Cientos de refugiados y jóvenes marcharon este sábado en Berlín expresando su oposición a la dictadura militar de Sudan, el acuerdo entre la UE y Turquía y el gobierno federal alemán.
Martes 12 de julio de 2016
Foto: Klasse gegen Klasse
“¡Abajo la dictadura militar de Omar al-Baschir!”. Este grito resonó este sábado en la turística avenida Kurfürstendamm, en el centro occidental de Berlín, donde se ubica la embajada del Sudan. En las veredas, montones de turistas pararon su día de compra en tiendas para filmar la manifestación con sus celulares. Medio millar de personas, refugiados del Sudan y activistas solidarios, marcharon atrás de un lienzo con la demanda “¡Alto a las deportaciones!”.
Protestaron contra la declaración de Khartoum, tras la cual el gobierno alemán y la Unión Europea negocian con dictaduras en África para facilitar las deportaciones en esos países. “Lo verdaderamente indignante es que no solo deportan a Sudan, sino también a gente de Eritrea o Somalia”, explica Mahadi en conversación con Klasse Gegen Klasse. Según la ley alemana actualmente no es posible deportar a refugiados de Eritrea o Somalia. Pero la embajada sudanesa recibe dinero de la república federal para declarar estas personas como sudaneses. “Este dinero va directamente hacia Baschir y al ejército, pero no a la educación”, cuenta Mahadi.
Por eso los refugiados se dirigen con una demanda clara hacia el gobierno alemán: “Ningún apoyo a la dictadura sudanesa”. Baschir llegó al poder en el año 1989 a través de un golpe de estado. Es responsable de la masacre de miles de sudaneses y existe una investigación contra él en la Corte Penal Internacional (ICC) por el genocidio en Dafur. Muchos refugiados exigen su extradición al ICC. Aun así, la mayoría de los sudaneses no reciben asilo en Alemania. Por el contrario, la UE fortalece sus relaciones con la dictadura de al-Baschir. Aunque existe un embargo internacional en cuanto al envío de armas y de fondos para el desarrollo a Sudan, la UE está apoyando a la policía fronteriza, construye prisiones de deportación y un banco de datos biométrico para la vigilancia. Por ello, la manifestación se pronunció contra el armamento del Sudan por parte de la UE y el aumento de las deportaciones.
La manifestación pasó también por la embajada turca, donde los manifestantes repudiaron el acuerdo reaccionario entre la UE y Turquía que impide la entrada a Europa de cientos de miles de refugiados. A su vez denunciaron el terrorismo de estado del gobierno turco contra la población kurda.
La marcha recorrió siete kilómetros, desde la céntrica Plaza de Potsdam -por el barrio de las embajadas- hacia la avenida turística Kurfürstendamm. En el total de las tres horas, se mantuvo un ambiente combativo. No pasaba ni un segundo sin gritos: en alemán, inglés o árabe.
Más de 100 refugiados llegaron mayormente de Hannover, donde activistas sudaneses ocuparon una plaza central por más de dos años para reclamar el derecho al asilo íntegro y derechos democráticos y sociales. El 27 de abril su acampe fue desalojado por la policía. En la manifestación fueron acompañados por más de 400 activistas jóvenes de la alianza nacional “Juventud contra el Racismo” (Jugend gegen Rassismus - JgR).
“La combatividad de los refugiados fue realmente impresionante”, dijo Zora, una estudiante secundaria de Berlín. “Hacen falta más manifestaciones antirracistas organizadas por jóvenes y refugiados en conjunto como esta. Muchas veces estas manifestaciones no logran atraer a personas de color”, enfatizó Simón.
“Hay que seguir movilizándose contra la fortaleza europea”, remarcó Yonas. “Para mí fue muy bueno que no hicimos solo una cadena humana sin fuerza, como las que organiza la socialdemocracia, sino que fue una marcha combativa con consignas claras.”
Los refugiados mostraron estar dispuestos a seguir luchando contra las deportaciones. El 30 de septiembre tendrá lugar otra huelga estudiantil nacional contra el racismo en Alemania, tanto del gobierno federal como de la extrema derecha.
* Artículo publicado en Klasse gegen Klasse.
Wladek Flakin
Periodista freelance e historiador. Vive en Berlín y es redactor del portal Klasse gegen Klasse.