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El Círculo Rojo. Kimi, ¿quién está escuchando?

Pandemia, tecnología y los términos y condiciones que nadie lee. Columna de Cultura en El Círculo Rojo, programa de La Izquierda Diario en Radio Con Vos FM 89.9.

Celeste Murillo

Celeste Murillo @rompe_teclas

Viernes 11 de marzo de 2022 01:17

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· Kimi es un thriller del director Steven Soderbergh. Ambientada en el mundo poscovid, no es una película sobre la pandemia, pero la pandemia está insoportable pero sutilmente en la vida cotidiana con los barbijos, el alcohol y las limitaciones para salir de casa.

¿Quién, cómo y dónde?

· Angela (Zoe Kravitz) es una analista de sistemas que trabaja en el servicio técnico de un dispositivo de inteligencia artificial llamado Kimi. Como Alexa, Ok Google o Siri en la vida real, el dispositivo se activa por la voz de usuarias y usuarios.

· Mientras trabaja corrigiendo errores de interpretación en los pedidos al dispositivo, Angela escucha algo extraño y decide denunciarlo a su jefe. En una grabación de Kimi aparece el ataque a una mujer.

· Lo que parece una historia inofensiva sobre errores de programación se torna mucho más complicada. De nuestro lado de la pantalla, al conocer los problemas con estos dispositivos en la realidad, entendemos rápidamente que las cosas no están bien.

· Ángela es el arquetipo millennial que vive en las grandes ciudades. Desde su vestimenta, pasando por el tiempo que ocupa el trabajo en su vida, hasta sus obsesiones y problemas con las relaciones con otras personas.

·Las rutinas obsesivas y la vida casi exclusivamente dentro de su departamento remiten a La ventana indiscreta de Alfred Hitchcock. Muchas cosas importantes suceden o las vemos desde las ventanas del edificio de Ángela.

· Que la historia transcurra en Seattle no es casual. Esta ciudad del norte de Estados Unidos es el hogar de las grandes empresas tecnológicas, muchas denunciadas por violar el derecho a la privacidad constantemente.

Besos por celular

· Casi todas las relaciones de Angela con otra gente están mediadas por un dispositivo (algo que hace cinco años hubiera sonado raro pero hoy es parte de nuestra vida cotidiana). Habla con su mamá vía Facetime, tiene reuniones virtuales con su jefe y la mayoría de las veces que habla con su amante es mediante mensajes de texto.

· ¿La tecnología cambia nuestra percepción de la realidad? Esta pregunta aparece cada vez que Ángela tiene miedo de salir y cuando lo hace, compartimos con ella la experiencia de la invasión de ruidos y la multitud.

· Hay algo sugerente en hacernos sentir que el peligro está afuera y en todas partes, y sin embargo el problema que detona la acción en la película es un hecho de violencia que sucede en el ámbito privado. Algo que sabemos que se repite en la mayoría de los casos de violencia patriarcal.

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Los buenos, los malos y los dilemas

· Las grandes empresas tecnológicas están representadas en el personaje de Natalie Chowdhury (Rita Wilson). Angela acude a ella en búsqueda de ayuda para denunciar lo que escuchó en el audio. La jefa de seguridad informática es la personificación de la toxicidad de la cultura corporativa: sus discursos cool y de responsabilidad, con perspectiva de género y hasta sororidad incluida. Sin embargo, muy rápido descubrimos que todo está al servicio de cubrir abusos de las empresas.

· Que la vocera de la “justicia” sea una persona que no es un varón blanco condensa muchos aspectos de representación importantes para contar esta historia y que el público empatice casi inmediatamente con ella.

· Angela quiere ayudar a alguien pero a la vez empieza a darse cuenta de que cómo actúa la empresa, su nulo interés sobre el bienestar de usuarios y usuarias, ni hablar de la invasión a la privacidad.

· Esto le plantea dos dilemas. Por un lado, ¿qué hacer? ¿Acudir a la Policía? ¿Hacer justicia por mano propia? Por otro lado, ¿es ético usar como prueba lo que ella sabe que es una invasión a la privacidad?

· Se da cuenta de que está todo mal pero está convencida de que sí pero se va a encontrar con un montón de problemas. De acá en adelante, evitamos los spoilers. ¿Tiene algunas cosas obvias o un poco a medida para que avance la acción? Quizás, pero no la hace menos efectiva.

· Los dilemas que aparecen en Kimi se parecen a los de la vida real

· En 2020, Estados Unidos, el gigante Microsoft decidió dejar de vender su software de reconocimiento facial a la Policía por la cantidad de abusos denunciados.

· En Argentina también se consigue. En la ciudad de Buenos Aires, la legislatura aprobó en 2020 una modificación de la ley del Sistema Público Integral de Video-Vigilancia, conocida como ley de Reconocimiento Facial que amplió los poderes más poder al estado de la Ciudad para vigilar. Ya en 2019, la ONU alertó sobre el avance de las cámaras de la ciudad 7000 y 300 recolectan datos de reconocimiento facial sin que la población conozca cómo funcionan ni qué se hace con la información.

Términos y condiciones

· La pandemia fue el escenario perfecto para ampliar sistemas de vigilancia sobre la población y para que las empresas avancen en la recolección de datos (pensemos en las aplicaciones de salud, billeteras electrónicas, dispositivos inteligentes). Muchos de estos avances fueron resultado de empresas conjuntas entre Estados y corporaciones.

· Casi ninguno de los avances sobre los derechos individuales retrocedió. Se construyeron nuevos consensos (sobre condiciones extremas) en los que el Estado aumenta su poder de vigilancia y las consecuencias que trae aparejadas.
· Ni hablar de las empresas. Incorporamos dispositivos y aplicaciones que nos facilitaron la vida en la pandemia pero, a la vez, nunca antes le dimos tantos datos a las empresas.

· La conclusión no puede ser la paranoia o la desconexión total (cada vez más difícil). Pero sí es una oportunidad para pensar hasta dónde permitimos que las empresas entren a nuestras casas sepan qué comemos, qué compramos o qué música escuchamos.

· Y pensar también cómo funcionan las aplicaciones. No solamente en los avances tecnológicos que a las empresas les encanta mostrar, sino sobre todo en lo que quieren ocultar. Las aplicaciones e incluso la inteligencia artificial necesitan para funcionar el trabajo precario de un montón de personas: desde la que lleva la comida a nuestras casas hasta la que programa el dispositivo, al que cada vez que saludás dice, como Kimi, “acá estoy”.


Celeste Murillo

Columnista de cultura y géneros en el programa de radio El Círculo Rojo.

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