Mientras algunos medios informaron que habría huido a Canadá, desde la Secretaría de Gobernación desmienten su salida del país. Duarte llevó a cabo desvíos millonarios de fondos y durante su gobierno se incrementó exponencialmente la violencia contra las mujeres y los periodistas.
Miércoles 19 de octubre de 2016
Dictaron orden de aprehensión contra Javier Duarte desde el fin de semana, pero lo cierto es que las autoridades no lo encuentran.
Un asesor de Duarte confirmó haber fungido como prestanombres del gobernador en licencia. Confesó ante funcionarios de la Procuraduría General de la República (PGR) que los desvíos podrían ascender a los 1,500 millones de pesos.
Según declaró, conformó más de 10 empresas fantasmas en Estados Unidos para comprar e invertir en bienes inmuebles en New York y Miami. Luego Karime Macías, esposa de Duarte, le giraba órdenes para endosar y pasar a terceros las acciones de las empresas que existían sólo en papel, para desaparecer todo rastro de las operaciones.
Con el revés subido por el gobierno de Peña Nieto en las pasadas elecciones, ahora el PRI busca recomponerse de alguna manera. “Sacrificar” a Duarte, punta del iceberg de los escándalos del partido tricolor no es más que una maniobra.
Los desmanes de este gobernador que era parte de la elite de los “jóvenes del PRI” eran de conocimiento público desde hace tiempo. Recién ahora el gobierno hace como que le suelta la mano. Pero lo cierto es que Duarte no está dispuesto a pagar el precio de la crisis de su partido y del gobierno y ha huido.
No sólo es la corrupción, sino la profunda crisis en la que sumió al estado. Es también el responsable político del asesinato del periodista Rubén Espinosa y de los feminicidios de Nadia Vera, Yesenia, Mile y Alejandra. Es uno de los responsables políticos también de la explosión en la planta Clorados III del complejo Pajaritos, en abril de este año. Y el gobierno quiere mantener estos casos en la impunidad.
Duarte es un fiel exponente de la podredumbre de los partidos al servicio de los empresarios, que gobiernan para las trasnacionales y el imperialismo estadounidense.