Eduardo Lorenzo, acusado de abuso sexual sobre un menor y otros malos tratos, iba a desembarcar en el Colegio del Carmen. Acting mediante, el Arzobispado reculó en chancletas presionado por una catarata de cuestionamientos.
Daniel Satur @saturnetroc
Domingo 3 de febrero de 2019 00:00
Después de tres semanas de espera, el Arzobispado de La Plata respondió este viernes a la inquietud expresada por un grupo de madres y padres de estudiantes del colegio Nuestra Señora del Carmen de Tolosa. Finalmente el cura Eduardo Lorenzo no será trasladado desde la parroquia de Gonnet y no tomará contacto con niñas y niños del establecimiento educativo.
En su reclamo las familias del colegio Del Carmen no se sintieron solas. Eso quedó demostrado en el hecho de que la nota que presentaron ante las oficinas del arzobispo Víctor “Tucho” Fernández estaba acompañada por una adhesión masiva. “En pocos días conseguimos alrededor de dos mil firmas, juntadas entre la comunidad educativa del colegio, en el barrio y en otros puntos de La Plata”, cuenta con satisfacción Agustina Feregotto.
Ella es una de las madres que comenzaron a juntarse a principios de enero, enteradas de los cambios de curas que se estaban produciendo en la institución ubicada frente a la plaza de 115 entre 530 y 531. Y también fue de las que más pusieron la cara a la hora de expresar en los medios la preocupación de la comunidad educativa.
“El 8 de enero me llegó un mensaje de la mamá de una compañerita de mi hija, avisando que iba a haber un cambio con los párrocos”, cuenta Agustina. Producto de esos cambios, el Arzobispado había nombrado como titular de la parroquia al cura Eduardo Lorenzo, “de quien conocimos parte de su historia a través de un artículo de La Izquierda Diario que informaba sobre la denuncia que pesaba sobre él por abusos sexuales”.
En el libro El último cruzado. Moseñor Aguer, intimidades e intrigas de la Iglesia Argentina (Planeta, 2018), los periodistas Pablo Morosi y Andrés Lavaselli ubican a Alfonso Eduardo Francisco Lorenzo como uno de los “clérigos extravagantes” de la diócesis platense. Afirman que, en calidad de capellán general del Servicio Penitenciario Bonaerense, “asiste espiritualmente a sus colegas detenidos Julio César Grassi y Christian Von Wernich”. Y recuerdan que, “según confió en una oportunidad al diario El Día, disfruta de ‘andar a caballo en el campo de su hermano y nadar con los defines en Punta Cana’”.
En el libro también se dice que Agure y Lorenzo fueron determinante para conseguir que se archivara una causa judicial a principios de la década pasada en la que un capellán de la cárcel de Olmos había sido acusado de conseguirle permisos a un preso a cambio de “favores sexuales”. Moviendo “resortes judiciales y mediáticos para evitar que trascendiera” el caso, lograron que el cura acusado siguiera “su actividad normalmente”.
Ese conocido modus operandi (negar a las víctimas, encubrir a los victimarios y lograr que los casos no trasciendan), la Curia lo utilizaría con el mismo Lorenzo en 2008, cuando fue denunciado por abusar sexualmente de un niño albergado en el hogar Los Leoncitos de Gonnet y al que el cura usaba como “ayudante” en sus misas.
Sana reacción
Inmediatamente las madres preocupadas decidieron actuar. Primero enviaron varios correos electrónicos al Arzobispado de La Plata, expresando la inquietud colectiva y pidiendo una reunión. Pero nunca recibieron una respuesta de parte de la máxima autoridad eclesiástica local.
Paralelamente crearon un grupo de WhatsApp para poder contactar a varios padres y madres más del colegio. “Se empezó a armar un grupo grande, entre todos íbamos comentando lo que pasaba, y se creó un grupo en Facebook donde se iban dando las novedades y se intercambiaba sobre cuál iba a ser el accionar”, relata a este diario la mujer de profesión abogada.
Buscando una orientación para saber cómo proceder, tomaron contacto con la Red de Sobrevivientes de Abuso Sexual Eclesiástico de Argentina. Gracias a la ayudad de Carlos Lombardi, abogado de la Red, conocieron el derrotero de la denuncia de hace una década contra Lorenzo.
A pocos meses de haber sido denunciado penalmente, el Poder Judicial archivó la causa y dictó la “falta de mérito” para el cura. Es decir que no lo absolvió pero tampoco lo declaró penalmente culpable. Sin embargo, en un proceso paralelo realizado internamente por al Arzobispado, al mismo tiempo que lo “absolvieron” del cargo de abuso sexual le aplicaron una reprensión canónica por los modos sugestivos con los que el cura encaraba a algunas personas (algo que el propio Arzobispado primero negó pero luego terminó reconociendo).
