Entrevistamos a Jordi Magrinyà, militante de la CUP, de Endavant OSAN. Nos habla del otoño catalán actual comparado con el 1-O del 2017, la nueva generación y el cuestionamiento a los partidos de ERC y JxCat, su crítica a la lógica del “mal menor” de los partidos neorreformistas y su responsabilidad frente a la emergencia de la extrema derecha.
Miércoles 6 de noviembre de 2019
¿Cuál es tu visión de la situación en Catalunya desde el referéndum del 1O hasta hoy. Y cómo ves comparativamente el proceso en 2017 con el otoño catalán del 2019?
En 2017 se produjo un choque muy grande. Poca gente esperaba que el 1-O fuera como fue, salido publicado en algunos libros que explican que durante la misma jornada ya hubo gente de las esferas de poder que decían que aquello se debía parar porque estaba tomando unos matices, podríamos decir unos tintes revolucionarios, que no iba de acuerdo con lo que ellos habían pensado. Como en todo choque luego hay un estado de expectativa, de asimilar qué ha pasado, cómo es que nos han pasado tan por encima, la declaración de independencia que luego se suspende y todo un conjunto de situaciones, los encarcelamientos, los exilios. La gente necesita asimilar todos eso.
En este contexto puede ser que estos dos años hayan servido para asentar todo lo que pasó en octubre del 2017, realmente fue histórica aquella jornada. Entonces estos dos años puede que hayan servido para asimilar los conocimientos que se habían tenido de manera consciente, ha han sido una escuela de lucha. Semanas antes del 1O se crean los CDR, gente que quizás nunca se había organizado políticamente, por primera vez se organizan hacia un objetivo, lo consiguen, ven lo que es la victoria, la prueban, experimentan lo que es ganar una batalla al Estado español e incluso a las instituciones catalanas, ven el poder que tiene la organización política de base.
Lo que pasa es que la debacle es muy grande y la gente necesita un proceso de asimilación. En 2019 se genera un contexto de expectativa por la salida de las sentencias. Comienzan las manifestaciones, muy dirigidas y controladas. La gente sale a la calle con la sensación de que se estaba aplicando un nivel de injusticia muy elevado sobre las personas que están presas y claro… Llegamos a 2019 con la lección aprendida. A esto se añade el factor de que los procesos históricos de empoderamiento, desempoderamiento, cooptación de la institución y pérdida de la memoria, son procesos a menudo muy dilatados, periodos de décadas, donde la gente ya no recuerda lo que había pasado hacía 10 años. Pero aquí han pasado dos años y el factor de la desmemoria no se ha podido producir, la gente tiene la memoria muy fresca, saben perfectamente los beneficios de la movilización popular, la organización, ponerse a trabajar por un objetivo que funciona si se hace de forma masiva y con unos objetivos muy concretos.
¿En qué condiciones se llega al 2019 frente a la sentencia?
Llegamos a 2019 y lo que tenía que ser una respuesta a las sentencias que parecía que también iba a ser muy controlada, se desborda el primer día, el día del aeropuerto. Había mucha gente que durante dos años se había ido cargando de energía revolucionaria, y, el día del aeropuerto, aquello toma una forma que nadie había imaginado. Todo el mundo empieza a preguntarse qué ha pasado, los tertulianos… Y ahí empieza la escalada hasta la “batalla de Urquinaona” que fue un hecho también histórico en Barcelona, con estas proporciones, no había pasado.
No lo puedes comparar con el cine Princesa, no lo puedes comparar con Can Vies, no lo puedes comparar con las manifestaciones antiglobalización, o con la huelga general, no hay precedentes y claro al 1-O histórico se le suma la batalla de Urquinaona histórica, pues yo creo que lo que hay es un aprendizaje de lucha y una comprensión de que nosotros no estamos solos, que las herramientas de lucha son muchas y que cuando un pueblo está bajo la injusticia, hay herramientas que son legítimas. La gente más joven, más cargada de energía como siempre, es la que toma la iniciativa. Y de repente lo que pasa en Urquinaona y los días anteriores comienza a espacio en la prensa de todo el mundo, el Times, Le Figaró… Pasa un poco lo que nos pasa a nosotros, cuando miras Brasil, El Cairo, Chile… Después de las fotos de las barricadas comienzan a salir los artículos en profundidad: ¿qué ha pasado aquí? ¿cómo hemos llegado hasta aquí?
