En el estreno de esta película, Estado Unidos estuvo en alerta, y según algunos medios cercanos a la administración Trump, era porque pondría en riesgo la paz de la nación.
Julio Urquia @discipulodemarx
Viernes 25 de octubre de 2019 15:07
El país en donde el presidente publicó un twitt que decía: “Si Turquía hace algo que en mi grandiosa e inigualable sabiduría considere extralimitado, destruiré su economía” parece que estuvo preocupado por el estreno de esta interesante propuesta. Se trata de Joker, un film de Todd Phillips (¿Que paso ayer?), con el protagónico de Joaquín Phoenix. Por primera vez, aquí, el villano tendrá su historia como eje central sin un superhéroe como contrapeso. Joker ya se llevó el León de Oro en Venecia y seguramente le espera una gran cosecha de premios y el reconocimiento de la crítica.
Pinta tu aldea y pintarás el mundo
Ciudad Gótica está en crisis, los recolectores de basura están en huelga, se aplican aumentos de los servicios públicos y al protagonista Arthur (Joaquín Phoenix) le anuncian que por un recorte de presupuesto se han cerrado todos los programas sociales y ya no podrá concurrir a sus sesiones de terapia, “gente como usted y como yo, no le importan a nadie” le dice su terapeuta. Un contexto reconocible, donde todo lo sólido se disuelve en el aire, donde la resignación y la violencia parecen ser las únicas vías de escape para los desesperanzados. Bertolt Brecht proponía un teatro que a diferencia del teatro clásico, presentara personajes lo suficientemente extraños al espectador para que estos, a través del distanciamiento, pudieran desnaturalizar las condiciones sociales e históricas que los rodean, entiendo que esta propuesta se aplica muy bien al Joker, ya que nos dificulta bastante la identificación o como intentaba Brecht, busca “ponerle trabas al proceso de empatía”. Esas trabas particulares de un personaje cruzado por múltiples problemas, nos alejan de la familiaridad que nos podría impedir interpretar y generar intervenciones políticas.
En busca de la felicidad
Muy lejos del “sueño Americano”, Arthur no parece encontrar el sentido de una vida que al mejor estilo del mito de Sísifo solo parece repetir día a día un proceso frustrante y absurdo. En un momento expresa, “espero que mi muerte tenga más sentido que mi vida” ¿Será que para los que están al margen, la única realización solo es posible muriendo?
Algunas escenas rinden tributo al clásico Taxi Driver, esos homenajes cinéfilos sugieren además un paralelismo en sus protagonistas. Personalmente considero como protagonistas al Joker pero también a Ciudad Gótica, ambos tan importantes como aquel taxista conflictuado en aquella sórdida Nueva York.
Si se puede
Vivimos tiempos donde no solo estamos sometidos al poder económico, sino que además los países son atendidos por sus propios dueños. Los Trump y los Macri han tomado el control y con sus ejércitos de CEOs se erigen como salvadores de un mundo que según ellos afirman, ha perdido todos sus valores. En esta línea aparece Thomas Wayne, el multimillonario que decide postularse como alcalde de la ciudad autoproclamándose como la única salvación, el que califica a los desfavorecidos del sistema como “envidiosos”, a diferencia de los ganadores como él, que pueden ir a un programa de televisión y declarar “hemos hecho algo en la vida y podemos darnos el lujo de mirar como payasos a los que no”. El esfuerzo según esta idea siempre desemboca en el éxito, quien no lo logra no ha hecho los meritos suficientes. De esta forma la pobreza no solo sería natural sino también producto de la falta de voluntad. Pero, ¿hasta qué punto es posible sostener estos discursos sin producir una reacción?
Así es la vida
Se puede interpretar a Joker como la manifestación de un mundo decadente, donde los perdedores son abandonados a su suerte e incluso en su miseria económica y social son ignorados. En ese ambiente parece que los ciudadanos de Ciudad Gótica no tienen opciones, en este universo ya no hay grandes ideas que apuntalen un proyecto, ni siquiera queda la promesa de la comunidad y todo sugiere que al individuo en su inmensa frustración solo le queda el camino de la explosión, parecido a la lucha de clases pero más próximo a la masa indignada. No es posible hacer una reivindicación de un villano que está muy cercano a la filosofía de Hobbes y su postulado del hombre como lobo del hombre, pero la vida de Arthur nos permite un acercamiento para interpretar la barbarie de un sistema en descomposición permanente. La película carece de una propuesta política aunque se puede advertir que el inquilino de la Casa Blanca fue una inspiración para esta historia. Un film que me acerca una mirada y un grito desesperado, una desesperación que puede generar un estallido pero no una revolución. Hollywood muchas veces me deja la sensación de que puede reflejar brillantemente, de forma estética y hasta critica las consecuencias del sistema capitalista. Pero ya sea en propuestas distópicas o realistas, siempre parece caer en el pesimismo de la razón pero jamás aspirar al optimismo de la voluntad.
Como toda obra que nos interpela en el aquí y ahora, pienso que en ese camino que se queda a la mitad, los actores sociales y políticos deben tomar la historia en sus propias manos, con una dirección con ideas claras, ya que para dar vuelta todo no podemos seguir a los payasos.