israel carece de constitución, se rige por doctrinas, resoluciones o leyes que el Tribunal Superior (similar a una Corte Suprema de Justicia) tiene la potestad de rechazar y anularlas si considera que son “irrazonables”. Para el gobierno israelí esto era un escollo para seguir avanzando en una legislación que favorezca la creación de nuevos asentamientos -por ende también beneficia a los empresarios de la construcción-, anexar más territorio (todo lo cual significa ni más, ni menos que ampliar y radicalizar el coloniaje sobre Cisjordania), e internamente en Israel, promover leyes que profundicen la segregación de palestinas y palestinos con ciudadanía israelí.
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Además esta reforma judicial contempla ampliar el comité que selecciona a los jueces, con el objetivo de que sea el gobierno quien tenga la mayoría de sus miembros. También restringe los motivos por los cuales un primer Ministro en ejercicio puede ser declarado incapaz para ese cargo, los motivos se reducen a la incapacidad física o mental, pero debe ser el mismo primer ministro (o dos tercios del gabinete) lo que lo voten. Esto último Netanyahu ya logró que se convirtiera en ley, lo que en primer lugar lo favorece en el juicio que se le lleva adelante por cohecho y abuso de poder.
Sobre todo los aspectos que atentan contra la supuesta división de poderes es lo que rechazan las masivas movilizaciones, fundamentalmente de la clase media secular, que el día anterior a la votación, puso en las calles aproximadamente 600.000 personas, varios fueron detenidos y la Policía les tiró agua con sus carros hidrantes hiriendo también a algunos de ellos, algo inaudito para un ciudadano israelí. Este mismo lunes se volvieron a repetir las marchas, que prometen continuar y para este martes, los médicos anunciaron una huelga para protestar contra la reforma, a los que se pueden ir sumando otros sectores.
La defensa de las prerrogativas del Tribunal Supremo (TS), es también la defensa del statu quo al interior de Israel que defienden los líderes opositores, todos ex altos mandos de un ejército fundado para mantener a raya a los palestinos en particular y a los vecinos árabes en general (Lapid, hoy líder de la oposición a Netanyahu, es casi el único que hizo su carrera, por fuera del ejército, como escritor y comentarista televisivo). Es el TS el que, por ejemplo, también ordena demoliciones de casas palestinas, o emite órdenes de desalojo para que las propiedades queden en manos de colonos, esto sobre todo en Jerusalén oriental.
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Eso también explica por qué los palestinos israelíes se encuentran ausentes de esas enormes movilizaciones, no se sienten convocados porque se saben ciudadanos de segunda, con muchos menos derechos que un judío israelí. De hecho, varias veces, pequeños grupos de israelíes pro palestinos con banderas en contra de la ocupación, fueron echados o marginados de las marchas. Pero sí existe entre los israelíes que se oponen a esta reforma, la idea de que la política reaccionaria de Netanyahu puede agravar la situación en Cisjordania y la relación de Israel con los Estados árabes, además de deteriorar más aún la imagen que Israel tiene en el exterior. Aunque la “democracia” israelí se basa en la opresión del pueblo palestino, en un apartheid en la propia Cisjordania, y en la cárcel a cielo abierto que es la Franja de Gaza, es indudable que un gobierno autoritario, desprovisto del mínimo control y avanzando hacia un Estado cada vez más teocrático, agravaría la situación. De hecho, más de una docena de ex jefes de seguridad afirmaron que esta ley pone en peligro la seguridad de Israel.
La preocupación de las potencias imperialistas
Esto último es el peligro que muchos ven. Biden viene pidiéndole a la coalición gobernante, en particular a Netanyahu que abandone la reforma judicial, y rechaza que se tire abajo la opción de razonabilidad. Los demócratas (y también varios republicanos) se preguntan, con preocupación, hacia dónde está llevando esto el primer ministro israelí: el argumento eternamente esgrimido por los distintos imperialismos, pero sobre todo por Estados Unidos, incluyendo los escenarios de la ONU y del Consejo de Seguridad -donde siempre vota a favor de Israel-, es la necesaria defensa de la “democracia de la región”, contraponiéndolo a estados musulmanes. La realidad es que el socio menor del imperialismo estadounidense, sirvió y aún sirve, antes con guerras y luego con acuerdos establecidos con Estados árabes para mantener el orden en la región, aunque en varias oportunidades se vuelva disfuncional, le pasó a Obama con el propio Netanyahu, pero ahora el mundo cambiante, la reaccionaria guerra en Ucrania con sus múltiples consecuencias, la prioridad de Biden puesta en la competencia estratégica con China, hace que el surgimiento de esta situación israelí comience a ser molesta y preocupan las posibles consecuencias gravosas, que obliguen a desviarse momentáneamente de los objetivos estadounidenses, esto hace profundizar esa disfuncionalidad. Además hay que tener en cuenta la enorme comunidad judía en Estados Unidos, mayoritariamente demócrata, que se movilizó contra a reforma del gobierno israelí.
De hecho se escucharon voces de legisladores demócratas, planteando la reducción de la ayuda militar que Estados Unidos le da a Israel anualmente, unos cuatro mil millones de dólares. Esto más que algo realizable, habla del ruido que genera en la administración Biden.
En las formas, la portavoz de la Casa Blanca, Karine Jean-Pierre, afirmó el lunes, luego de la votación en la kneset que "es lamentable que la votación de hoy haya tenido lugar con la mayoría más estrecha posible".
También Alemania manifestó preocupación. Varios jueces del TS interrumpieron su viaje en ese país volviendo rápidamente a Israel para estudiar y unificar respuestas jurídicas a esta ley de la reforma judicial votada el lunes.
Es pronto para elaborar posibles resultados de esta situación, pero una cosa es segura: no se equivocan los palestinos que afirman que esto solo agravará su situación. De hecho no cesa la persecución a activistas y la represión y asesinatos en varias ciudades cisjordanas. Por eso es necesaria la más amplia movilización tanto en los países árabes como en Europa y Estados Unidos en defensa del pueblo palestino, lo que puede ayudar la unidad en los territorios palestinos con quienes viven en Israel (el 20% de la población israelí), para reeditar las huelgas y movilizaciones generalizadas para enfrentar las políticas del Estado sionista.