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Red Internacional
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Lesa humanidad. Juicio por las Brigadas: "Querían una sociedad más justa"

Continúan los testimonios en el juicio unificado por los crímenes cometidos en las brigadas de Quilmes, Banfield y Lanús. Las historias de Melania Benitez y Ricardo López Martin, hermanos de detenidos desaparecidos y el devenir familiar. Valeria Gutiérrez Acuña y la restitución de su identidad.

Valeria Jasper

Valeria Jasper @ValeriaMachluk

Lunes 21 de junio de 2021 22:11

En la trigésima audiencia del juicio que lleva adelante el TOF 1 de La Plata contra 18 genocidas por los crímenes cometidos en las brigadas de Banfield, Quilmes y Lanús, brindaron sus testimonios familiares de Santiago Servin Benitez, Ángela López Martín y la hija restituida de Liliana Acuña y Oscar Gutiérrez.

Santiago Servin Benitez: periodista y escritor

Santiago era periodista y dirigía La Voz de Solano, diario de la localidad de San Francisco Solano, partido de Quilmes. A su vez era promotor de vinos. Según contó su hermana, “era una persona muy activa, le gustaba jugar al ajedrez”.

En la madrugada del 7 de septiembre de 1976, Santiago, de 50 años, fue secuestrado de su domicilio junto a un sobrino que se encontraba con él. Según el relato de su hermana Melania, Santiago ya sabía de la caída de algunos compañeros por lo que había decidido no dormir más en su casa. El día de su secuestro había llevado el sueldo recién cobrado para dárselo a su esposa.

Luego de revolver la casa, llevarse ropa, dinero y escritos de Servín Benitez, los esposaron y los metieron en un auto. “Fue la última vez que lo vimos”, mencionó Melania.

Al día siguiente cuando la familia se enteró, comenzó la búsqueda de Santiago, que continúa 45 años después. Recorrieron varias comisarías del Conurbano bonaerense, incluido el regimiento de City Bell: “Iba con mi bebé chiquito y una vecina a todas partes”. A las pocas semanas del secuestro, el sobrino fue liberado en la zona de Parque Pereyra Iraola y gracias a la solidaridad de un chofer de colectivo pudo llegar a su domicilio.

Melania, quien participó activamente de distintas movilizaciones, exigiendo “aparición con vida”. A través de testimonios de sobrevivientes, en especial el de Gustavo Calotti, supo que su hermano estuvo secuestrado en el pozo de Quilmes junto a algunos chicos de la Noche de Los Lápices, hasta mediados del mes de octubre.

Posteriormente apareció en un listado de detenidos desparecidos paraguayos que habrían sido trasladados a Paraguay a través del plan Cóndor. Melania refirió que, de ese listado de aproximadamente 50 personas, solo sobrevivieron siete.

Con mucha emoción tomó las palabras de Calotti para recordar a su hermano:
“Era un hombre bueno. Y no creo que yo lo idealicé con el tiempo, Simplemente era así, solidario, de no perder la calma, de alentar a los que estábamos a su lado. Tal vez haya sido el último en verlo con vida. Conmigo queda esa imagen que traté de dar de él. Él tenía 50 años, nosotros lo llamábamos el viejo, abuelo. Lo recuerdo con cariño, mucho cariño”.

Hacia el final de su declaración dejó de manifiesto, con algún atisbo de resignación y tristeza, su deseo de saber qué pasó con su hermano. “Ellos tiene qué saber dónde están. Se están muriendo y no dicen nada. Ya estamos todos grandes, no quisiera irme de este mundo sin saber qué hicieron con él”.

Ángela López Martin: docente de Geografía

Ángela tenía 30 años cuando fue secuestrada el 25 de septiembre de 1976. Ella se desempeñaba como profesora de Geografía en el colegio Nacional de La Plata, la escuela Agraria de Bavio y la facultad de Arquitectura. También dio clases en una escuela secundaria en Misiones.

Según lo declarado por su hermano Ricardo, un grupo de alrededor de 15 personas de civil, pertenecientes al Ejército, se acercaron al domicilio familiar buscándola. Aquí también relató el robo de pertenencias personales de Ángela y de la familia. La buscaron por su “nombre de guerra” (como mencionaban los apodos de los y las militantes). Vendada y atada sus manos se la llevaron. Ante el pedido de Ángela por recurrir a un familiar militar, uno de los integrantes de la patota grita “A vos no te salva ni Videla”, recordó su hermano.

