Al salir de su trabajo en un comercio en uno de los dos shoppings más importantes de Rosario ubicado en la zona norte de Rosario, Jesús Acosta vivió una pesadilla: fue atropellado por un patrullero, detenido sin causa y extorsionado. Un nuevo caso de impunidad policial.
Martes 30 de diciembre de 2014
Al salir de su trabajo el día 14 de diciembre a las 23 horas, Jesús, de 25 años, como todos los días, tomó su moto y enfiló hacia su casa en Sorrento y Casiano Casas, en la populosa zona norte de la ciudad. Al recorrer el camino, vio que un patrullero lo seguía. Finalmente, el patrullero arremetió contra su ciclomotor, lo tiró y lo llevó por delante. Lejos de tratarse de un accidente, los dos oficiales que viajaban en el vehículo del comando radioeléctrico le apuntaron con un arma y lo maltrataron. Al correr Acosta el arma que le apuntaba, en una actitud refleja y defensiva, fue detenido acusándolo de “desacato”. Insólito.
Pero este no fue el final de esta situación de violencia y abuso policial.
Jesús Acosta fue detenido en la Comisaría Décima. Allí pasó la noche y se fue a la mañana del lunes 15 de diciembre. Pero para agregar ribetes surrealistas, Acosta denunció que al ingresar detenido pudo ver a un preso que barría y ordenaba la comisaría. Esa misma persona, al día siguiente se hizo pasar por jefe policial y le pidió una suma de dinero (una coima) para entregar su moto, evitando, supuestamente, que no vaya a parar al corralón. Todo esto, naturalmente, con plena participación de las autoridades de la seccional. Para culminar este sainete de impunidad policial, Acosta fue chantajeado: le dijeron que no le convenía realizar una denuncia porque tenía una causa penal abierta, que usarían en su contra.
El joven trabajador, de todos modos, denunció esta serie de brutalidades de la que fue víctima en la División de Asuntos Internos, quien tomó participación en el caso. Sin embargo, lejos de ser una excepción es un botón, uno solo, de muestra de la impunidad alcanzada por una policía que del gran negocio del narcotráfico o la trata de personas, al pequeño pillaje callejero, controla todo el crimen organizado en la ciudad. El asesinato de Franco Casco en la Comisaría Séptima fue el punto más brutal y siniestro de esa verdadera asociación ilícita llamada Policía Santafesina.