El efecto que provoca toda esta segunda ola de movilizaciones es muy grande e incluso desborda la lógica de este muro de contención que habían creado a base de consignas como, “Nosotros nos movilizaremos pacíficamente, no dejaremos un papel en el suelo, haremos unas manifestaciones masivas y después nos iremos a casa”. Pasa lo del aeropuerto y los medios comienzan a criticar a la juventud, el martes continúan criticando y claro, se vuelve a liar parda en la calle. Pero claro… el miércoles, cuando ya hay detenciones a chavales independentistas y la mayoría de la opinión pública va cambiando, las mismas voces que los criticaban empiezan a cambiar el discurso y empiezan a hablar de “proteger a nuestros jóvenes” o “eso no es violencia, es autodefensa”. O sea que realmente también se ha producido un cambio de la hegemonía mental, que ha hecho que mucha gente haya abandonado aquellas posiciones que servían para contener la energía revolucionaria muchas veces.
Entre el 1-O de 2017 y el 2019 ¿se puede decir también que hay un cambio respecto al surgimiento de una nueva generación que hace una experiencia política con esta dirección del ‘processisme’? ¿que no quiere la vuelta a los partidos del processisme?
Se podría decir que a partir del 1-O poco a poco se fue forjando un objetivo en común muy grande que era tumbemos el régimen del 78. Y en el 2019 a la lógica de impugnar el régimen, se suma impugnemos a los líderes del procesisme. Pues este momento de conciencia como bien dices tú, es un poco en lo que estamos ahora, transitando en los equilibrios de lo que podría incluso ser un chantaje emocional, de la gente que está presa. Lo que pasa es que incluso esta barrera se ha roto, porque es verdad que los líderes del proceso que no llevaron a cabo la independencia y que tanto engañaron, están presos. Pero ahora también hay siete personas presas por formar parte de un CDR y veintipico más por manifestarse que han sido torturadas en comisaría, apalizadas e incluso vejadas sexualmente, como ya se ha denunciado. Estas personas que están presas que son de la población civil digamos, ya no lanzan mensajes de “parar”, “hablemos”, sino que el mensaje que ahora lanzan estas personas que están presas por luchar es: “apretar”, “seguir”, “no paréis” y aquí se genera una tensión entre discursos.
La Paula por ejemplo que es una persona que entró presa, lanzó un mensaje brutal, tras salir de Wad-Ras, cuando dijo “He estado en prisión, con cientos de mujeres y el 90% son presas políticas, son inmigrantes, son pobres y están encerradas por serlo”. Este punto de conciencia lanzado desde una persona que ha sufrido represión igual que la han sufrido los líderes independentistas, ya genera una tensión que antes no existía. Estos presos que han dado la cara, que han puesto los cuerpos delante de las fuerzas de ocupación, están diciendo otra cosa. Las dos partes lo hacen ya desde una situación extrema como es la privación de libertad.
Son jóvenes que están luchando por la libertad de los presos del 1-O y vuelven a tener presos tras la represión y dirigida por los mismos dirigentes que están defendiendo, es un problema para el Govern catalán, pero también para Gobierno central…
Sí, salen a protestar contra la sentencia de unos presos que, para muchos de los manifestantes, son sus enemigos de clase. Y deciden salir con unos sentimientos de solidaridad a defender a esta peña que nos puteaba cuando controlaban la economía, la sanidad, la educación. Es un mapa complicado de dibujar y de entender.
Y también es una crisis para el Régimen y el gobierno central, si surge otra generación con una perspectiva de independencia y de República opuesta a la de Puigdemont o la de ERC.
