El debate sobre las apuestas online en la adolescencia está cada vez más presente en redes sociales, medios de comunicación y en las escuelas. Plataformas como Tik Tok, programas de streaming y hasta equipos de fútbol son sponsoreados por casinos online. ¿Cuál es la relación entre el juego y el consumo? ¿Alcanza solamente con la prohibición para frenar esta problemática emergente?
Santiago, un joven de 21 años que hace delivery con la mochila de Rappi en el barrio de Nuñez (pero vive en el bajo Boulogne), mira su celular constantemente e ingresa a un reconocido sitio de apuestas deportivas para observar los juegos en los que apostó dinero. "Esto no es muy difícil, siguiendo algunas reglas sobre la posición que ocupan en tabla los equipos de fútbol y ahí vas viendo, cuando conviene apostar y voy sumando unos pesos de ahí, yo apuesto las propinas”. El último informe del mercado de apuestas en línea denominado “Global Online Gambling Markets-Previsiones de 2022 a 2027” en el año 2020 dio cuenta de ganancias por 65.316 millones de dólares para este rubro.
El Ministerio de Desarrollo Humano y Hábitat de la Ciudad de Buenos Aires, en mayo de 2024, publicó un informe sobre “Estado del conocimiento sobre nuevas prácticas de riesgo adictivo”. Si bien trata sobre consumo de apuestas online, no sobre adicción a las mismas, da un panorama de la incidencia de las apuestas online en la Argentina. La mayoría de los apostadores son jóvenes y adolescentes. El 12,5% de las y los jóvenes de entre 15 y 24 años han apostado online alguna vez en la vida y ese porcentaje se eleva al 15,5% entre las personas de entre 24 y 34 años. Las apuestas online están más extendidas en el Área Metropolitana de Buenos Aires que en el resto del país: 9,1% y 7,5%, respectivamente. Por otro lado, hay una mayor incidencia de los juegos de apuestas en línea en el estrato socioeconómico bajo (8,8%) que en el medio (7,7%) y alto (8%). Las opciones de apuesta on line más elegidas en la Argentina están vinculadas con los juegos tipo casino (49,9%) y el fútbol (41,2%), seguidas por los bingos (37%) y boxeo (16,8%).
El mismo mes, la Defensoría del Pueblo de la Provincia de Buenos Aires presentó un documento ante la Comisión de Adicciones de la Cámara de Diputados de la Provincia, a pedido de la Asociación Civil Pensando en Generar Políticas Públicas, para avanzar en un marco normativo para combatir los sitios clandestinos y la prevención de la ludopatía. El documento consiste en un estudio sobre el impacto del juego online en jóvenes y adolescentes elaborado por Target Group Index-Ibope Argentina. El estudio de Ibope, en el que se encuestó a 10.018 personas en el país, arrojó datos muy similares.
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Las empresas para realizar apuestas deportivas en tiempo real llegaron al país en 2019, cuando la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y la Provincia de Buenos Aires aprobaron leyes que las habilitan. Desde ese momento se transformaron en un gran negocio legitimado incluso por la Liga Profesional de Fútbol Argentino que tiene una de las casas de “pronósticos” deportivos como sponsor oficial. Esta profundización de la relación entre el fútbol y las casas de apuestas deportivas, ha dado lugar también a la creación de múltiples plataformas (ilegales) que diversifican distintos tipos de apuestas: por quién gana o quién pierde, pero también cuántas faltas, penales, tiros libres, etc. realiza cada equipo/jugador durante el partido. Debido a esto, no son poco frecuentes las situaciones en las cuales equipos de fútbol de segunda o tercera división realizan “arreglos” para favorecer determinados resultados y estadísticas, en acuerdo con las plataformas de apuestas.
Desde esta perspectiva la mercantilización del ocio y lo recreativo se profundiza, y la función socio-cultural del juego con su potencial creativo y socializador se ve atravesada por la lógica del negocio y también del consumo. Las apuestas se ubican como la continuidad de un “juego” más dentro del propio juego o evento deportivo. La concepción en torno a las apuestas, como un juego, no puede pensarse por fuera de la mercantilización que han llevado adelante los empresarios de los videojuegos sobre las experiencias lúdicas, buscando naturalizar la relación entre juego, dinero y ganancias. Tomemos por ejemplo a Fortnite: Es un juego gratuito, cualquiera puede descargarlo, instalarlo y jugar. Se pelea contra otros jugadores que caen junto a uno, en una isla enorme y se pelean entre sí hasta que queda un solo ganador. Ese género se llama battle royal. En Fornite, uno elige su personaje, que al comienzo viste solo de manera muy básica. Este videojuego tiene colaboraciones con todo el mundo que ofrecen mejoras en el desarrollo de los personajes o de la experiencia del usuario a cambio de suscripciones. Por ejemplo, comprando membresías que mejoran tu “avatar” (personaje) o consiguiendo habilidades especiales para las experiencias de juego, tendrías el “éxito” asegurado.
