Alfredo Olivera y las hermanas Matta declararon aportando elementos sobre la desaparición del conscripto y el rol del ex jefe de Ejército durante la última dictadura.
Maximiliano Olivera @maxiolivera77
Viernes 18 de octubre de 2019 19:40
Ramón Alfredo Olivera ingresó a la sala del Tribunal Oral en lo Criminal Federal de Tucumán con la fotocopia de un expediente. Allí consta una denuncia de 1979 por apremios ilegales, entre los acusados figura César Milani. 40 años después de esa denuncia, quien llegó a ser jefe del Ejército se encuentra en el banquillo de los acusados junto a Esteban Sanguinetti por la desaparición del conscripto Alberto Ledo en 1976.
La relación de Olivera con la familia de Alberto Ledo comenzó en la construcción de la parroquia Espíritu Santo, animada por el cura Antonio Gil, perteneciente a la pastoral de Enrique Angelelli en La Rioja. Olivera recordó que Marcela Brizuela, madre de Ledo, era una de las vecinas más comprometidas en la construcción del templo. Allí recuerda que vio a su vecino cantar.
Olivera tuvo una militancia estudiantil y después de un tiempo avanzó a la militancia política, como simpatizante del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT). El 14 de marzo de 1977 fue llevado al Instituto de Rehabilitación Social (IRS), el pomposo nombre del penal provincial. Dos días antes, en la madrugada, un grupo de tareas irrumpió en su hogar y se llevó a su padre, Pedro, para una “averiguación de antecedentes”.
‘Fredy’ afirma que en primer lugar lo buscaban a èl, no a su padre. En el IRS estuvo, calcula, entre 10 y 11 días. Cuando lo llevaban al juzgado federal, reconoció en su traslado un rostro que se repetía. Milani. “Yo lo conocía porque él había realizado el allanamiento en mi casa, donde se llevan a mi padre”, afirmó. El testimonio de Olivera fue interrumpido varias veces por el abogado de Milani, Adolfo Bertini, quien remarcaba el escandaloso fallo en La Rioja que absolvió al ex jefe del Ejército.
Olivera detalló que en los interrogatorios, con golpes y torturas, le preguntaba invariablemente sobre César Minué (amigo de Ledo, desaparecido), Miguel Ángel “Barba” Godoy, Plutarco Schaller, las hermanas Matta, y por las actividades de la pastoral. Aunque señala que “no quedó campo donde no haya hecho mella” la represión, destaca la represión sobre la diócesis de Angelelli. “Tenían un mapa con las parroquias marcadas, con el nombre de curas y monjas”, afirma sobre Inteligencia del Ejército, a quienes también vincula con el diario El Sol, que publicaba listados de “marxistas”.
“Milani pertenece a la Inteligencia”, “Milani es tratado como oficial de Inteligencia”. Las afirmaciones de Olivera se producen cuando relata su denuncia de 1979 y el trato que recibía el por entonces teniente. En ese momento el juez Roberto Catalán —juez federal nombrado por Jorge R. Videla, absuelto recientemente— se declaró incompetente y la denuncia recayó en la justicia militar. Entonces el coronel Hugo Peralta tomó declaraciones a los presos y a los acusados, entre ellos Milani. Durante el último juicio en que fue absuelto, Milani afirmó que no respondió las preguntas del juez militar “porque en La Rioja no había pasado nada”.
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El primer recuerdo de Alberto Ledo que tiene Verónica Matta es su cumpleaños de 15, cuando un grupo de amigos que compartían se quedaron tocando la guitarra cantando hasta tarde. Unos años más chica, Matta y Ledo intercalaban la militancia estudiantil y las afinidades políticas con el tiempo con los amigos. “Era la època”, explica, “la política era una forma de vínculo”.
No recuerda si la noticia de que Ledo debía cumplir con el servicio militar obligatorio se la dio él o un tercero. Si recuerda que era a fines de 1975 y que compartían un sentimiento de angustia ante la atmósfera enrarecida y las “cosas pesadas” que pasaban. Instintivamente dejaron de juntarse.
El 16 de julio de 1976, un grupo de hombres negro, acompañados por un joven militar, irrumpieron en su domicilio. Para Verónica Matta, que tenía 17 años y estaba en el último año de la secundaria, la escena en la sala de su casa es un recuerdo vívido. “Vi rostros, luego aparecieron los nombres”, dice. Ese joven que hablaba con su padre en el allanamiento no era otro que Milani. Supo su nombre cuando vio su ascenso como comandante en jefe del Ejército, bajo el gobierno de Néstor Kirchner. Hasta ese entonces “no tenía fotos ni nombres” con los cuales contrastar sus recuerdos.
Matta cuenta que “estando en el IRS el comentario era que Alberto había aparecido ahí, que lo había llevado como soldado a una misa”. Por su parte, María Cecilia Matta, quién declaró por teleconferencia, comentó que la última vez que lo vio a Ledo, él le dijo que lo trasladaban para Tucumán.
—Es peligroso.
—Si, pero bueno… qué querés que haga.
Para fines de 1976, el comentario en el IRS era que a Ledo “lo chuparon, lo desaparecieron, era el término que comenzábamos a usar”, relata Verónica. Sobre el final de su testimonio, describió el paso de La Rioja sacudida por la ebullición política a una provincia donde todo iba oscureciendo. “Teníamos temor, todos nos cuidabamos. No nos imaginábamos lo que venía”, dice. “Alberto estaba en una lista negra”, denunció.