“Sexual Politics” fue la “epistemología del armario” del feminismo librepensador y pro-derechos sexuales y reproductivos de los ‘70, liberando a muchas mujeres de prejuicios heredados de una “mística de la feminidad”.
Eduardo Nabal @eduardonabal
Martes 12 de septiembre de 2017
Aunque aún hoy haya un sector del feminismo institucional o subalterno que haya querido presentar el pensamiento de la autora de la autora de “Sexual Politics” como un feminismo que se acomoda a presupuestos sin renovar, lo cierto es que, ya en 1970, Millet utilizó una serie de autores o literatos varones para deconstruir el pensamiento masculino y sus construcciones culturales sobre la sexualidad femenina y la posición de la mujer en el espacio público y privado desde una perspectiva abiertamente pro-sexo y post-Stonewall.
Ella y otras autoras se pronunciaron en favor de las mujeres de clase trabajadora, también de las mujeres lesbianas, en un momento de la historia del movimiento anglosajón en el que éstas últimas llegaron a ser definidas como la “amenaza lavanda” por el sector más conservador y asimilacionista del feminismo burgués y revisaron los conceptos marxistas y de los teóricos de la raza sobre el cuerpo femenino y el lugar de la mujer en la sociedad y en las instituciones heteropatriarcales del momento.
Algo de esto, de forma atenuada, se ha producido, también aquí, en algunos grupos de mujeres frente a determinadas cuestiones que van directamente al corazón del pensamiento heteropatriarcal en todos los ámbitos. Como integrante por derecho propio del feminismo de la segunda ola no temió a los debates (aunque tuviera posiciones, en ocasiones contradictorias y cambiantes acordes con su tiempo) sobre la pornografía, la prostitución e incluso la “edad de consentimiento”.
Millet en “Sexual Politics” reivindica el carácter revolucionario del pensamiento que atisba tras la literatura (novela, teatro) de Jean Genet frente a la subversión fálica o el heroísmo viril de los héroes o anti-héroes falsamente izquierdistas de autores como Henry Miller o Norman Mailer, iconos de la contracultura occidental en versión heterocentrada. Para Millet el desafío homosexual (o lésbico) es un camino por explorar, algo que sucederá en décadas posteriores en los movimientos que siguieron al 69. Pero ya en su obra fundamental nos invita a repensar la filosofía política desde una perspectiva femenina y feminista no quedándose nunca en los postulados de ningún filósofo o político en concreto y para ello se vale de la herramienta de la literatura.
Nos habla del desafío postcolonial y anti-racista de “Los biombos”, una pieza de Genet ambientada en el norte de África y también afianza el lema de “lo personal es político”, al llevar a primer término debates muchas veces evitados por el feminismo blanco y burgués aliándose, sabiéndolo o no, con el emergente feminismo negro, mestizo, migrante y pro-sexo que conduciría a las mimbres de la queer theory de los ochenta y noventa.
En cierto sentido “Sexual Politics” fue la “epistemología del armario” del feminismo librepensador y pro-derechos sexuales y reproductivos de los años setenta, liberando a muchas mujeres de prejuicios y anteojeras heredados de una “mística de la feminidad”, una mística que no se había desagarrado del todo sino solo empezado a cuestionar o amoldado a otras formas de vivir en la esfera pública desde una posición de “tolerancia represiva”.
Kate Millet no elude los debates sobre la raza, el derecho al aborto y las diferentes orientaciones sexuales porque ya en los años setenta es consciente de que vive en un país que sufre, de manera cotidiana, los efectos sangrantes del racismo, el clasismo, la desestructuración social y la homofobia o lesbofobia, incluso, en menor medida, dentro del propio movimiento feminista. Analiza el pensamiento sobre la familia de los pensadores marxistas y postmarxistas, pero va más allá al colocar la posición social, económica y personal de la mujer como eje transformador mucho más importante de lo concedido hasta el momento, así como reconoce las diferencias entre propias las mujeres tanto de su tiempo como a lo largo de la historia.
Su cuestionamiento incisivo del “amor romántico” (ya desde la creación del “amor cortés”) y su carácter opresivo aún siguen causando encendidos debates en muchos ámbitos cercanos. Para muchas de nosotras descubrir que ya en 1970 se planteaban cuestiones que en los noventa volverían, de otra forma, al candelero, nos da mucho que pensar sobre la revolución conservadora de la era Reagan y sobre el daño causado por algunos sectores del feminismo heterosexual, anti-sexo, colonial, blanco, burgués, abolicionista, sumiso, unitario y hoy en el poder.
Pero la vida de Millet no fue fácil. A pesar de su carácter de artista polifacética (escritora, pintora, escultora, cineasta…) paso años de dificultades económicas y ostracismo editorial y académico, y convertida en granjera sin demasiada suerte, se enfrentó a diversos problemas mentales que narraría con posterioridad. Con el tiempo, tuvo que recuperar el aliento de una “vieja feminista”, su lugar en la historia y su posición luchadora incansable frente a nuevas generaciones no siempre conscientes de lo mucho que le debemos a esta mujer que soñaba compartir una granja con otras mujeres y que hace muy poco nos ha dejado para siempre.
Eduardo Nabal
Nació en Burgos en 1970. Estudió Biblioteconomía y Documentación en la Universidad de Salamanca. Cinéfilo, periodista y escritor freelance. Es autor de un capítulo sobre el new queer cinema incluido en la recopilación de ensayos “Teoría queer” (Editorial Egales, 2005). Es colaborador de Izquierda Diario.