A su vez, esta forma de concebir el juego viene acompañado de la imposibilidad de grandes sectores de la juventud para acceder a otras formas de ocio y recreación como recitales, cine, teatro o actividades deportivas. En ese sentido, tras la pandemia y el aislamiento de contacto personal, la virtualidad dio un salto y a partir de ese momento el número de visitas a los sitios de juego online aumentó en un 50-70%, representando ganancias millonarias para la industria del entretenimiento.
Cifras que hablan: la realidad de la juventud
Frente a esto, cabe preguntarnos cuál es la realidad que atraviesa a la juventud y sus vidas. En nuestro país, según el último informe de UNICEF, 7 de cada 10 niños y adolescentes son pobres y cada noche, más de un millón de ellos se van a dormir sin cenar. Por otro lado, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) publicó este mes un informe que revela el alto porcentaje de jóvenes que está sin empleo. Los datos manifiestan que en el mundo más de la mitad de las y los trabajadores jóvenes tiene empleo informal, y el 33% vive en países que no han reducido la tasa de quienes no estudian y tampoco consiguen trabajo. Asimismo, en Argentina, este grupo poblacional llega a duplicar el nivel de desempleo de la población general, en tanto que más de la mitad (57%) trabaja en la informalidad.
Los datos del mercado laboral dan cuenta de que la franja etaria de 14 a 29 años (según la medición oficial) tiene tasas de actividad y empleo que están entre 10 y 20 puntos por debajo del promedio general mientras duplican el guarismo de desempleo. En lo concreto, la tasa de desocupación de las mujeres jóvenes fue de dos dígitos (17,3%) en el primer trimestre de este año, lo que implica 0,4 puntos más que en igual trimestre del 2023, y se ubicó 9,6 puntos por arriba del nivel de desocupación total (7,7%; +0,8 puntos vs 1 T 23). Por su lado, los varones jóvenes de igual franja etaria registraron un nivel de desempleo del 14,1%, esto es 1,3 puntos más que en el primer trimestre del 2023, siendo este segmento etario el que evidenció el mayor incremento interanual en la población desempleada al inicio del 2024. La tasa juvenil masculina quedó 6,4 puntos por arriba de la general, en este caso.
Con el crecimiento de la precarización laboral las posibilidades de acceder a la estabilidad laboral y trabajo con derechos se encuentra limitada. Estamos hablando también, en algunos casos, de la tercera o cuarta generación que no puede acceder a la vivienda propia. En esa línea, a nivel local, los datos recientes muestran que cuatro de cada diez jóvenes viven con sus padres o abuelos porque no pueden acceder y no se garantiza el derecho a una vivienda. Según un informe de la Fundación Tejido Urbano, entre 2 y 2,5 millones de personas de 25 a 34 años no tienen acceso a una vivienda ya que “no cuentan con ingresos suficientes para mudarse o carecen de ahorros para cubrir los gastos asociados con la independencia”.
En relación al acceso y permanencia en el sistema educativo, con el ajuste en curso que se expresa en el desfinanciamiento de la educación, la ausencia de becas integrales o de la universalización del boleto educativo, cada vez hay más obstáculos para construir una trayectoria educativa estable.
Como vemos, con la profundización de la crisis económica y social, signada por la dependencia al Fondo Monetario Internacional, las condiciones estructurales sobre las cuales se habilita o no la posibilidad de construir proyectos de vida se deterioran. Allí, para algunos sectores de la juventud las apuestas, conseguir unos mangos, la posibilidad de “salvarse” o “salvar el día” parecen ser una alternativa. Sin embargo, ¿dónde está el límite? ¿Alcanza con restringir las publicidades, regular las apuestas o prohibir las Url, en un sistema que te exige consumir pero no garantiza la igualdad de consumo?
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El rol de los streamers
En nuestro país y en el mundo, durante los últimos años fue modificándose la manera de consumir contenidos, esto potenció la popularidad de los streamers en los adolescentes y la juventud, dado que prefieren ver las transmisiones en plataformas digitales antes que sintonizar un programa en los medios de comunicación tradicionales. Se trata de dos mundos que se han complementado muy bien ante la transformación digital que atraviesa la sociedad, así como la preferencia por el entretenimiento a distancia. Es por esto que se volvieron una referencia clave para el sector del juego por el alcance que tienen sus transmisiones.
