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Red Internacional
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Córdoba/Gatillo fácil. La Córdoba que apretó el gatillo: el asesinato de Blas y cómo se construye la impunidad policial

¿El asesinato de Blas por parte de las fuerzas policiales es un hecho aislado? ¿Fue una acción desmedida? No, tiene causas profundas y una larga cadena de responsabilidades.

Jueves 6 de agosto de 2020 22:09

Pensaba, ¿qué más se puede decir sobre el asesinato de Blas a manos de la Policía de Córdoba? ¿Qué más que la solidaridad con su familia y exigencia de justicia?
¿Es un hecho aislado? Claro que no. Sólo en lo que va de la cuarentena hubo 5 asesinatos a manos de esta fuerza. Hemos visto videos de policías disparando, hostigando familias y jóvenes.

Pero no es sólo la cuarentena: en la Policía de Córdoba, como muchas otras en todo el país, hubo una continuidad luego de la dictadura, donde se reciclaron represores y torturadores. Todo esto bajo el amparo de los gobiernos radicales de turno, que hacían actos públicos con la presencia de Luciano Benjamín Menéndez en el palco. Esa era la muestra de impunidad que se multiplicaba al interior de la fuerza.

Uno de los más conocidos torturadores del centro clandestino de detención conocido como D2, Carlos "Tucán" Yanicelli, fue uno de los claros ejemplos de esa continuidad que durante los 80 y 90 fue escalando en la jerarquía policial hasta convertirse en el Director de Inteligencia Criminal bajo el Gobierno de Ramón Mestre, que lo tenía a Aguad como Ministro de Gobierno. El Tucán cayó al ser reconocido por uno de los detenidos-desaparecidos del D2 y en el 2010 fue condenado por múltiples delitos de lesa humanidad.

Sobre la base de esa fuerza policial, el Gobierno de De la Sota que asumió en 1999 profundizó la política represiva y de control social iniciada por Mestre, incorporando múltiples artículos al tan famoso "Código de Faltas". El más "conocido" y repudiado por la juventud pasó a ser la figura de merodeo, que fue la herramienta "legal" para la detención indiscriminada e ilegal de miles de pibes por año, por "portación de rostro".

Esta política securitaria de De la Sota no era más que una expresión de una avanzada de conjunto sobre los sectores populares, marginado a decenas de miles de personas a los "barrios ciudad" en la periferia urbana. Verdaderos guetos controlados por una fuerza policial que aumentaba exponencialmente y que controlaba el acceso al centro con retenes, que montaba corralitos en las plazas de barrios que funcionaban como cárceles a cielo abierto. El peronismo cordobés le dio un gran poder (e impunidad) a la policía, generando un clima asfixiante en los barrios populares. Sobre ese clima se multiplicaron los casos de gatillo fácil y asesinatos donde la gran mayoría terminaron impunes.

Contra esa política se empezaron a desarrollar las "Marchas de la gorra", una enorme expresión de bronca popular contra la maldita policía. Una marcha estigmatizada por el Gobierno y los grandes medios de comunicación, que los días siguientes hablaban de las pintadas en las paredes. Sí, siempre así.

Recuerdo que en esos años teníamos muchos debates sobre si se podía o no reformar, modificar, democratizar la fuerza policial. Incluso organizaciones de izquierda aún sostienen que hay que sindicalizar a esta institución. Algunos organismos de DDHH hablaban (y hablan) de democratizar, como si un conjunto de protocolos (que ya existen) y algunas normas jurídicas les pudieran cambiar el carácter a esta fuerza, como si algunas cuestiones de forma pudieran cambiar el contenido de una institución que está para ejercer el control social y la represión contra quienes son considerados una amenaza para el sistema. Para perpetuar la desigualdad y la opresión generada por éste.

Las multitudinarias "Marchas de la gorra" por supuesto que golpearon la política represiva y de control del peronismo cordobés. Esto sumado al narco-escándalo y posterior acuartelamiento del 2013 (hay relación entre una cosa y la otra), llevó a un mayor desprestigio de la fuerza y la política del peronismo. Fue Schiaretti en su segundo mandato quien impulsó la reforma del Código de Faltas (ahora llamado de Convivencia), donde organismos de Derechos Humanos y reconocidos abogados entraron en la trampa, dándole una cobertura y legitimidad a esa modificación, sin cambiar nada, absolutamente nada. No digo que ese aval haya sido necesariamente adrede, no. Esos organismos consideran que es posible reformar el sistema, generar igualdad al interior del capitalismo y, por ende, consideran que su brazo armado puede democratizarse, que puede haber control político por fuera de las relaciones de fuerza entre las clases sociales, que un código distinto puede evitar que ese brazo armado sea utilizado por el Gobierno de turno para reprimir una marcha de trabajadores, para desalojar un asentamiento o fábrica tomada, o para aumentar el control social de los sectores populares. Mientras se mantenga esa ilusión, esa ficción en las organizaciones sociales, populares e incluso de izquierda, como la elección popular de comisarios, el control vecinal de la comisaría y demás "soluciones", no van a hacer más que abonar una idea evolutiva y pacifista de que al Estado capitalista y su órgano de control directo, se lo puede reformar desde adentro, sin enfrentarlo, sin abolirlo, como grita la juventud en Estados Unidos.

Esa concepción de que se puede cambiar desde adentro fue llevada hasta el final por varios organismos de DDHH de la provincia, que pasaron de cuestionar, a integrarse al peronismo provincial, a colocar funcionarios en las administraciones. El "Gringo" cambió, modificó el Código de Faltas y puso a representantes de los derechos humanos en el Gobierno, se decía.

No, el asesinato de Blas no es un hecho aislado y hubo demasiado silencio. Este hecho no estaba "latente", como se dijo hoy en un comunicado. Estaba presente y nunca dejó de estarlo.

El aumento de la desigualdad, de la pobreza, de la desocupación, va a estar acompañada de una mísera asistencia estatal por un lado y de un brutal control social por otro. Los medios de comunicación querrán mostrar este caso como un hecho aberrante y aislado por la alevosía y porque Blas no es un pibe de los barrios populares de nuestra provincia. Lo van a hacer porque no van a renunciar a un discurso permanente de mano dura que es parte de avalar y fortalecer la brutalidad policial.

La respuesta a este caso brutal se la puede encontrar en la continuidad que hubo en la policía después de la dictadura, en las múltiples políticas del peronismo para fortalecer y darle impunidad a esta fuerza, pero también, sin quererlo, en quienes sigan generando la ilusión de que esta institución puede ser reformada, y mucho más en quienes con denuncias y militancia en los derechos humanos sigan formando parte de estos gobiernos. La Policía se llevó a otro pibe, pero las responsabilidades no se terminan ahí. Justicia por Valentino Blas Correas, que aparezca Facundo.