Con esa información, las familias del colegio Del Carmen prepararon una nota, juntaron firmas de adhesión y la presentaron ante el Arzobispado y ante la Dirección de Escuelas de Gestión Privada bonaerense. “Entonces empezaron a enterarse y a hacernos entrevistas varios medios”, recuerda Agustina. Ante la repercusión, desde el colegio empezaron a contactarse con ellas. “Por WhatsApp nos empezaron a enviar una carta, firmada por el párroco y representantes legales, donde nos pedían ’prudencia, evitando comentarios infundados y que no tengan certeza plena’”.
Un prontuario
A las madres y los padres del colegio Del Carmen no solo les llegó la información de que Lorenzo tuvo una denuncia penal en la que se lo acusaba, ni más ni menos, de abusar de un menor de edad, sino que también fueron juntando otras piezas de un complicado rompecabezas.
“Nos fue llegando otra información. Es difícil poder demostrarlo, pero nos fuimos enterando que los fines de semana Lorenzo hacía reuniones en su casa parroquial con alumnos del colegio y otros jóvenes cercanos a la parroquia, donde había alcohol y demás. En verano hacía lo mismo pero en una quinta. Hay padres a los que les han llegado comentarios y hasta audios (yo misma los escuché) de cómo maltrata a gente en el Servicio Penitenciario. Pero como no tiene denuncias formales ante la justicia, solo podemos decir que esos comentarios reiterados llegaron a nuestros oídos y nada más”, dice la abogada Feregotto.
Cuando el asunto se expandía mediáticamente, el Arzobispado publicó un comunicado de prensa a través del diario El Día de La Plata. Allí negaba las “acusaciones” que hacía un grupo de, según la Curia, personas mal intencionadas. “Nosotros no injuriamos a nadie. Lo único que queremos es que el párroco no llegue al colegio, porque sabemos que estuvo acusado penalmente de abuso sexual, que la causa fue archivada y que tuvo una denuncia en sede eclesiástica por la que se lo reprendió”, afirma Agustina.
Las familias solicitaron al diario El Día que se les concediera el derecho a réplica. Redactaron una nota rebatiendo los puntos del comunicado de la Curia que no eran ciertos. Pero el diario no difundió ni una línea.
Persecuta
Cuando las familias del colegio, con las dos mil firmas recolectadas, presentaron la nota en el Arzobispado, parecía como si los empleados de la Curia hubieran recibido la orden de no recibirla. “Nos dieron muchas vueltas para presentarla. Al final la tomaron. Les dejamos todos nuestros datos para que nos contactaran cuanto antes, pero se tomaron su tiempo”, dice Feregotto.
Finalmente desde el Arzobispado propusieron que un grupo de padres y madres se reuniera con el obispo auxiliar Alberto Bochatey. Tucho, el arzobispo, no podría estar porque, dijeron, hasta fines de febrero no vuelve a La Plata. La cita era para el viernes 25.
Como si se tratara de una novela de espionaje, el grupo de madres que concurrió a la reunión fue filmado durante todo el cónclave. Allí les dijeron que el Arzobispado iba a tratar de ver el caso. Y a la vez les advirtieron que “no se puede hacer acusaciones sobre una persona a la que la justicia no declaró culpable”.
El jueves 31 la Curia volvió a comunicarse con las mismas madres de la reunión anterior y las convocó a una nueva cita al día siguiente. A media mañana del viernes las mujeres recibirían un mensaje inesperado: con el mismísimo Eduardo Lorenzo presente, frente a ellas, les entregaron dos cartas impresas. En una, el cura acusado le presentaba al arzobispo su renuncia al traslado desde Gonnet a Tolosa. En la otra, monseñor Fernández se la aceptaba. No fue, claramente, una reunión muy cómoda para las mujeres.
En la reunión también se les avisó que el propio Lorenzo enviaría cartas documento a los medios que difundieron la noticia y a la propia Agustina Fereggoto, quien justo ese día no pudo concurrir a la reunión. “Para mí eso es persecución, sin dudas”, dice la abogada y madre de una de las alumnas del colegio Del Carmen.
Para la mujer, no sería extraño una represalia de parte de la Iglesia. “En este tiempo también supimos que hay una familia de Gonnet a la que en su momento se le allanó la casa y se le secuestró una computadora por el solo hecho de pedir que se tratara el tema de Lorenzo en el colegio. A mí, si quiere mandarme una carta documento no voy a tener problemas en recibirla y contestarla”.
Agustina celebra que, producto del reclamo masivo, Lorenzo finalmente no aterrice en Tolosa. Pero sabe que el problema sigue en otro lado. “Estamos contentos, es lo que buscábamos, no queríamos que fuera nombrado ni en la parroquia ni en el colegio. No era infundado nuestro reclamo. Pero queremos que esto sirva para que quienes tengan chicos que puedan estar en contacto con Lorenzo estén alertas y actúen. Alguien así no debería estar más en un colegio o institución donde haya menores de edad”.