Esta popularidad de los streamers genera transmisiones con miles de visitas a sus canales tanto de YouTube como Twitch, algo que también ha motivado la llegada de distintos empresarios del juego online que, aprovechándose de esto, buscan patrocinar esos espacios para acercarse a la juventud. Al hablar sobre el stream en el sector del juego hay que destacar las transmisiones de tragamonedas, blackjack o el póker que son muy populares en internet. Por ejemplo en Tik Tok los principales anuncios están relacionados a entidades financieras. Sobre esta base, ¿Cuál es la mirada que se promueve hacia la sociedad sobre el acceso al dinero, y las maneras en la que la juventud entiende el éxito económico y el “dinero fácil”?.
Ya sea por la vía directa, fomentando su uso, o indirecta, mediante publicidad, estos referentes de las nuevas plataformas de entretenimiento adjudican parte de su éxito monetario a estos sitios de apuestas o entidades financieras. Esta es una de las formas en las cuales estos nuevos productos de entretenimiento construyen modelos de proyectos de vida e identidades. El principal síntoma de esta marca de época, junto con las apuestas, es la venta de cursos cortos que prometen ganancias exorbitantes en dólares en muy poco tiempo. Bombardean a la juventud en redes sociales publicidades que prometen ganar plata sin tener un trabajo “tradicional”.
¿Sabes el secreto de cómo llegar a millonario? Es muy fácil, convertirte en “growth creator”, “closer de ventas”, “car flipping” (dedicados a comprar y vender autos con la idea de que vas a obtener ganancias), “trafficker” (traficante digital quien se dedica a obtener visitantes para un sitio web o aplicación), “appointment setter” (dedicados a obtener clientes potenciales para las empresas), y sobre todo teniendo “high income skills” (habilidades de alto valor). Los mayores influencers sobre esta venta de cursos son, a nivel internacional, el luchador de kickboxing Andrew Tate, y a nivel local, Agustin Nievas, el joven que con 20 años sostiene que gana 430,000 USD al mes. Esta es la lógica de crear dinero sin que haya producción, la gran ilusión del capitalismo, aún más en esta etapa signada por el avance de la especulación financiera como expresión de la decadencia del sistema. Nos recuerda cómo a finales de los noventa decenas de adolescentes en sus garajes, con una computadora y cierta habilidad para programar, se suponía que se hacían ricos creando empresas en internet que no tenían más capital que una idea y un escritorio. Con esto bastaba para entusiasmar a un ejército de especuladores que vieron en las compañías “punto com” la nueva burbuja sobre la que se iban a parar los mercados en la próxima década. Este frenesí especulativo empezó a desinflarse en el año 2000, cuando se vio que muchas de las empresas que habían recaudado millonadas nunca iban a ser rentables. De este modo, de forma fácil y sin esfuerzos, la juventud es seducida constantemente por propuestas así. Sin embargo, detrás de la lógica individualista y meritocrática de ascenso social, lo que se esconde es que usualmente las pérdidas son mayores que las ganancias, que los cursos de inversión no garantizan rédito asegurado, y si lo hacen, solo muy pocos pueden “triunfar” a costa de que la inmensa mayoría obtenga pérdidas. Detrás de todas las casas de apuestas online se esconden grandes negociados, que involucran a la industria del entretenimiento, los empresarios que invierten en estas plataformas e incluso a los jugadores en las apuestas deportivas. Asimismo, en las plataformas del tipo casino, la “suerte” o el “azar” en realidad los dicta el algoritmo previamente configurado. La “casa” nunca pierde.
El lobo en el gallinero
Vivimos en una sociedad atravesada por el consumo, donde todo consumo se puede convertir en problemático. Nos referimos a esta problemática conducta que, sostenida en el tiempo, afecta de forma negativa aspectos de la vida como la salud física, emocional, el trabajo, el estudio y los vínculos interpersonales. No toda conducta se transforma en sí misma en un consumo problemático y no todo consumo problemático representa una adicción. Sin embargo, el incremento de las apuestas online en adolescentes marcan una alerta sobre las potenciales consecuencias que esto podría llegar a tener al convertirse en una adicción. Por ejemplo, en abril se difundió la noticia sobre un adolescente de 14 años que apostó todos los ahorros familiares; la consecuencia no fue solo económica, tuvo efectos negativos en su salud mental teniendo que ser asistido profesionalmente. ¿Cuál es la respuesta que da el Estado y sus gobiernos a esto?
El gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, implementó una ley aprobada en 2018 durante la gestión de Maria Eugenia Vidal donde una de las empresas beneficiadas es la multinacional Betsson, que es el auspiciante de Boca Juniors y Racing Club en sus camisetas. Incluso desde la Provincia le hacen propaganda: ”Debemos redoblar los esfuerzos para luchar contra el juego ilegal. Es importante recalcar que las plataformas legales, autorizadas y reguladas por los organismos provinciales, terminan en Bet.ar” [1]. El mensaje parece ser solo en contra de las plataformas ilegales, pero podes tener 18 años o más y estar toda la noche apostando desde esta mirada.