Por lo que pudieron reconstruir a lo largo de los años, Ángela pasó por la división Cuatrerismo de Arana, los pozos de Quilmes y Banfield. Así los testimoniaron en este juicio Nora Ungaro, Walter Docters y Pablo Díaz. La familia recurrió a todos los lugares posibles. Pidieron intervención a la embajada de España, ya que ella había nacido allí. En 1997 Ricardo declaró en España ante el juez Garzón.

Visiblemente emocionado y con una salud frágil, Ricardo afirmó que luego de la desaparición de Ángela “la casa quedó desarmada”, al poco tiempo su madre enfermó y murió, quedando solo con su padre.

Valeria Gutiérrez Acuña: apropiación y restitución de la identidad

En último lugar declaró Valeria Gutiérrez Acuña, hija de Isabel Acuña y Oscar Rómulo Gutiérrez, ambos detenidos desaparecidos. Isabel era estudiante de Agronomía, tenía 24 años y estaba embarazada de cinco meses de Valeria cuando fue secuestrada junto a su marido. Oscar era sociólogo y estudiante de Economía. El mismo día sus tíos Eva Gutiérrez y Hugo Saenz fueron detenidos.

En la madrugada del 26 de agosto entraron violentamente al domicilio de su madre y su padre personas de civil con armas largas que se manejaban en cinco autos y les secuestraron llevándoles primero a un lugar no identificado u luego a la comisaría cuarta de San Isidro. Allí fueron torturados junto con otros detenidos y no eran alimentados. Supo que a fines de noviembre a su madre la trasladaron sin saber a dónde.

A sus 33 años Valeria supo que no era hija biológica de quienes la habían criado, porque una prima se lo dijo y la apropiadora se lo confirmó, así como tampoco lo era su hermano mayor. En 1975 el apropiador de apellido Fernández, miembro de la policía de la provincia de Buenos Aires que cumplía tareas en el Pozo de Banfield, tenía un conocido en la misma fuerza de apellido Benítez quien le dijo que en su casa tenía una empleada doméstica que quería dar en adopción a su hijo, elles lo aceptaron y lo inscribieron como hijo propio.

El 30 de diciembre de 1976 miembros de la Policía de la provincia de Buenos Aires conocidos del apropiador de Valeria llamaron por teléfono a su casa para ofrecerles un bebé que habían encontrado en una ruta abandonado. Ellos acceden. Ese bebé era Valeria. “Le dijeron que era una beba recién nacida, con el cortón recién cortado, en malas condiciones, envuelta en un trapo sucio, como si hubiera sido realmente abandonada”. Valeria supo que su mamá estuvo secuestrada en el Pozo de Banfield.

Hizo terapia sabiendo que tenía muchas posibilidades de ser hija de desaparecidos. Se acercó a la sede de Abuelas de Plaza de Mayo, recuperó su identidad en el 2014 y conoció su historia. De su hermano no se sabe nada, el análisis con las familias de desaparecidos que dieron muestras en el Banco Nacional de Datos Genéticos dio negativo.

Expresó que encontró a sus tíos y sus primos y que le resultó muy doloroso no encontrarse con su abuela, una de las fundadoras de Abuelas de Plaza de Mayo, quien la buscó incasablemente y ya había fallecido cuando recuperó su identidad. “Encontré una familia que me contiene día a día en esto que es tan doloroso, es difícil llevarlo”.

Valeria conoció el domicilio de donde secuestraron a su mamá y su papá. Recuperó cartas de ellos por las que supo cómo la deseaban y las ilusiones y proyectos que tenían. Por lo que pudo reconstruir, su padre y su madre fueron muy sensibles y se preocupaban mucho por les demás. Tenían muchos proyectos de futuro y de familia. Elles hacían trabajo barrial, ella daba clases particulares en los barrios, él eligió la formación para apostar a un cambio.

Sus últimas palabras fueron: “Es una historia muy triste, que alguien elija por vos, no haberme podido encontrar con mis abuelos que me podrían haber criado y no haber conocido a mi mamá y mi papá. Me duele mucho cuando niegan a los desaparecidos porque es algo que nos pasó a muchas familias. Me gustaría que se puede hacer una ley que sea de no negar lo que pasó como en Alemania. Fueron personas que tenían sentimientos, proyectos, ganas de tener una sociedad más justa".

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