Claro, y aquí vamos a las posiciones de las izquierdas independentistas históricas y es que no hay independencia sin revolución social. Que la independencia es socialismo, es feminismo, es antirracismo, es un sinónimo de soberanía y la soberanía no pasa porque tu Estado esté dirigido desde alguna comisión de la Unión Europea, desde el Congreso, pero que tampoco esté dirigida desde Aguas de Barcelona o desde la multinacional de turno. Que realmente el control de la economía, que es la nacionalización de los servicios básicos, ponerla al servicio del derecho a la vivienda… todas estas cosas son la que conforman un espacio por el cual vale la pena luchar, para la clase trabajadora, que es un espacio de consecución de derechos y ampliar la posibilidad de vida de las personas.
Respecto al debate electoral hacia el 10N, ¿cuál es tu reflexión sobre la lógica del “mal menor” frente al crecimiento de la extrema derecha. Y ¿cuál es tu visión sobre las experiencias de los neorreformismos, como Podemos o Barcelona en Comú?
El contexto actual a nivel municipal o la manera en la que se han ubicado Los Comunes, cuando la CUP Barcelona estuvimos en el Ayuntamiento, no tardamos mucho en ver una lógica totalmente electoralista, sin un proyecto de transformación sólido que vaya más allá de las palabras. El problema que yo creo que tiene ahora mismo Barcelona En Comú es de credibilidad, que si quizás no es muy agudizado, pero está en un punto de ruptura muy blando porque ya son 5 años de gobierno municipal y el balance de una fuerza que venía a “cambiarlo todo” es muy paupérrimo. Entonces este espacio es donde se pueden agarrar las formaciones de izquierda que no sirven para mucho más, como mínimo serviremos para parar a la derecha.
Ayer veíamos como Catalunya en Común hacía una comunicación que decían que ellos iban a hacer un escrache al rey, pero resulta que la CUP en 2016, 2017 y 2018 presentó proposiciones al Ayuntamiento para que declararan non grata a la familia real y BnC votó en contra. Pero hacen unas políticas muy erráticas, por ejemplo el problema de la vivienda entre 2015 y 2019 ha ido a peor. No ha habido un punto de luz donde digas que esta ciudad está cambiando y además de que en 2019, esta gente ya no tiene escrúpulos para formar gobierno con PSC y con Albert Batlle en Seguridad, que es viene de Convergencia i Unió, es decir de la derecha más rancia, homófoba y racista.
Dicen “Hay que parar a VOX porque son unos racistas”: Pero yo he perdido la cuenta de toda la gente que ha entrado al CIE por culpa de las intervenciones de la guardia urbana al final de las Ramblas contra los manteros, han sido decenas de personas y algunas todavía están dentro del CIE, ¿qué me van a explicar de VOX y de los centros de internamiento, si ellos los estás alimentando con sus políticas municipales?
Y en el debate electoral, Pablo Iglesias decía que era parte del mismo partido que gobierna en Barcelona… ¿cómo ves esta lógica de que, para frenar a la derecha, hay que votar a este neorreformismo? que como dices ya demostró en Barcelona que sigue gestionando los negocios capitalistas, y llaman a votar a los mismos partidos de la casta, con el PSOE.
Yo veo la lógica del bucle y es la lógica que nos enseña la historia, lo que nos está pasando a nosotros le ha pasado a otras generaciones. Creo que la vía mas rápida para dar el gobierno a la extrema derecha, es la falla de la izquierda y sus programas políticos. La extrema derecha tiene más recorrido cuando se demuestra que la izquierda es inútil e incapaz de tener propuestas que no acaben intentando arrimarse al sol que más calienta, a los poderosos a la butaca y los 3000 euros al mes o más. Y la derecha va avanzando y hace una impugnación “sincera”, interesada pero que es verdad, “vosotros no valéis para nada, quítate tú que me pongo yo”, y aparecen los monstruos y las barbaridades históricas y entonces la revolución vuelve a aparecer, es la lógica del bucle. El trabajo que hace Iglesias es muy pernicioso para la clase trabajadora como la faena que hace Ada Colau.
Cynthia Lub
Doctora en Historia en la Universidad de Barcelona (UB), especializada en clase trabajadora durante el franquismo y la Transición, también en estudios sobre género y clase, feminización del trabajo y precariedad. Docente de educación secundaria pública.