Cartas marcadas
La puesta en escena del Arzobispado es digna de un guión shakesperiano. Las cartas entregadas a las madres pretendían sonar convincentes, pero en verdad son un cúmulo de clichés destinados ante todo a autosatisfacer los propios deseos de los hombres de sotana. Algunos pasajes de esas misivas merecen ser analizados.
En la misiva dirigida a Fernández, Lorenzo afirma que “el estado de confusión fue generado por difamaciones que se han llevado a los medios y portales locales y nacionales”, que “tienen un origen calumnioso y difamatorio” para crear “dudas sobre mi integridad moral”. Y acusa, sin dar ningún nombre ni identificación, de que se habla de forma maliciosa de “una causa que la Justicia ya resolvió, siendo archivada hace varios años por falta de méritos”.
Vale decir que una falta de méritos judicial no es una absolución. Quien es absuelto es inocente. Pero quien recibe una falta de mérito es considerado “no culpable” por el momento, aunque su situación puede revertirse si avanza la investigación.
Lorenzo cree, o quiere hacer creer, que está comprobada su inocencia y por eso intenta una curiosa inversión del argumento. No renunciará por haber abusado de menores y merecer el destierro, sino “por el bien de todos, sobre todo por el bien de la Comunidad de Tolosa, de los chicos de Tolosa”. Porque si él no puede trabajar en paz en la parroquia, la tarea de evangelización para la que fue encomendado por Dios se verá perjudicada y afectará a todos por igual.
En un momento Lorenzo se pone sarcástico. “Fue mucho el daño que se hizo y lo que se desfiguró mi imagen sacerdotal. A mí, a mi familia, a mis amigos, nos provocó un daño muy grande, y me preocupa que le hagan lo mismo a otros”, escribe el cura acusado como si hubiera una campaña montada (incluso a nivel mundial) contra la Iglesia inventando miles y miles de historias ocurridas en las últimas cuatro o cinco décadas.
“La Iglesia no hace guerras, la Iglesia de Francisco no construye muros ni hace guerras”, afirma el cura, intentando borrar de un plumazo una criminal y milenaria historia. Y “porque amo a la Iglesia digo, por favor Monseñor, reléveme de tener que asumir en Tolosa”, finaliza.
Víctor Manuel “Tucho” Fernández no se quedó atrás, ni en poética ni en conceptualizaciones. “Leí detenidamente tu carta y después estuve unos días rezando y pensando”, arranca el arzobispo.
Dirigiéndose más a las madres del colegio Del Carmen que a su interlocutor, recordó los doce años que Lorenzo había estado en la parroquia de Gonnet “y había pasado mucho tiempo después de aquella acusación presentada ante la Justicia y ante el Arzobispado, y archivada en ambas instancias 10 años atrás”.
Fernández coincide con Lorenzo en la teoría conspirativa. Le dice a su defendido que “en enero un grupo de personas, junto con algunos padres del colegio, comenzó a intervenir en medios y portales locales y a juntar firmas en contra de tu llegada al colegio”. Y hasta reniega por el éxito de esa “campaña” contra ellos. “No sé cómo lograron que la presencia de este tema en los medios fuera tan constante. Desde que asumí como Arzobispo en La Plata nunca logré instalar un tema en los medios locales con esta contundencia”, afirma con una mezcla de ironía y desprecio.
“Uno se pregunta qué otros objetivos persiguen -algunas- de las personas que movilizaron esto”, inquiere el arzobispo. Y en el juego de invertir las cosas el elige la “contracalumnia”. Acusa a las madres preocupadas por sus hijos de mentirosas, de dar públicamente información falsa sobre Lorenzo y hasta de hacer espionaje telefónico contra ellos. Un timorato Goliat acusando a un desconcertado David de querer destruirlo sin razón.
“Me pregunté si era justo someterte a las nuevas estocadas que probablemente llegarían, pero no me parecía adecuado avalar ciertos procedimientos”, consuela el arzobispo al cura acusado. Y haciendo caso de la sugerencia de su subordinado, considera que la tarea evangelizadora en Tosola no debe tenerlo a él como protagonista, aceptándole elegantemente la renuncia.
Por último, Fernández parece arrodillarse ante Lorenzo. “Te pido disculpas si me equivoqué exponiéndote a este tiempo de dolor y humillación pública, pero no dudo que el Señor utilizará todo eso para bendecir tu ministerio y tu comunidad”.
Daniel Satur
Nació en La Plata en 1975. Trabajó en diferentes oficios (tornero, librero, técnico de TV por cable, tapicero y vendedor de varias cosas, desde planes de salud a pastelitos calientes). Estudió periodismo en la UNLP. Ejerce el violento oficio como editor y cronista de La Izquierda Diario. Milita hace más de dos décadas en el Partido de Trabajadores Socialistas (PTS).