“Tenemos que remarcar una y otra vez que hoy nuestros jóvenes están jugando en plataformas ilegales. El 80% del juego on line de nuestro país es ilegal”, afirmó Atanasof y agregó que “es necesario retomar el diálogo y el trabajo con Cancillería y el ENACOM, que son quienes pueden atacar el primer eslabón de este problema que son los sitios ‘.com’ alojados en paraísos fiscales. Estos sitios no ofrecen ninguna seguridad, pueden apostar menores y se está expuesto a estafas y uso de los datos registrados”.
Actualmente se discute una regulación en el Congreso, desde donde manifiestan que ya hay 18 proyectos de Ley y hasta la Iglesia salió a hablar del tema. Sin embargo, para los diversos autores de los proyectos pareciera que el problema está centrado sobre todo en la “ilegalidad” de los sitios. Es decir, si solamente se garantizara el acceso legal a los mismos ¿estaría resuelto el problema? Este debate sobre lo ilegal/legal esconde otros problemas. Por un lado, la ausencia de problematización sobre la propaganda y difusión de estos sitios que promueven discursos y proyectos de vida asociados a la lógicas mercantilistas del juego, donde la “prohibición” de su consumo aparece como única solución posible. Tampoco existen cuestionamientos profundos sobre los obstáculos sociales, económicos y políticos, cuyo principal responsable es el Estado, que imposibilitan la construcción de proyectos de vida basados en otros valores y oportunidades. Si la forma de abordaje del consumo problemático está basada sobre el paradigma prohibicionista, la responsabilidad respecto a este consumo le cabría solamente al sujeto. En el caso de los adolescentes, está responsabilidad se extiende hacia las familias y, también, a la escuela (por ejemplo, con la prohibición del uso de celulares en las instituciones).
Con esto solo no alcanza. Además de abordar la legalidad o ilegalidad, es necesario discutir cuando se transforma en un consumo problemático o adicción. Para esto es necesario desarrollar diferentes niveles de intervención que contemplen, desde un paradigma de reducción de riesgos y daños, la prevención basada en la divulgación de información, debates y a su vez la creación de dispositivos de asistencia en casos de conductas adictivas que se basen en la interdisciplina y sean interinstitucionales.
Un futuro para la juventud
Durante los años treinta, el mundo se veía afectado por el impacto de la Gran Depresión: el desempleo, el endeudamiento, la falta de oportunidades y aumento de los problemas sociales, entre otras cosas. En esos momentos Trotsky llamaba a esa juventud, que veía su presente y futuro hecho trizas, afirmando que “en lugar de la eterna prosperidad sólo ven bancarrota. Los jóvenes están buscando fórmulas para salir de esta situación”; “Por el derecho a la vida, basta de trabajo nocturno, por el derecho a divertirnos”. Estas eran algunas de las consignas que León Trotsky planteaba en sus escritos sobre la juventud hace 86 años, sin embargo estas palabras, hoy más que nunca, cobran vigencia.
Es irrenunciable la pelea por el derecho al ocio, la distracción y la cultura: “acceso gratuito para los jóvenes desocupados y para los jóvenes trabajadores, al deporte, estadios, museos, bibliotecas, teatros, cines”, como escribió en el Programa de Transición el revolucionario. Allí también planteó la importancia de que la juventud esté organizada junto a la clase trabajadora y puedan acceder al estudio según sus intereses, algo que actualmente la juventud estudiantil está peleando frente al desfinanciamiento de los distintos gobiernos.
Las crisis del capitalismo son inevitables, porque es el sistema mismo el que genera las condiciones para que ocurran. Cualquier ilusión de la juventud de que con “el dinero fácil” van a poder mantener y mejorar las condiciones de vida en las condiciones creadas por este sistema, basado en la explotación y la irracionalidad de la propiedad privada de los medios de producción, es barrida de forma recurrente por las crisis cuyos costos son descargados sobre nuestras espaldas.
Por todo esto, consideramos necesario interpelar qué modos de construcción de proyecto de vida e identidad están en puja, para poder así fomentar otros valores que no estén asociados a la mercantilización del ocio, la cultura, la recreación y la vida, que no fomenten la competencia entre pares. Si la juventud y los adolescentes pudieran acceder a la educación, a espacios públicos recreativos para desarrollar deportes, actividades culturales, concurrir a recitales gratuitos, muestras artísticas, y desarrollar todos sus gustos y potencialidades, la relación con este tipo de “apuestas” sería otra. El juego, entendido como un momento de ocio, debería servir para el libre entretenimiento y no estar asociado a las reglas del mercado.
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