Sobre Camino de Cintura, Ruta donde la víctima ejercía la prostitución, fue asesinada Laly Heredia Escobar de un balazo de 9mm. Es, según organizaciones trans-travestis, una de las por lo menos 10 mujeres trans muertas en lo que transcurrió del año.
Martes 5 de febrero de 2019 00:00
La mañana del 3 de febrero se inauguraba con un nuevo asesinato a una mujer trans. El hecho encontraba lugar en Los Pinos, barrio del Partido de La Matanza, sobre Camino de Cintura (Ruta Nacional N°4). La víctima había recibido esa misma madrugada el impacto de una 9 mm. El tiro que se encontró en el cuerpo de Laly Heredia Escobar, la víctima del hecho, había impactado en su cadera aunque no fue el único disparo dirigido hacia ella: alrededor del cuerpo de Laly habían múltíples vainas servidas del mismo calibre.
Tenía 36 años, es decir que superaba tímidamente el promedio de vida que tiene una mujer trans en Latinoamérica (35 años). Diez años atrás había llegado desde Lima buscando una vida mejor. Eso mismo contó Emanuel Ferraro, pareja de Laly, a Agencia Presentes agregando que ella “viajaba una vez al año a Perú a ver a su mamá, les mandaba plata, siempre vivió abocada a su familia, no quería que les faltara nada".
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Ferraro cuenta, a la vez que traspasa a Presentes los datos de la investigación que le había transmitido la policía, que "Ella estaba trabajando, cuando la abordó un hombre pidiendo servicios (sexuales), y ahí la ejecutaron de una, en la puerta de un hotel”. Es que, como tantas mujeres trans-travestis de clase trabajadora, Laly ejercía la prostitución para poder vivir y a la vez ayudar a su familia. “Ella sabía de la violencia que sufren las chicas en la calle, sabía que está todo muy mal”, añadía Ferraro para prestar una aproximación de qué suerte toca a las mujeres trans que, frente a necesidades económicas, tienen como casi única salida la prostitución.
“La violencia que sufren las chicas en la calle”, no exceptúa bajo ningún punto la violencia policial sino, más bien, lo contrario: las compañeras son uno de los blancos predilectos para las fuerzas represivas del Estado (vale aclarar que el calibre de las balas dirigidas a Laly coincide con el de las de uso policial). Estado que es, en todo este contexto, aún católico. Y que, lejos de avanzar hacia la separación de éste de la Iglesia, Matanza avanza, en manos de dirigentes del PJ hacia la estrechez cada vez mayor de las ataduras que ligan a ambos. Por ejemplo recientemente, Magario, quien se muestra cercana al obispado de la diócesis de San Justo, perseguidor de la ESI en la escuela, organizó junto al kirchnerismo una misa “por la paz” en honor al Papa.
Vale aclarar que, en contraposición a los números escabrosos que dan cuenta de la opresión y violencias padecidas por las trans, como por ejemplo su expectativa de vida, se da el hecho de que el colectivo LGBTIQ venga de una serie de conquistas en cuanto a derechos legislativos. Una de ellas el Cupo Laboral que, pese a haber sido aprobado hace años, no se aplica. Aún así, durante ese periodo de conquistas, es decir, el kirchnerismo, también se perpetraron en niveles escalofriantes crímenes de transodio que hasta la fecha no encuentran una disminución radical.
Si bien no se cuenta con información oficial respecto a qué cantidad de mujeres trans murieron este año, se presume que Laly sería la segunda víctima de travesticidio en los 36 días que lleva este año. Organizaciones trans travestis señalan que entre travesticidios y mujeres trans-travestis que mueren por desidia estatal, este 2019, acumula ya por lo menos diez compañeras muertas.
Laly fue además una de las tres mujeres asesinadas en el día 3 de febrero. Esto se suma a la noticia de que el mes de enero concluyó con 23 los femicidios.
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El asesinato de Laly contó con un significativo repudio en las redes sociales: gran número de activistas y organizaciones en defensa de la diversidad sexual se pronunciaron en contra, incluida la agrupación de mujeres Pan y Rosas.
El asesinato de Laly, trans y extranjera, así como los saldos de femicidios nos imprimen entonces mayor necesidad de que este 8M se dé un paro de una magnitud inusitada. Para ello, debemos exigir que las centrales sindicales se sumen a estas exigencias para significar de una vez por todas un freno a todas las embestidas que venimos sufriendo las mujeres y la diversidad sexual en Argentina y en toda Latinoamérica. A la vez son necesidades urgentes la implementación del Cupo Laboral Trans-Travesti y la separación de la Iglesia del Estado. Estas consignas debemos levantar este 8M organizándonos, para no aplacar a fuerza de contradicciones la potencia de la marea verde, en independencia de los partidos ligados a la Iglesia.